Hubo una edición del clásico más añejo del fútbol argentino que quedó inconclusa por "inferioridad numérica" de uno de los equipos participantes. Racing llevaba una ventaja de dos goles en cancha de Independiente al cabo de la primera etapa. Pero al árbitro Humberto Dellacasa no le temblaba el pulso a la hora de decretar expulsiones en masa y gran parte de su fama se la ganó hace 55 años precisamente en Avellaneda. La cosa fue así: luego que el local descontara al minuto del complemento, los racinguistas Norberto Anido, Juan Carlos Rulli, José Omar Pastoriza y el arquero Luis Carrizo vieron la tarjeta roja. Poco más tarde, mientras Juan Carlos Cárdenas ocupaba el arco, el polémico referí otorgó un penal para el Rojo y expulsó a Oscar Martín. Consumado el 2-2, con Roberto Perfumo lesionado y el conjunto visitante con seis jugadores menos, el partido quedó suspendido a falta de 22 minutos, que nunca se jugaron pese a que el Tribunal de Disciplina decidió que el juego continuara en otro momento.
Transcurría el segundo año del mandato de Arturo Umberto Illia atravesado por huelgas de cañeros en Tucumán, y de ferroviarios, portuarios y empleados telefónicos, además de disturbios en las calles metropolitanas con motivo del posible envío de tropas argentinas a Santo Domingo. En el medio, incidentes entre carabineros chilenos y gendarmes argentinos en Laguna del Desierto generaban momentos de tensión a ambos lados de la Cordillera. Y mientras se negociaba con el Club de París para lograr una refinanciación de la deuda, el médico pergaminense devenido presidente de los argentinos recibía la visita del sha de Persia y del rey Balduino de Bélgica.
Por si fuera poco, el 13 de mayo de 1965 se jugaba un nuevo Independiente-Racing en el estadio de la Doble Visera, por la sexta fecha del Campeonato de Primera División. La cita prometía. Pero el clásico de Avellaneda quedó desvirtuado por el clima de violencia y nerviosismo que se vivió en la cancha entre parte de los jugadores y un protagonista inesperado: el árbitro Dellacasa.
De entrada, Racing arrancó mejor y sacó ventaja con tantos de Rulli y Cárdenas, por lo que se fue al descanso con una sonrisa. Hasta ahí todo transcurría de forma normal. Pero el partido se fue convirtiendo en una papa caliente cuando, al primer minuto del complemento, el Rojo logró descontar gracias a un penal convertido por David Acevedo, tras una falta de Anido sobre Roque Avallay.
Entonces empezó la debacle. Al minuto 12, Dellacasa sacó la primera roja de la noche y fue para el racinguista Anido, por demorar el juego. Un minuto más tarde salió expulsado su compañero Rulli, por una fuerte infracción. Con nueve, varios futbolistas de la Academia se le fueron al humo al juez para increparlo. De hecho, Pastoriza (quien luego fue ídolo en el Rojo) lo zamarreó y el arquero Carrizo se acordó de la madre del hombre de negro en términos poco floridos. La visita se quedó así con cuatro jugadores menos y el Chango Cárdenas debió ocupar el arco.
A todo esto, Independiente seguía abajo en el marcador, pero jugaba con once contra los siete de su clásico rival. El juego se había desnaturalizado por completo. Teñido por el juego brusco, el trámite perdió toda equivalencia cuando Martín bajó a Raúl Bernao dentro del área. Dellacasa sentenció penal y roja. Racing sumaba su quinto expulsado y para colmo tenía lesionado a Roberto Perfumo, que no podía seguir jugando. Poco le importó a Acevedo, quien agarró otra vez la pelota y marcó el 2-2.
Resultó sumamente polémica la decisión de Dellacasa, ya que primero ordenó que se ejecutara la pena máxima y a continuación suspendió el partido por inferioridad numérica del conjunto visitante, cuando restaban 22 minutos por jugarse.
El entonces Tribunal de Disciplina de la AFA determinó que el juego debía completarse en fecha a designar. Pero los veintidós minutos restantes nunca se jugaron y el partido mantuvo el resultado de empate en dos goles, una de las tantas irregularidades que sufrió el fútbol argentino.
Los que recibieron tarjeta roja en esa agitada jornada fueron debidamente sancionados. Por caso, el arquero Carrizo estuvo parado por seis encuentros, Anido y Pastoriza otros cuatro, en tanto Martín y Rulli quedaron privados de jugar por dos fechas.
Pero el que ordenó las expulsiones tampoco la sacó barata, porque recibió tres meses de suspensión. Podría concluirse entonces que Dellacasa -uno de los árbitros los más severos de la época- terminó recibiendo de su propia medicina.