Desde Londres
El primer paso de salida del confinamiento comenzó a los tumbos. Este miércoles era el día elegido para implementar la mayoría de las medidas anunciadas por el primer ministro Boris Johnson, pero entre los ingleses predominó la confusión y el rechazo.
A Johnson no lo ayudó el dato revelado el martes por la Office of National Statistics (ONS). Según la ONS, el número real de muertos por el virus al sumar Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte, supera las 40 mil almas, consolidando la posición británica como el país europeo con más decesos. Con esta cifra y un mensaje oficial de relajamiento de la cuarentena criticado por ambiguo y contradictorio, muchos ingleses eligieron la cautela.
Una palanca central de la estrategia de salida de Johnson es que “los que no puedan trabajar desde la casa, vayan a su trabajo”. Cómo llegar al trabajo es otro cantar que el gobierno no aborda como problema. La recomendación oficial es evitar el transporte público y desplazarse en coche, bicicleta o a pie, y hacer este esfuerzo siempre y cuando sus lugares de trabajo hayan adaptado las medidas de seguridad correspondientes, en especial, la distancia social y la higiene, todo librado a la buena fe de los empleadores.
Este mensaje plagado de condicionales continúa alentando que los que puedan “sigan trabajando desde casa”, pero “recomienda” que el resto se incorpore a sus oficinas y fábricas “si pueden”. El cómico de “Little Britain”, Mat Lucas, sacó una maravillosa parodia del mensaje gubernamental imitando la gesticulación a la vez enfática, desordenada y tartamudeante de Johnson. “De manera que, lo que estamos diciendo en realidad, es que vayan al trabajo", dice Lucas en una de esas parrafadas típicas de Johnson,"Pero no vayan al trabajo. No usen el transporte público. Pero vayan al trabajo. Salgan. Si no pueden quedarse en casa vayan al trabajo. Si no, no vayan al trabajo. Y no salgan”
Con este mensaje de dialéctica al revés, muchos trabajadores quedaron más a merced que nunca de uno de los mercados laborales más flexibilizados de Europa. En la construcción, por ejemplo, se vieron casos de fuerte presión patronal sin garantía alguna de que se garantizara la distancia social. “Me llamaron para que fuera a trabajar. No importa que no puedan guardar los dos metros de distancia. Nos tienen como fuerza utilizable y reemplazable”, señaló al The Guardian Paul Crimmins, un albañil de 56 años en Londres. Marek Kowlasky, de 38 años, también en la construcción, describió un ambiente de coerción y miedo. “Nos hicieron firmar una declaración diciendo que podíamos volver por propia voluntad, usar nuestras vacaciones en caso de que no fuéramos a trabajar o directamente no volver y que no nos pagaran. Yo tengo que viajar en transporte público. Si contraigo el virus puedo contagiar a mi mujer y mis dos hijos. Pero no tengo alternativas”, dijo Kowlasky.
El coronavirus y la política gubernamental han exacerbado la división entre “White collar” y “blue collar”, entre trabajadores manuales y de oficina. “Somos la plebe, carne de cañón”, dice Crimmins. Según The Guardian, los trabajadores manuales ya estaban en una situación comprometida por las innumerables marchas y contramarchas de la política oficial. En los datos de la ONS, aún durante las seis semanas de estricto confinamiento, uno de cada cuatro empleados siguieron yendo al trabajo, aunque no fueran “trabajos esenciales”.
En muchos aspectos, las reglas de la cuarentena "estricta"fueron tan vagas como las de esta nueva fase. Se prohibió la actividad de negocios y lugares de esparcimiento, pero en otros sectores, de la construcción a las fábricas, había un ambiguo margen de discreción. Según la ONS hay muchos más muertos por coronavirus entre los trabajadores con bajos salarios, los "blue collar" – construcción, limpieza, seguridad, fabriles, y choferes de colectivos – que entre los “white collar”.
En este primer paso tentativo de salida, el transporte público registró una mayor afluencia de pasajeros, pero a años luz del mundo pre-virus. Los datos de Transport For London (TFL) mostraron que el uso de trenes aumentó en un 10% respecto a la semana pasada, pero que está un 90% por debajo de su capacidad normal. Una situación similar se vivió en los subtes. En la pre-pandemia había más de un millón de viajes en la hora pico hasta las 10 de la mañana. Este miércoles hubo unos 83 mil, apenas por encima de la semana pasada.
En cuanto a la distancia social en trenes, subtes y colectivos parece una de esas ilusiones con destino de tragedia. En los medios y las redes sociales los testimonios fueron contundentes. “Es imposible mantener la distancia social en el subte. Menos del 10% de los pasajeros tenían mascarillas. Los pasajeros están exponiendo su salud y poniendo en peligro la de otros. Así es muy posible que tengamos un rebrote”, dijo a la BBC Matt Hickson. Otros eligieron ir a pie. En el caso de Drew Aspland significó una caminata de casi 7 kilómetros de Bethnal Green al centro de Londres porque su colectivo estaba lleno. "Así es imposible la distancia social", le dijo a la BBC.
Desde la primera muerte el 5 de marzo, es decir, en poco más de dos meses, ha habido más de 40 mil decesos confirmados con el virus, pero se calcula que el número es muy superior dado el exceso de muertes de estos meses respecto al mismo período en las últimas dos décadas. En las residencia de ancianos se calcula que hay más de 10 mil muertos que el gobierno prometió investigar a fondo. Hasta comentaristas conservadores critican al gobierno."Hay mucha retórica, mucho hablar de los buenos tiempos que nos esperan. Boris Johnson no ha estado a la altura de las circunstancias", señala Alex Marie, en el semanario conservador The Spectator que contara alguna vez a Johnson como editor.
Las encuestas apuntan a que los británicos siguen más preocupados por su salud (73%) que por la economía (14%). Un sondeo de Opinium para el dominical The Observer mostró además una fuerte pérdida de confianza en el gobierno. Una mayoría considera que la política del Reino Unido es peor que la de España e Italia, ni qué hablar de Alemania, país modelo de los británicos. Corea del Sur, Australia y China salen también mucho mejor parados. Solo con el Estados Unidos de Trump, el gobierno de Johnson saca alguna ventaja. Si el sondeo hubiera sido más amplio y los británicos menos insulares, quizás Boris podría haber superado a Bolsonaro, pero Brasil no figuraba entre las preguntas.