Todos tienen alguna anécdota por la cuarentena. Los artistas también. Darío Grandinetti estaba filmando la segunda temporada de la serie Hierro en Canarias y al mes de estar rodando "se paró todo", según comenta el actor en conversación telefónica desde el otro lado del océano, en España. "Yo sigo aquí, en Madrid, y se supone que el mes que viene vamos a retomar y la terminaríamos". En el momento en que estalló la pandemia, nadie tenía certezas de cuánto podía durar la situación crítica que aun hoy tiene en vilo al mundo. "Yo calculé que a esta altura ya íbamos a volver a filmar. Además, volver a la Argentina también significaba que cuando retomaran no me iban a poder traer a España porque todavía no hay vuelos internacionales", cuenta Grandinetti. El actor estaba rodando en la isla del Hierro, en Canarias. "Tenemos la suerte de que esa isla tuvo nada más tres casos, no hubo muertes ni nada. Entonces, está bastante aséptica". Pero la nota es sobre otra isla: La isla de las mentiras, la nueva película de la española Paula Cons, filmada en Galicia y que se estrenó el jueves en Cine.ar, la plataforma del Incaa.

Inspirada libremente en lo sucedido la madrugada del 2 de enero de 1921, La isla de las mentiras parte del accidente en medio de una espesa niebla del barco Santa Isabel, con 260 emigrantes con destino Buenos Aires, que se hundió cerca de la costa de la isla de Sálvora. Esa noche no había hombres en la isla, todos estaban celebrando el Nuevo Año en tierra firme. La única esperanza de los sobrevivientes que luchaban por no estrellarse contra las rocas eran las pocas mujeres, viejos y niños que vivían en este lugar. Tres jóvenes isleñas, María (Nerea Barros), Josefa (Victoria Teijeiro) y Cipriana (Ana Oca), decidieron lanzarse al mar en una pequeña embarcación tradicional. Remando sólo de oído, debido a la espesa niebla y a la noche cerrada, lograron salvar a cincuenta personas. Todo lo ocurrido desde esa noche producirá cambios sustanciales en la isla. Un periodista argentino, León (Darío Grandinetti), viaja a Sálvora para cubrir la noticia del naufragio. Pero poco a poco comprueba que esa noche sucedieron demasiadas cosas raras en la isla.

"Me pareció una historia verídica muy atractiva. Incluso, hay un museo en el lugar. Me pareció muy piola recrear eso, la época, Galicia... Fueron varias cosas bastante atractivas", cuenta Grandinetti sobre el motivo de su decisión de trabajar en esta coproducción entre Argentina y España. Entre otros mitos que quedaron de aquella época, sobrevive aquel que señala que al Santa Isabel lo llamaban "El Titanic gallego". "Los recortes de los diarios algo de eso decían. Investigué sobre el tema para la película, aunque mi personaje es inventado. No existió. Vi todo el material que había. Cuando llegué ahí me regalaron libros. Y, además, me interesó mucho algo: el heroísmo de esas mujeres. No se ve en la película pero si uno investiga, ve el recorrido que hicieron estas mujeres en ese barquito. Además, el barquito está en el museo y es prácticamente una cáscara de nuez. Y estas mujeres hicieron dos veces el recorrido de muchos kilómetros porque ellas se lanzaron por una playa al mar y tenían que recorrer un tramo largo, con la tormenta, con la niebla, sin ver hasta llegar al lugar del naufragio. Era casi en la otra punta de la isla. Luego, debían volver e ir de nuevo. Es de un heroísmo tremendo. Y uno puede trazar ahora el paralelo con los médicos y los enfermeros por el Coronavirus", compara Grandinetti.

-El Santa Isabel es más bien una excusa porque los verdaderos protagonistas son la isla y las tres mujeres que salieron a auxiliar a los náufragos.

-Exactamente. Es más la historia de la isla y de esas mujeres que la del barco. El barco es una excusa para contar eso. No es como Titanic, que cuenta la historia del barco. Esto no. Es la excusa del barco para ver lo que pasaba en esa isla, lo que ocurría, la leyenda de los piratas en tierra. Además, sucede en una época en que esas tierras pertenecían a un tipo. Y había una ley que indicaba que todo lo que cayera en ese lugar era del propietario de la tierra. No había ninguna empresa que pudiera ir a reclamar nada.

