“Si alguien duda de esta afirmación, que baje a una de las numerosas Villas Miseria, higiénicamente bautizadas Villas de Emergencia, que representan el subconsciente de Buenos Aires. Ellas son la más contundente expresión de la violencia institucionalizada que padece el pueblo, al tener conciencia de que ahí, en la ciudad, hay más de cien mil departamentos vacíos” (Carlos Mugica, “el Temor a la verdad”).
Ya desde los tiempos de Carlos Mugica resultaba chocante hablar de “Villas miseria”, y – como él dice – se las bautizó higiénicamente como “de emergencia”. En estos tiempos, pareciera que se ha preferido doblar la apuesta. Seguramente el blindaje escandaloso del jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) ha de ser el causante de que en varios medios ahora nos toque escuchar hablar de “el Barrio 31”, “el Barrio 1 – 11 – 14” … Lamento decirles a los encubridores que los barrios en cuestión son lisa y llanamente “villas miseria”, y que son una cachetada directa en el rostro de la ciudad más rica de la Argentina. Una cachetada dolorosa, por cierto. Pero, lo curioso, es que lo que “les duele” es que esos “negros” estén ahí, que esas villas estén ahí.
Hace muchos años (1996), al terminar la llamada “huelga de hambre de los curas” para evitar el desalojo de la Villa 31, escribí un artículo sobre los “leprosos” de la villa. Un villero, releyendo e interpretando perfectamente, me dijo “tiene razón, nos tratan de sarnosos”. La cosa es que, desde hace años, desde hace décadas, deben ser expulsados. Pero mientras ahí estén, nos enrostran la injusticia, la desigualdad, el “hedor” (R. Kusch). Allí están, en medio de la “miseria” para que vea el que quiera o el que sepa, que hay un subconsciente, o un “subsuelo de la patria sublevada” (R. Scalabrini Ortiz). Allí están, ¡y no es un “barrio”! Y en medio de otras villas, como Villa Devoto, Villa Urquiza, Villa Pueyrredón, Villa del Parque, Villa Luro… hay otras villas, villa 31, villa 1 – 11 – 14, villa 20… casi todas con numeritos, ¿vio? pero todas “Villas Miseria”. Y como el blindaje al Jefe de Gobierno lo quiere disimular, hasta le han puesto -a algunas – los nombres de curas queridos y emblemáticos. La cosa es tapar. De disimular se trata. Pero, y que me perdone don Horacio, las villas miseria, lugares donde no se les ha permitido a los mismos habitantes (seres humanos, personas, ciudadanos… hermanos y hermanas) desarrollar sus proyectos, organizarse, planear… y, por eso, si cabe, se la esconde, como la “Ciudad oculta”, se la tapa, como la 31 bis, por decir algo.
Que me perdone don Horacio y sus encubridores, pero no voy a decir “barrio 31”, ni siquiera “Carlos Mugica”, ni “barrio 1 – 11 – 14”, ni “Rodolfo Ricciardelli” … para mí siguen siendo “la 1 – 11 – 14” (“la” es femenino, como villa, ¿no?), o “la 31”, o también “la villa del bajo Flores” o “la villa de Retiro”. Y no me olvido que cuando Carlos vivía y antes que, Videla mediante, hicieran la terminal de Micros, o los depósitos de contenedores, no era “la villa de Retiro” sino “las”, porque allí estaba Saldías, YPF, y varias villas más que llegaban desde la actual Terminal hasta el bajo Belgrano. Lo recuerdo, lo caminé, y me niego a tapar su memoria. Mis hermanos villeros no lo merecen, y la CABA (la parte buena, al menos, que la hay) tampoco. Porque ver a los villeros y las villas, es dejarnos interpelar, cuestionar, preguntarnos. Y a lo mejor un día podamos tener una ciudad más igualitaria, más justa, más sana como Carlos y Rodolfo soñaron. “Villa”, entonces… y que me disculpen los invisibilizadores.