Desde 1982 hasta 2019, Barry y Karen Mason fueron los propietarios de Circus of Books, un kiosco de revistas y videoclub especializado en porno hardcore gay en West Hollywood. Corría la última parte de los 70 cuando Larry Flint, el magnate y fundador de Hustler y otras revistas XXX encontraba dificultades para distribuir sus productos y allí fue que los Mason acudieron a su rescate. Complicados de guita tras un emprendimiento fallido, el matrimonio no solo hétero sino judío religioso formado por Barry y Karen, vieron la veta en la distribución de porno gay para clientes particulares y videoclubs y hasta que en el 82 pudieron fundaron el suyo propio: los dueños anteriores de Book Circus habían entrado en quiebra, no les estaban pagando a sus empleados…y los Mason se hicieron cargo de los sueldos y del negocio. Un día, ni bien arrancaron, Barry dio vuelta el cartel y lo transformó en Circus of Books. La placa con luces de neón, que se convirtió pronto en un emblema de la comunidad en Los Ángeles, tenía como subtítulo “Films and Books for all”. O sea, Pelis y Libros para todos (aunque hay que decir que el negocio era más amplio y vendía también dildos, lubricantes y juguetes sexuales).
Uno de los aciertos del documental es que va develando las piezas del rompecabezas familiar, de la mamushka de secretos, de a poco, como en una buena telenovela. Uno de esos secretos era el que papá y mamá escondían de sus hijes. Karen y Barry les dijeron, toda su infancia, que ellos tenían simplemente “una librería”. Por pacatería, por miedo al qué dirán en la escuela, por la guerra cultural y legal que los republicanos estaban emprendiendo contra la pornografía en tiempos de Ronald Reagan. Y por el temor de Karen a dejar de ser aceptada en la sinagoga conservadora a la que iba regularmente con toda la familia. Cuando Rachel estaba en la secundaria y se puso a hablar del laburo de sus viejos con sus amigues, que eran los punks, los queer, los diferentes, y allí se enteró por ellos de que sus padres eran mucho más piolas de lo que ella misma creía.
¿Qué respuestas venís cosechando tras el estreno?
El 99 por ciento son mensajes de agradecimiento y el 1 por ciento son mensajes de personas en sus veintes o incluso más jóvenes, que me ponen cosas tipo: “Bueno, al final esta es la historia de una pareja heterosexual que se aprovechó de la comunidad gay para sacarles plata y encima eran homofóbicos”. Se dio un fenómeno muy interesante porque esos jóvenes reciben respuestas de personas gays más grandes que les dicen: “No tienen idea de lo que era ser gay en ese entonces, cuando el mundo entero se reía en nuestras narices y no gozábamos de ningún derecho. Necesitábamos de aliados, de gente como los viejos de Rachel”. Y de hecho, yo muestro la homofobia inicial de mi vieja para contar que se puede superar como hizo ella, con mucha dificultad y mucho dolor. Ella hoy es activista en una organización de familiares de personas gays, Pflag, e hizo un camino de aprendizaje hermoso.
Otro de los temas que aparecen en Circus of Books es el de la industria porno. En los 80, era la derecha la que apuntaba contra ella y hoy podemos ver reacciones desde la izquierda…
Cuando decimos porno, es una definición demasiado amplia y hasta incorrecta: está el porno hetero y el porno gay, que son cosas muy, muy diferentes. Parte de mi misión en la peli es mirar al porno gay de una manera distinta y de hecho como una forma de activismo. Lo que el porno gay hizo fue darle a un grupo de gente algo que nunca había tenido antes; la mera idea de ver a dos hombres juntos era algo que directamente no existía. El porno gay no es una actividad criminal, es fantasía y la fantasía es lo que lleva a que las personas puedan explorar cosas… Decir que el porno es malo es como decir que la medicina es mala. Hay algunos medicamentos terribles, que son veneno y te matan, pero el 90 por ciento son sanadores. Y creo que podemos decir lo mismo del porno gay.
Sobre todo desde una perspectiva histórica, ¿no? En el film, escuchamos a activistas gays de la época de Stonewall que hablan de la importancia que tuvo el gay porno en sus vidas.
No te puedo explicar cuántos de esos activistas, hoy adultos mayores, se pusieron a llorar al hablarme de lo que el porno gay significó para sus vidas. Se pusieron literalmente a llorar y me dijeron “Sabés, estas películas, estas revistas, este material salvaron mi vida”. Ser gay era considerado algo desagradable, algo intrínsecamente malo, una enfermedad; podías ir a la cárcel si alguien se enteraba. Eso es lo que a veces las generaciones más jóvenes olvidan o no entienden cuando se desatan estas peleas diminutas en Twitter, al menos en Estados Unidos.
¿Cuáles son esas peleas?