-En el Santa Isabel murieron centenares de personas que emigraban a Buenos Aires. ¿Cómo puede ser leída la película por los espectadores de un continente que, en su gran mayoría, quiso cerrar las embarcaciones llenas de inmigrantes africanos y asiáticos?

-Se puede leer que todo vuelve. Las sociedades, con el tiempo, se convierten en bastante desagradecidas, egoístas y poco solidarias con aquellas sociedades que, en su momento, tendieron la mano. Parece mentira que todavía para muchos españoles Perón siga siendo un dictador y alguien al que puedan comparar con Mussolini y/o con Franco. Pero, bueno, son cosas que pasan.

-¿Cómo fue el trabajo de componer a un periodista?

(risas)-Lo primero que hice fue no hacerle ni puto caso al periodismo actual. Todo lo contrario a quienes representan a la mayoría del periodismo actual. Es un personaje que investiga de verdad, que le interesa saber lo que pasó. Si no, enseguida hubiera cerrado con el informe oficial. Le interesó, quiso saber de qué se trataba en un lugar como ese, con todo en contra, muerto de frío y con todas las incomodidades.

-Es una historia donde el periodismo y la mentira se enfrentan…

-Sí. Desde aquí entro por la computadora, tengo twitter, me informo y comparando con otros periodistas del mundo, son todos muy parecidos: hay un blindaje asqueroso a la derecha. Uno dice: ¿Cómo no se les cae la cara de vergüenza? Les estamos mostrando determinada cosa y ellos no, siguen y siguen. Se parecen mucho. Como en todos los lugares del mundo, los que quieren levantar la cuarentena lo hacen esgrimiendo cualquier tipo de argumento, menos científico. No hay ningún médico que avale una desescalada en España, ni en la Argentina, Brasil, ni en ningún lado. No aportan ninguna opinión calificada estos irresponsables universales.

-Ya que traés el tema, ¿cómo crees que puede incidir esta crisis en los gobiernos del mundo? Por ejemplo, ¿servirá para frenar el avance de las derechas en Europa y para entender la importancia del rol del Estado en la Argentina?

-Es un deseo, pero la verdad es que no creo que cambie nada. Fijate lo que están haciendo hoy en una situación como ésta los que toda la vida fueron unos miserables. Siguen siendo unos miserables. ¿Cómo se puede contar como alguien curado a un fallecido porque ya no contagia, como hicieron en Chile? ¿Cómo se puede hacer lo que hace este señor en Brasil? ¿Cómo puede ser que el presidente de Estados Unidos vuelva a ser elegido después de lo que está haciendo? Porque yo estoy seguro que lo van a volver a elegir. No quiero calentarme demasiado, pero no va a cambiar nada. Siguen siendo miserables hoy con los cadáveres, con los enfermos, con los viejos en la situación en la que están. Y siguen teniendo esas actitudes miserables que tenían. Les vino bárbaro la pandemia porque ya se estaban dando protestas sociales en varios lugares contra el neoliberalismo. Estaban Chile, Colombia, el quilombo que se había armado en Bolivia. Les sirvió para tapar todo eso. El quilombo que tenía Francia se tapó. Pero no se va a acabar nada, va a seguir todo igual o peor.

-¿Y respecto al rol del Estado en la Argentina en esta situación de pandemia?

-Estoy muy orgulloso del presidente que tenemos. Veo noticias de España y de otros lugares del mundo que resaltan la actitud que ha tomado la Argentina con esta pandemia. Otra cosa que me tranquiliza un poco es la declaración del Fondo Monetario Internacional entendiendo que es absolutamente responsable la propuesta de la Argentina. Una vez más dice que la deuda era absolutamente impagable. Falta que digan por qué dieron ese dinero, si sabían que no se iba a poder pagar, pero bueno, no le vamos a pedir a ellos que se echen la culpa de lo que hizo un gobierno elegido por el pueblo argentino, porque éste es otro tema.

-Fuiste el narrador de Tierra arrasada, de Tristán Bauer, que se va a pasar también en Cine.ar ¿Crees que es un buen resumen de lo que fue el macrismo?

-Fue una película como las canciones urgentes, esas que se escribían en los 70: era necesario hacerla así. Seguramente nos faltaron más cosas para mostrar; cosas que, además, nos estamos enterando ahora. Pero me parece muy necesaria y estoy muy agradecido de que me hayan convocado para hacerla y muy orgulloso de participar. Es un testimonio muy valioso y me parece bien formar parte de ese testimonio que hemos dado un grupo de argentinos.

