Cuando Manuel Antín le escribió por primera vez a Julio Cortázar a finales de la década de 1950, el nombre de ninguno de ellos significaba demasiado para casi nadie. El primero todavía no había filmado ninguno de sus diez largometrajes y el escritor aún no publicaba Rayuela, libro que lo convertiría en un nombre fundamental del Boom latinoamericano. De aquel intercambio no solo surgieron las primeras tres películas de Antín –La cifra impar (1962), Circe (1964) e Intimidad de los parques (1965), basadas en cuatro cuentos de Cortázar—, sino también una amistad transoceánica que supo resistir a la distancia, al tiempo y, aunque hoy parezca increíble, incluso a la política. De ese corpus epistolar y de esa amistad se ocupa la directora Cinthia Rajshmir en su documental Cortázar & Antín: Cartas iluminadas. La misma será proyectada este sábado 16 de mayo dentro del Festival de Cine LASA (Latin American Studies Assosiation), que se realiza en Guadalajara, México, en el marco del Congreso Internacional Améfrica Ladina, evento dedicado a las ciencias sociales relacionadas a estudios africanos y latinoamericanos, este año en versión online.
Además de cineasta, Rajshmir es pedagoga, especialista en gestión y política de la cultura y la comunicación y realizó una maestría en cine documental en la Fundación Universidad del Cine, institución fundada y dirigida por Antín. Ahí tomó contacto con el epistolario que convertiría en cine. “La premiere mundial fue en el Festival de La Habana en 2018 y el estreno nacional fue el año pasado en el Bafici, donde Graciela Borges y Dora Baret, protagonistas de las películas de Antín, charlaron con el público”, cuenta la cineasta sobre el recibimiento en el festival porteño. “La gente se entusiasmó y nos tuvieron que pedir por favor que dejáramos la sala, porque tenían que proyectar otras películas”, recuerda con gracia Rajshmir.
-Antín afirma que las cartas que Cortázar le envió constituyen un compendio estético del lenguaje cinematográfico. ¿Algunas de esas ideas sobre el cine le sirvieron para abordar su propio trabajo?
-A mí me interesa la memoria como concepto, su construcción colectiva y subjetiva y esta es una historia que forma parte de nuestra historia cultural. En relación a la construcción subjetiva de la memoria, partí de la idea de considerar a las películas de Antín como flashbacks. Me había impresionado la forma en que Antín trabajó la cuestión del tiempo en sus films, incluso que llegara a congelar imágenes, como ocurre en Intimidad de los Parques. Él mismo me explicó que “más que congelar eran como pequeños golpes de la memoria que se van sucediendo, paralizando el tiempo en cada momento”.
-¿No la intimidó tener que lidiar con la ausencia de Cortázar?
-Reconstruir su figura fue un gran desafío. Lo que siempre me interesó de él es su idea de sentir y vivir pensando que no había límites precisos entre lo fantástico y lo real. Por eso, inspirada en su libertad de pensamiento, intenté construir su presencia a través obviamente de sus cartas, pero también de su voz y de las imágenes de las fotografías que le tomó Sara Facio, porque ese mecanismo me permitía fundir el pasado con el presente. Tanto la fonocarta que Cortázar le envío a Antín, grabada con un tono tan personal e íntimo, como las fotos de Sara, transmiten para mí una gran vitalidad.
-En las cartas hay un crescendo emocional, que va del trato formal del comienzo a la franca amistad. ¿Influyó eso en el desarrollo del guión?
-Creo que no sólo exponen una amistad fuerte, porque también hay momentos en los que se sacan chispas. En las cartas del final, relacionadas con la escritura de Intimidad de los parques, se ve cómo Cortázar reclama un acuerdo estético que al ver la película es obvio que Manuel no aceptó. Y no por capricho, sino porque estaba buscando su propio camino. Cortázar le reclamaba a Manuel un estilo cercano a cómo concebía sus cuentos en relación a lo fantástico, mientras que Manuel aborda la problemática de sus películas desde otro concepto. Y eso a Cortázar lo disgusta, al punto de que termina apartándose del proyecto. El de ellos fue el encuentro de dos librecreadores, uno en el terreno literario y otro en el cinematográfico. Porque de la búsqueda artística de Manuel también surgió un modelo que rompió el molde cinematográfico de la época.
-¿Le pesó la responsabilidad de contar una historia que involucra a dos creadores de miradas tan agudas sobre el arte de la narración?
-No diría que me pesó, pero sí que me obligó a pensar y a elaborar mucho este documental. Tengo muy claro que una película nunca es la realidad, sino el punto de vista del director. Y en lo personal dirigir una película siempre me coloca en un lugar de enorme responsabilidad, me lleva a hacerme preguntas y a volver sobre el material muchas veces, para estar segura de que estoy contando la historia que quiero contar. Y lejos de ser un peso, creo que el hecho de abordar a dos artistas con miradas tan personales y poderosas es justamente la gran riqueza de este documental.