“Para arrancar desde mi base, que era zona oeste, tomaba el tren Sarmiento. Pero no era ahí donde me ponía a rapear. Siempre iba sobrecargado, era imposible. Entonces iba hasta Retiro y hacía el ramal Tigre; pasaba por varias zonas de capital federal y por zona norte.” Matías Spallati hace memoria sobre algunas de sus primeras impresiones como freestyler callejero, cuando su alter ego Ecko todavía no había levantado fama. Era larga la carrera desde Villa Luzuriaga, por eso nunca podía olvidarse de la gorra donde los pasajeros depositaban su pequeño acto de fe.
Para probar que la improvisación era real, rapeaba sobre lo que le propusieran. Incluso sacó provecho de que la línea transportara a muchos extranjeros que se congraciaban con el freestyle. “Para que no me miraran como a un loco, primero les explicaba de qué se trataba la disciplina. Se expandió, ahora que los hijos se lo muestran a los padres, pero acá en ese momento el rap era muy nuevo para la gente grande”, subraya.
“Cuando tocó Eminem en el Lollapalooza, en 2016, en San Isidro, los trenes iban llenos de público rapero. Algunos hasta ya me conocían y me decían: ‘Ey, vos sos Ecko, el de las batallas’. Hice muchísima plata ese día”, recuerda. Además de Don Omar, Wisin & Yandel o Tego Calderón, Ecko trenzó sus primeras afinidades artísticas con el propio Marshall Mathers: “8 Mile me motivó muchísimo para competir, vencer los miedos y subirme a un escenario a rapear”, confiesa.
Ahora está apaciblemente sentado en su casa, prendido de una enésima sesión de Zoom, donde comenta que en cuarentena busca mantenerse productivo. “Me ocupé de varios proyectos que estaban dando vueltas para que no me gane la desesperación. Tengo micrófono, computadora y placa para grabar voces. No sé de tema mezcla, mástering y eso, pero le envío las voces a mi productor, que se encarga de todo.”
Hace pocas semanas sumó un nuevo sencillo a su cuenta personal, con el lanzamiento del reggaetonero La nota, que compuso y grabó en colaboración con tres boricuas: Cauty y Juanka El Problematik, más la producción de Lil Geniuz. “Los featurings aportan muchísimo. Puerto Rico es la cuna del reggaetón, uno de mis géneros favoritos para escuchar. No sé si para hacerlo, porque me siento mucho más cómodo rapeando o haciendo trap, pero a la gente le gusta”, considera el MC de 20 años, uno de los representantes que dejó la experiencia de El Quinto Escalón.
El Ecko como fenómeno acústico
Su carrera trepó a niveles tan altos como su exposición. “A veces el famoso o el conocido se ven como seres extraños, pero somos personas normales con las mismas complicaciones que cualquiera y un estilo de vida bastante más agitado. Eso no quiere decir que sea mejor o peor. Nos tocó esto, trato de reflejarlo de la mejor forma, tirar mensajes positivos”, concede.
Estos meses tampoco fueron sencillos para los que acostumbran estar en público. La pandemia de covid-19 lo obligó a cancelar presentaciones en países lejanos como México y España, donde él y muchos colegas se hicieron un nombre gracias a la escena latina de rimas improvisadas: “Son países donde se consume mucho freestyle, eso hizo que todo ese público se volcara hacia las primeras canciones que hicimos los que salimos de esta disciplina”.
De esa camada de freestylers que devinieron en cantantes, vos tenés un perfil más reggaetonero. ¿Eso te distingue?
--En un momento era raro ser rapero y hacer reggaetón. Fui muy criticado por eso. Siempre consumí todo tipo de música, me gusta experimentar con los géneros sin cerrarme. No escucho sólo trap. Para encontrar diferentes variantes, y no caer en lo mismo que está haciendo la multitud, hay que escuchar otras cosas. Tengo dando vueltas algunas canciones más de reggaetón, seguramente las saque. Me gusta, no es donde más cómodo me siento pero me gusta.
A los 15 años te sumaste a El Quinto Escalón como competidor. ¿Qué sentiste en el recorrido, hasta el final?
--Había empezado como espectador, como todo el mundo. Los eventos de plaza transmitían otra vibra. Éramos iguales, cualquiera le podía ganar a cualquiera, sin importar el renombre. Cada fecha era un desafío nuevo. Practicaba en mi casa para tener un mejor resultado el fin de semana. Y así fue hasta aquel último día en el estadio Malvinas Argentinas, donde sentíamos que se terminaba algo importante, no sólo para nuestras carreras sino para la música argentina. Fue un semillero en el que se exponían muchos de los nuevos talentos. Ahora esa herramienta se puede encontrar quizás en un Bizarrap, que te da mucho reconocimiento. Sigue habiendo batallas de freestyle, pero la esencia de El Quinto Escalón no se recuperó.
¿En qué momento te diste cuenta de que ibas a ser músico?
--Pasión por la música tuve siempre. Necesito música para vivir, para hacer cualquier cosa cotidiana. Cuando era chico escuchaba mucho reggaetón y repetía las frases que más me gustaban. No hacía covers, no sabía ninguna canción completa, agarraba frases de diferentes canciones y las unía. Con el paso del tiempo encontré en el rap la salida para poder escribir de otra manera, no tan comercialmente sino como un desahogo, porque no me gusta hablar de mis cosas con mucha gente. Cuando vi que podía volcar lo que sentía en el momento en un papel, o frente al micrófono, me convencí de que quería eso para mi vida.