-Para vos, ¿en qué consiste la cultura neoliberal?

-"Me cago en el otro". Es eso: "El otro no me importa". Para nosotros, la patria es el otro. Ellos, cuando se refieren al otro, es para culparlo. La síntesis podría ser: "La culpa es del otro". Ellos se la pasan echándole la culpa a los otros. Y nosotros creemos que el otro es la patria.

-¿Qué te sugiere que un ex secretario de Cultura, Pablo Avelluto, haya dicho hace unos días como autocrítica que no hizo lo suficiente para cerrar Télam y la Televisión Pública?

-Es lo que me hace pensar que con estos miserables nada va a cambiar. Es una de las cosas que me confirma esto que creo. No se trata de este señor porque no me importa personalizar. Forma parte de esa runfla impresentable que vino a destrozar. Vinieron a destruir todo y lo lograron. Y ahora se dan el lujo de opinar y decir lo que está mal hecho. Son una cosa espantosa. Pero no quiero nombrar porque también estoy en contra de replicarlos, contestarles porque les damos entidad. Yo creo que hay que dejarlos para que ocurra lo que está ocurriendo: terminan echándolos de los canales y de las radios porque no los escucha ni los ve nadie. Ya ni siquiera se ven entre ellos.

-Los grandes medios se dedicaron a atacar y a denostar a los artistas que coincidían ideológicamente con el gobierno de Cristina como si eso fuera inmoral. ¿Crees que puede pasar algo similar ahora también?

-Me importa tres carajos lo que digan los grandes medios a esta altura. Lo que digan de mí me importa un carajo. Me preocupa que haya mucha gente que lo crea y eso signifique votar a quien no corresponde. Eso es lo que me preocupa. Ahora, lo que digan de mí...me preocuparía si hablaran bien.

-Por otro lado, qué hubiera sido de la resistencia cultural a la dictadura si no hubiera habido artistas politizados, ¿no?

-Ah, bueno. Pero es que ellos no quieren nada de eso. Por eso odian. No es por lo que no se hizo sino por lo que se hace que odian a los gobiernos nacionales y populares y a todos aquellos que apoyamos eso. Es por apoyar lo que se hace, no por lo que no se hace. Nos odian por apoyar los derechos humanos, por querer que los asesinos sigan presos hasta el fin de sus días, por darle más al que menos tiene, por querer sacarle un poco de plata al que tiene mucho y repartir, por tratar de que la desigualdad disminuya. Por esas cosas nos odian. Y por opinar en función de eso a los que no nos toca gobernar pero sí apoyar desde el llano o algún día hacer alguna declaración, como las hemos hecho.

-¿Crees que puede haber un repunte del cine argentino tras la devastación que dejó el macrismo o esta pandemia es un nuevo caos para la industria del que va a ser difícil salir?

-Va a haber que salir. No sé cuán difícil va a ser. Confío mucho en la persona que está al frente del Incaa, también en quien está al frente de Cultura. Es gente que conoce su trabajo y que ya lo ha demostrado. Va a ser duro. Ya lo era y con esta pandemia es un poquito más, pero de estos quilombos a la Argentina la sacaron adelante los gobiernos nacionales y populares. Nunca ellos, los neoliberales.

La inestabilidad del oficio

 

Hace mucho tiempo que Darío Grandinetti también trabaja en el cine español. Incluso ha sido convocado por un enorme director, como Pedro Almodóvar en la dura y brillante Hable con ella. "Los actores tenemos un poder de adaptación inherente al oficio, a la inestabilidad de este oficio. Yo me adapto. Me siento muy cómodo", dice Grandinetti sobre su labor en España porque lo tratan "muy bien" y se siente "muy respetado". "No tengo nada más que palabras de agradecimiento para España. Además, en los peores momentos del cine en la Argentina, he tenido la posibilidad de poder trabajar en España. Por eso, también cuando hablo de estas cosas no me incluyo entre los desfavorecidos. Al contrario: soy un privilegiado porque he podido seguir trabajando ahora y en la crisis del 2001 también. Pero me preocupan los que no. Yo miro alrededor. Hace tanto que no me miro el ombligo, en algunos aspectos, que debe tener pelusa...", grafica Grandinetti. "No hablo por mí. Si fuera por mí, yo pediría neoliberalismo porque me empezó a ir bien económicamente en los 90. Y no quiero eso", concluye sin pelos en la lengua.