"Nuestra música no incluye nada como melodías hermosas ni ritmos copados. Lo que hacemos es algo que simplemente ocurre.” La frase pertenece a Kawabata Makoto, guitarrista de Acid Mothers Temple, banda japonesa de rock psicodélico y experimental que en noviembre de 2017 pasó por Buenos Aires. Acá realizaron dos shows y grabaron un disco junto a los músicos de Reynols, banda argentina de culto conocida en la escena experimental de todo el mundo, encargados de abrir aquellos dos conciertos. El rockumental Acid Mothers Reynols. Live and Beyond, dirigido por Alejandro Maly e incluida en la sección musical del malogrado Bafici 2020, suspendido por la pandemia, es un registro de todo lo ocurrido entonces.
“Nosotros traemos nuestra música desde otra dimensión, pero si no la tocáramos igual estaría sonando en algún lugar,” afirma Roberto Conlazo, integrante de Reynols, en una de las entrevistas que se cuelan entre los registros que Maly tomó durante las presentaciones en Niceto y la Casa del Bicentenario. Como si se tratara de un diálogo cósmico, Makoto sostiene en otra entrevista que “si estás abierto podés atrapar esa música que viene de algún lugar y hacerla pasar por tu cuerpo para transmitírsela al auditorio.”
En un intento por crear un avatar visual para la experiencia, Maly intervino digitalmente las imágenes que tomó durante los conciertos y las sesiones de grabación del álbum compartido Acid Mothers Reynols Vol 1, que acaba de editar el sello francés Vert Pituite La Belle. Y para tratar de recobrar la experiencia de exhibición que se frustró con la suspensión del Bafici, Maly decidió colgar su película en la plataforma YouTube durante 48 horas. Acid Mothers Reynols. Live and Beyond se podrá ver de forma gratuita el sábado 16 y el domingo 17 de mayo en este link .
“A los Reynols los conozco desde el año 98 o 99. Ya había leído algo sobre ellos cuando los vi por primera vez en el Museo de Arte Moderno. Me rompieron la cabeza y quedé fanatizado”, cuenta Maly. “De los Acid Mothers Temple recién supe cuando tuve acceso a internet. En ese momento tendría 20 años y me gustaba investigar, descubrir bandas no tan difundidas”, recuerda el director. “Cuando me enteré de que venían a Buenos Aires y que los teloneros iban a ser los Reynols, sentí que era una oportunidad que tenía que aprovechar como sea. Sabía que sería de un hecho importante dentro del ambiente de la música psicodélica y experimental”, resume el realizador.
-Tener que retratar a dos bandas tan especiales y estar a la altura debió ser un desafío. ¿Le demandó algún tipo de producción especial?
-La verdad es que todo se presentó de manera muy rápida, porque los Acid estuvieron sólo cinco días en Buenos Aires, en los que tenían programado el show de Niceto, otro en la Casa del Bicentenario y grabar el disco junto a Reynols. De todo eso me enteré el día del primer concierto, así que no tuve demasiado tiempo para planificar nada. Tenía suerte de tener mis equipos y de haber conseguido otras cámaras, y solo me preocupé por grabar. Una vez que tuve el material, que es lo más importante, me presenté para la beca del Fondo Nacional de las Artes, cuyos fondos usé en la postproducción y en algunas jornadas extras de rodaje para complementar el material en vivo.
-Ambas bandas juegan con la improvisación. ¿Intentó acercarse a eso?
-En el cine la planificación es muy importante, incluso en los documentales. Sin embargo en este género la improvisación tiene un papel importante, porque como director tenés que estar atento a lo que sucede para tratar de captarlo de la mejor forma. La posibilidad concreta de tratar de replicar en imágenes el juego experimental que las bandas realizan con el sonido recién apareció cuando tuve editadas las tomas de los recitales. Ahí traté sobre todo de recuperar lo que te produce escucharlas en vivo.
-¿Existe un concepto parecido a ese que pueda ser adaptado al cine?
-Hay muchas formas de abordar visualmente la psicodelia. Yo traté de ser fiel a la estética de los Reynols, que trabajan con recursos más artesanales, como la fotocopia. Entonces decidí no usar efectos de un estudio de alta gama, sino que trabajé con lo simple. Eso era lo que buscaba: que fuera más Low Fi para tratar de capturar el espíritu de las bandas. Y la verdad estoy conforme, porque creo que todo funciona muy bien.
-“Somos una banda flexible como nuestra música”, dice Makoto. ¿Esa flexibilidad es posible en un rodaje como este, en el que el director no tiene posibilidad de intervenir directamente sobre la acción?
-Cuando filmaba el objetivo era tratar de capturar lo que ocurría de la mejor manera, así que la flexibilidad recién llegó en la instancia del montaje. Que pensé que iba a ser más sencillo, porque en principio sólo era música y algunas entrevistas. Pero al final me tomó bastante tiempo. Quería que todo estuviera ubicado de la mejor forma, porque si bien las entrevistas no son muchas quería que cada una de las cosas que los músicos aportan aparecieran en el momento preciso. Eso demandó realizar muchas pruebas hasta encontrar cuál era el lugar en el cada una funcionaba mejor.
-¿Y cuáles fueron los límites que le complicaron más la producción?
-Diría que el gran límite fue el tiempo, porque sólo contaba con esos cinco días. También estaba la barrera idiomática, porque no todos los músicos de la banda hablan inglés y yo no tenía forma de hacer las entrevistas en japonés. Así y todo estoy conforme, porque la idea era hacer un rockumental en el que el viaje fuera la música y mi única responsabilidad era acompañarlo visualmente. Claro que siempre se puede hacer más, pero a veces las limitaciones te liberan, porque evitan que te excedas: sabes que contás con un material limitado y que con eso te tenés que arreglar.