Veo las cosas que le ponen en Twitter a Buck Angel. Algunas personas son llamadas TERF (acronismo en inglés que significa “feminista radical trans excluyente”) si no están de acuerdo con la manera en la que querés incluir o excluir a las personas trans de distintas cosas. Todes tienen que estar haciendo las cosas de una cierta manera, sabés, como siguiendo una agenda. Si vos me decís él, o ella o elles y yo me enojo con vos, podés recibir miles de mensajes furiosos y llenos de insultos que se transforman en una batalla. No puedo creer que algunas personas estén más enojadas con personas dentro de la comunidad que con Trump o su vicepresidente Mike Pence, que nos están sacando derechos. Su foco termina estando puesto en personas de nuestra propia comunidad y eso distrae de lo central.
Es como la cultura de la cancelación al interior de la comunidad…
Exacto. Y es muy peligroso. Lo que está pasando en Estados Unidos con la cultura de la cancelación y la manera en que están atacando a las personas mayores me parte el alma. Las personas mayores de nuestra comunidad, las que lucharon por nosotres, están siendo atacades con un insulto que se volvió popular, “ok boomer”. ¿Escuchaste hablar de ese término?
Lo leí en Twitter pero no sé de dónde viene.
Las personas que hoy tienen entre 50 y 60 fueron llamadas baby boomers. Y personas de entre 20 y 30 ahora tienen la idea de que ellos son los responsables de todos los males. Entonces cuando quieren silenciar la voz de un baby boomer, incluso Barack Obama pertenece a esa generación, les dicen “ok boomer” como una forma de decirles “cerrá el orto, callate la boca porque sos estúpido y viejo”. Me parece devastador atacar de esa manera a las personas que lucharon por nuestros derechos porque dicen alguna cosa estúpida en Internet o algo con lo que no están de acuerdo. Es algo muy peligroso y devastador lo que está pasando en la comunidad LGBT, sobre todo la trans, con los pioneros y las pioneras que lucharon por derechos como el de la adopcion. Estas conquistas no fueron sencillas y decirles “ok boomer” es insultar a las personas que lucharon toda su vida por esto. Creo que los que somos más jóvenes tenemos que hacer un poco de ruido y decir que estos ataques se tienen que terminar.
Es gerontofobia…
Es gerontofobia. Y no entiendo por qué sería algo distinto del racismo o el sexismo. A mí me criaron con la idea de que las personas mayores tienen un conocimiento que pueden compartir y del que puedo aprender. Ahora las generaciones más jóvenes creen que no hay nada que tomar de los que los precedieron, como si todo hubiera estado siempre allí. En Estados Unidos estamos demasiado cómodos y eso me parece un error.
El colmo del emporio gay: un hijo en el closet
Otro de los secretos develados en el film pertenece al hermano menor de los Mason, Josh, quien cuenta las dificultades que tuvo para salir del clóset. Barry y Karen trabajaban con hombres gays en su negocio; los iban a visitar al hospital cuando caían internados por la enfermedad que recién se atisbaba a conocer y apenas nombrar; y les proveían una fuente de entretenimiento y hasta representación a los miles de hombres gays que conformaban su clientela. Aunque prefiera no usar etiquetas, Rachel misma se identificó siempre como queer y salió con personas de varios géneros. Y, sin embargo, Karen y Barry (sobre todo Karen) no tuvieron la mejor de las reacciones cuando Josh les contó que es gay.
Es muy conmovedora la escena en la que le decís a tu hermano que podría haber contado con vos…
Sí, es algo por lo que me sentí muy culpable tiempo después. Viste que cuando sos adolescente sos bastante egoísta y te preocupás solamente por tus amigues y vos. Yo me preocupaba por elles y me importaba la cultura gay, pero no lo veía a mi hermanito ahí adentro, con mi grupo de drag queens, siempre escuchando a David Bowie y Madonna, saliendo a los boliches y demás. “Es que ustedes eran demasiado gays”, me dijo. Y tiene razón; él es un pibe tranqui, ingeniero, no le gusta ir a bailar. Y eso te muestra que hay muchas maneras de ser queer.
Esa es una de las pocas escenas en la que se te puede ver delante de cámara, llorando ante lo que dice Josh. ¿Por qué decidiste filmarla así?
Rachel: Desde el inicio del rodaje, les avisé a mis productores que yo no iba a aparecer mucho en cámara. Lo que pasó fue que cuando empecé a ver la entrevista con Josh en el montaje, me di cuenta de que tenía que volver a filmarla. Para ese entonces, ya estaba armada toda la estructura de la peli y tuve que decirle a Josh: “Che, ¿podemos filmarla una vez más?”. Cuando hicimos esa nueva entrevista, dijo tantas cosas que yo no podía creer que fueran tan poderosas…así que filmamos mi reacción porque me di cuenta de que era algo que necesitábamos, que nos estaba faltando.
¿Por qué pensás que para tu hermano fue tan difícil salir del clóset?
Yo creo que él, por ser el hermano menor, el chico, el “perfecto”, tenía más presión sobre sus espaldas. No sé, mi vieja creía que se iba a casar con una mujer judía y todo eso. Entonces para él era como un secreto que le quemaba y necesitaba decir que él no era ese chico perfecto que se iba a casar con una mujer judía.
