Apuntes para una película de atracos 8 puntos
España, 2018.
Dirección y guion: Elías León Siminiani.
Duración: 90 minutos.
Intérpretes: Flako, León Siminiani, Ainhoa Ramírez.
Estreno en Netflix.
¿Docuficción, documental en primera persona o metacine? Algunas de esas cosas es Apuntes para una película de atracos, opus dos del madrileño Elías León Siminiani. Otras no tanto, y otras no hay forma de saberlo. “Desde que tengo uso de razón siempre quise hacer una película de atracos”, asegura en off el director. Sin embargo, el protagonista (o mejor, coprotagonista) de Apuntes para una película de atracos es un director de cine. ¿Un actor? Sí, pero el actor es el propio Siminiani. ¿Qué filma Elías? Filma a un ladrón que no tiene nombre ni rostro. ¿Ladrón real o ficticio? A pesar de todas estas vueltas y revueltas, una de las cosas más notables de Apuntes… es la llaneza, la limpieza con que está narrada, lejos de todo hermetismo metalingüístico. Narrada, en otras palabras, como un robo perfecto.
Ya en Mapa (2012), su ópera prima, Siminiani emprendía un viaje a la India con la intención de filmar ese país, pero fracasaba y terminaba filmando un documental en casa. Aquí Elías vive dos cosas simultáneas: el encuentro con el ladrón, a quien llaman “el Robin Hood de Vallecas” o alias Flako (aunque de “flako” no tiene nada), y el embarazo de su mujer, Ainhoa. En otras palabras, la duplicación no es geográfica, como en Mapa, sino factual. Flako está en prisión por haber cometido siete robos de bancos con la técnica del boquete que en Argentina utilizaron, famosamente, los ladrones del Banco Río en 2006. Elías primero va a visitar al boquetero y más tarde se encuentra con él, durante tres salidas permitidas. En estos encuentros se vislumbra que Elías simpatiza con Flako.
Todo esto sucede mientras Elías vuelca en off sus dudas, hesitaciones, planes y temores. El tema de la transmisión se duplica a su vez en el hecho de que Flako nació días después de que metieran en prisión a su padre, igual que él con su hijo. Flako aprendió a robar de su padre, que lo inició en el “trabajo”, como él dice (“yo no soy delincuente, nunca robé ni siquiera un auto y no sabría cómo hacerlo; yo trabajo de esto”). Flako aprendió también de un famoso boquetero llamado Albert Spaggiari, vinculado entre fines de los años 50 y principios de los 60 con la OAS, la organización paramilitar que se ocupó de torturar combatientes de la liberación argelina. Spaggiari y su banda son los autores del llamado “robo del siglo” que en 1976 les reportaron la suma de 60 millones de francos. Considerado un “maestro de ladrones”, Spaggiari y los suyos dejaron en el banco de Niza una pintada que decía “Sin odio, sin violencia y sin armas”. Indudable modelo para el graffiti más poético, “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores”, que pintaron los ladrones del Banco Río.
Por expresa negativa de Flako, Siminiani “blurea” su rostro, hasta que adopta otra solución: hacerle una máscara a medida para que se mantenga invisible. ¿Alusión al juego de máscaras de la película entera? Parecería. Apuntes… no deja ver su hilacha detrás de la ironía o la parodia. Mantiene un tono si no serio (el trabajo de imagen y montaje es sumamente lúdico), sí sobrio, sin dobleces a la vista. Siminiani apela a una verdadera batería icónica para narrar su historia: imágenes tomadas con celular, material de archivo (sobre Spaggiari) e ilustraciones en blanco y negro, mientras tal vez para subrayar la condición de supuesta ficción interpone imágenes de películas de robos (en blanco y negro también), de Rififí hasta muchas otras. A su vez replica, con ayuda de Ainhoa, el trayecto subterráneo de Flako y los suyos. El resultado de todo esto es el mismo de tantas películas de robos: una clase magistral para quien aspire al ejercicio del boqueterismo.