Por Javier Luzuriaga *

Este es un cuento chino. Sus tres protagonistas lo son. Y es también la historia de un premio Nobel de física, otorgado a dos hombres y negado a una mujer.

La mujer, Chien Shiung Wu, nació en China, cerca de Shangai en 1912. Eran épocas interesantes. PuYi, el Último Emperador, había sido depuesto el año anterior. Siguieron años de turbulencia hasta 1949, cuando Mao Tse Tung y el Partido Comunista Chino tomaron el poder.

Chien Shiung pudo estudiar, cosa extraordinaria en la época, porque sus padres fundaron una escuela en su aldea, a unos 40 kilómetros de Shangai. Allí cursó la primaria hasta que a sus 11 años partió para seguir su escolaridad.
Quedó fascinada por las ciencias y el reciente ejemplo de Madame Curie.
Estudió física en China, pero en 1936, con 24 años, se trasladó hasta San Francisco en los lejanos Estados Unidos, para cursar un doctorado. Justo a tiempo, porque los japoneses invadieron China en 1937 y le fue imposible volver hasta mucho después, en la década de 1970, cuando ya sus padres habían muerto. “Que vivas en una época interesante”, dice la maldición china.

Es fácil imaginar lo desconcertante que sería para la joven el mundo occidental. Pero en San Francisco había una colonia de compatriotas ya arraigados en el famoso Chinatown. Allí conoció a Luke Chia-Liu Yuang, compatriota y físico como ella, quien la llevó a conocer el campus de la Universidad de Berkeley y su Radiation Lab.

El director del Radiation Lab era Ernest O. Lawrence, inventor del ciclotrón, un acelerador de partículas, que le hizo ganar el premio Nobel de 1939. Lawrence era exigente y no era fácil de tratar,  pero su laboratorio se regía por principios de absoluta meritocracia. Aceptaron a la joven estudiante en el programa de doctorado, indiferentes al género y la procedencia étnica de la alumna.
Evidentemente su potencial era perceptible para el que supiera mirar. Terminó el doctorado en 1940 y se casó con Luke Chia-Liu Yuang, el compatriota y colega que la presentó a Lawrence.

La época no era la mejor para ser mujer y científica. El marido consiguió empleo en investigación, pero Chien Shiung tuvo que conformarse con la enseñanza, algo que la frustraba enormemente. 

Llegó la guerra y la carrera norteamericana por desarrollar la energía nuclear y la bomba en el Proyecto Manhattan. Ernest Lawrence fue un jefe importante en esta enorme organización, uno de los pocos norteamericanos nativos. El proyecto estaba casi copado por refugiados europeos del fascismo. Cuando Lawrence recurrió a sus ex alumnos destacados, Chien Shiung Wu fue reclutada y pudo así procurarse un lugar en la investigación hasta el fin de la guerra.

Después fue contratada por la Universidad de Columbia, en Nueva York y su trabajo experimental adquirió la reputación de ser de lo más serio y confiable producido en esa prestigiosa universidad. Concibió su experimento más famoso en Columbia.

Dos colegas teóricos, Tsung Dao Lee y Chen Ning Yang, emigrados chinos como ella, propusieron una idea inusual. El mundo se suponía que no distinguía entre derecha o izquierda. Cuando nos sacamos una foto en el espejo y la mandamos a un amigo tendría una cierta dificultad en saber si es reflejo o no porque nuestro cuerpo es bastante simétrico y el lado derecho difiere poco del izquierdo. Pero se podría salir de dudas mirando para que lado apunta el flequillo, o algún otro detalle no simétrico. En cambio, si pudiéramos construir un mundo donde todo fuera como reflejado en un espejo, los físicos creían que no habría forma de decidir cuál era el reflejo y cuál el original. 

Las leyes físicas conocidas parecían ser completamente simétricas entre el mundo y su espejo. Pero Yang y Lee postularon una excepción. Dado que los principios de simetría simplifican muchas leyes físicas, son valorados y, por eso, la idea de que había violaciones de la simetría en algunos fenómenos fue vista con mucho escepticismo. Aunque la no-simetría afectaba nada más que un área relativamente acotada de la física, nada más que la llamada interacción débil, que se manifiesta en la emisión de radiación de algunos núcleos atómicos.

Wu era especialista en medir radiación beta, justamente la emisión asociada a la interacción débil. Yang y Lee querían saber si ella podría encontrar alguna manera de confirmar su teoría. Aunque la vida es azarosa para los conceptos nuevos en física y, por supuesto, cabía la posibilidad de encontrar que la idea era equivocada.

Concebir el experimento no fue tan difícil, llevarlo a cabo era otra cosa, pero Chien Shiung Wu lo logró. La idea era usar Cobalto-60 que emite radiación beta, alinear todos los átomos de cobalto como soldaditos, y ver si la radiación se emitía por igual en todas direcciones o había una dirección preferencial. El problema es que a temperatura ambiente, los átomos se “sacuden” con la agitación térmica y los soldaditos pierden su alineación. Para poder llevar adelante el experimento, se requería usar equipo de muy baja temperatura, Wu pidió ayuda a especialistas de otro laboratorio y, de este modo, logró demostrar que la teoría era correcta. 

Yang y Lee pudieron viajar en 1957 a Suecia para recibir un premio Nobel merecido. Por su parte, Chien Shiung Wu se quedó sin viajar. A pesar de que el comité Nobel tiene por costumbre no dar premios a ninguna teoría hasta que ésta es demostrada experimentalmente, y que Wu fue la principal responsable del primer resultado experimental que confirmaba la atrevida hipótesis de Yang y Lee, nunca fue reconocida con el prestigioso galardón.

Es imposible conocer los vericuetos del comité Nobel, pero se puede inferir que históricamente han sido reacios a admitir mujeres en el exclusivo club de los premiados. 

De todos modos, el trabajo de Madame Wu, como muchos la llamaban, fue reconocido de otras maneras. Ganó importantes premios científicos, y siguió trabajando en física experimental produciendo otros resultados importantes. Pudo regresar a China recién en 1973, cuando el presidente Nixon propició un acercamiento diplomático entre Estados Unidos y China, aunque nunca volvió a establecerse en su país natal.
Murió en 1997 en Estados Unidos con 84 años. Su nombre nunca fue famoso, salvo entre los colegas. 

* soci@ de Página/12 y fisico jubilado del Centro Atómico Bariloche- Instituto Balseiro.