De Público, especial para Página/12
June Almeida dejó la escuela a los 16 años. Hija de un conductor de autobús en la Escocia de postguerra, no tenía dinero para pagarse la Universidad.
Para llevar algo de sustento a casa, Almeida aceptó un trabajo de aprendiz en el laboratorio de histología del Royal Hospital de Glasgow. Allí quedó fascinada con el uso de los microscopios como herramientas para explorar los tejidos humanos.
De esta forma tan insólita comenzaría una de las carreras científicas más fascinantes de las del siglo XX.
A los 24 años se casó con un artista venezolano y la pareja de trasladó a Canadá. Almeida encontraría en Toronto la posibilidad de desarrollar su actividad investigadora a pesar de no tener titulación universitaria, algo imposible en Reino Unido.
En el Instituto de Cancer de Ontario, Almeida perfeccionó técnicas revolucionarias para visualizar virus con un microscópico electrónico. Una de ellas consiste en mezclar el virus que quieres fotografiar con anticuerpos específicos. Los anticuerpos se enganchan a la superficie de los virus y los agregan, haciendo mucho más sencilla su identificación.
¿Qué es un microscopio electrónico?
Es un microscopio que en lugar de "fotones" (las partículas que forman la luz normal y corriente) utiliza "electrones". Los electrones tienen una longitud de onda más pequeña que los fotones que pueden ver nuestros ojos, y así podemos observar objetos tan pequeños como los virus.
En 1964, A.P. Waterson, el director de microbiología del Hospital St. Thomas de Londres, visitó Canadá y quedó impresionado por la capacidad y el entusiasmo de Almeida y la convenció para volver a Reino Unido.
De vuelta a Londres, empezó a colaborar con un equipo de investigadores dirigido por David Tyrrell, que estaba estudiando el "resfriado común". Tomando muestras de las gargantas de sus pacientes, Tyrrell había conseguido cultivar en su laboratorio un nuevo virus al que bautizó como "B814".
Tyrell sabía que había algo diferente en "B814" respecto a otros virus que también causan resfriado: el virus quedaba inactivo con jabón, lo que indicaba que tenía una membrana de grasa. Pero el equipo de Tyrell no conseguía visualizar el nuevo virus al microscopio.
Necesitaban a June Almeida.
Tyrell envió tejidos infectados por "B814" a Almeida. Y Almeida consiguió lo que parecía imposible: por primera vez en la historia teníamos la imagen de un coronavirus humano.
De hecho, el término "coronavirus" lo inventaron Tyrell y Almeida para describir la forma de "B814" al microscopio: una esfera rodeada por un halo de "espinas", como si fuera la corona del Sol.