Él baila sobre la cama y ella todavía duerme. No están juntxs, el lugar es engañoso gracias a los efectos de una video llamada. Están en sus casas porque, aparentemente, el mundo se ha apagado y ellxs, como sobrevivientes insospechadxs, deben refugiarse. Pero en su palabra, en el modo de continuar con su amistad alegre, no quedan rastros del Apocalipsis. Se enredan en las situaciones que vivieron como si pudieran transitarlas otra vez, como si hubiera futuro. Asumen ese lenguaje dislocado de un transcurr irrepetitivo con la energía farragosa de los veinte años.
“El mundo se nos terminó demasiado pronto” dice Matías Milanese quien junto a Pamela Pérez Adomaitis convirtieron esta obra de Federico Lehmann en una variante del biodrama. Es que Lo único épico aquí lo hemos robado (La Guerra de las Galaxias) llegó a estrenarse en Timbre 4 el primer domingo de marzo. La distopía de la trama devino en realismo y decidieron adaptarla a las condiciones de cuarentena. Entonces todo lo que Matías y Pamela hacen mientras conservan sus nombres y no buscan construir un personaje, parece ser el reflejo de la vida que llevan ahora en medio de la pandemia.
El imaginario del cine de ciencia ficción se mezcla con un relato de recuerdos dichos en presente, como si todavía fuera posible ir al cine con el chico que le gusta a Pamela o volver a esa cotidianidad eufórica que reclama el cuerpo de Matías. La obra tiene una introducción a cargo de Matías que da cuenta de las particulares condiciones de producción. Un teatro que no es teatro pero que conserva un tipo de actuación que solo es posible en una sala. Tal vez lo que estas pruebas que se realizan para recuperar algo de la teatralidad perdida son capaces de demostrar es que el teatro también es un concepto que se guarda en el cuerpo, una impronta de actuación que permanece, aunque no se pueda habitar el mismo espacio.
Las conversaciones para matar las horas son la marca de la dramaturgia de Lehmann. Un humor poético en la voluntad de entretenerse con las palabras. Que estén lxs dos presentes en la imagen de la videollamada ayuda a sostener un escenario ilusorio. Matías y Pamela no son los personajes épicos de una situación fantástica, son dos jóvenes que irradian una intuición deseosa. “¿Por qué te bañaste si el mundo se termina?” se pregunta Pamela y su forma de actuar tiene ese candor, esa ingenuidad bella de quien está frente al desastre pero no quiere contarlo desde el dramatismo.
Vemos la hostilidad de la noche desde su narración, la imagen del monoambiente reducida al encuadre de su cara. El encierro como único tema porque el afuera son solo palabras. La existencia subsiste en la imaginación. Es lo único que tenemos. El texto puede ser dicho por cualquiera de lxs dos, esconde una continuidad impersonal. Logran pasarse un vaso de agua a través de la pantalla y lo que tenía la forma del hiperrealismo se vuelve truco. Cuando Maruja Bustamante interviene como la sombra de Godzilla, ofreciendo su voz a esta animación dibujada sobre una cortina, la referencia al cine que delata el título se amplia.
La verdad sobre nuestra realidad estaba indicada en la montaña de películas mainstream de ciencia ficción que el Imperio estrenaba coninsistencia. Elegimos no ver que allí se exponía una historia política. Hay en esta obra una melancolía en tiempo presente. Nostalgia por lo que ocurrió hace apenas dos meses. La percepción no sabe distinguir lo que sucedió de lo que va a pasar porque Pamela y Matías entienden que su vida ya no les pertenece y la incapacidad para comprender la manera de moverse entre los muebles de su casa, habla de un estar sueltxs, como si el universo se hubiera desentendido de nosotrxs.
Lo único épico aquí lo hemos robado (La guerra de las Galaxias) puede verse por Youtube (Timbre4).