En tu caso fue bastante diferente…
Para mí directamente nunca fue un tema. Yo siempre fui la artista, la loca, la diferente. Y soy una chica. Siempre estaba desafiando todo y, como de hecho también tuve novios, nunca sentí la necesidad de involucrar a mis viejos con nada que tuviera que ver con mi vida. Nunca sentí esa necesidad porque soy una artista y no voy a seguir las reglas que me fijaron; tuve y tengo la libertad de hacer lo que se me canta.
También mostrás que hubo un contraste fuerte entre la primera reacción de tu vieja y la de tu viejo, mucho más relajado. ¿Por qúe pensás que se dio eso?
En algunas culturas, los hombres son los machos y se espera que tengan cierto tipo de conductas. Y yo creo que mi viejo es un buen tipo, genuinamente dulce. En el caso de mi vieja, creo que la religión es lo que la hizo ser mucho más conservadora. Ella es mucho más tradicional; me acuerdo por ejemplo de que cuando yo era chica y le decía que no me gustaba ir a la sinagoga, con un vestido, me decía que mostrara más respeto.
Ya vimos lo que representa el judaísmo para tu vieja. ¿Qué representa para vos?
En el judaísmo, está la ortodoxia, la rama conservadora, que se está volviendo más abierta a la comunidad LGBT, y la reformista, que tiene una actitud de bienvenida con toda clase de gente. Yo me siento más cómoda con la rama reformista y pienso que, más allá de si me importa o no la Biblia, yo tengo una identidad judía de la que estoy orgullosa. Hay una expresión judía, tikun olam, que en hebreo quiere decir “sanemos al mundo” y me parece que de eso se trata, de sanar y de estar juntos. Y es un poco el mensaje que quiero transmitir en la película.
El ángel de la noche
Un amigo de Rachel estaba editando un pequeño fanzine en homenaje a Circus of Books y le pidió una mano. Así fue como a ella se le ocurrió contactar a Buck Angel, un ícono del porno trans. Buck se define como “un hombre con un pasado femenino” y saltó a la fama en 2004 cuando lanzó su película Buck’s beaver, que se podría traducir como “La concha de Buck”. Además de filmar porno, Buck da charlas, se envuelve en polémicas (como cuando dice que un hombre trans es biológicamente mujer y viceversa) y comercializa cinturongas y otros productos sexuales. A Rachel le gustó tanto pero tanto el texto que Buck escribió para el fanzine que decidió invitarlo a la premiere de la peli en Los Angeles, en el festival Outfest de 2019. Y también lo llamó para filmar juntos el video de Give you everything, la canción con la que termina el film. En el video de esa canción, compuesta e interpretada por Rachel, ella está lookeada como un fantasma, como el espíritu de esa tienda que estaba a punto de cerrar y que había significado tanto para la cultura queer. Maquillada de blanco, el espíritu-Rachel recibe la visita de la artista canadiense Peaches y, claro, Buck Angel. “Ese fue el primer beso que nos dimos”, cuenta Rachel. “Cuando lo llamé para el video, no sabía lo que iba a pasar. Y bueno, pasó esto”, dice entre risas. “Esto” es que están en pareja desde el año pasado, aunque ella prefiera usar el rotulo de “lovers”, amantes, porque le parece que es una categoría mas afín a la cultura gay.
Hace unos días, Buck hizo un posteo en Instagram en el que habla de la importancia que tuvo la tienda de tus viejos para su vida, primero antes de su transición y después como artista porno trans. ¿Cómo fue tu primer acercamiento a él, antes de conocerlo personalmente?
Yo había visto algunas de sus películas y son buenísimas, me gusta su trabajo. Tengo que decir, de todas maneras, que nunca fui una activa consumidora de porno pero si soy alguien que siempre quiso verlo y entenderlo. Buck siempre estuvo adelantado a su tiempo y el negocio de mis viejos tuvo sus películas antes que otros videoclubs.
Con esta historia que lo vincula tanto a Circus of Books, ¿cómo fue el primer encuentro con tus viejos? ¿Cómo fue esa primera cena familiar?
La verdad que fue muy divertida.Empezaron a hablar y se dieron cuenta de que conocen a la misma gente del ambiente así que esa primera charla fue muy larga. De hecho, es la primera persona con la que salgo que puede hablar con mis viejos acerca de su negocio (risas).
¿Por qué preferís el termino “amantes” por sobre el de “compañeros” para hablar de su relación?
Me gusta la palabra “amante”, siento que es un término gay muy importante. Los dos nos consideramos bisexuales, algunas personas me consideran pansexual, a mí mucho no me importa. Buck se considera un hombre gay porque si mirás su trabajo vas a ver que en la mayoría tiene sexo con hombres gays. Y a mí me parece genial porque siempre tuve la fantasía de estar con un hombre gay. Algunas personas podrían decir que somos una pareja hétero, así que no se (risas).