Desde Roma
El papa Francisco dedicó su tradicional mensaje para el Día Internacional de los Migrantes y Refugiados a los “desplazados internos”, los que por crisis de distinto tipo, se ven obligados a dejar sus hogares aún quedándose en el propio país. Francisco indicó a los feligreses que la pandemia del coronavirus los ha obligado a ellos a vivir muchos de los padecimientos que los desplazados sufren y se ha transformado en una oportunidad para comprenderlos mejor. Los desplazados son “un drama a veces invisible -explicó el papa- que la crisis mundial causada por la pandemia del covid 19 ha agravado”.
En el mensaje, difundido habitualmente en mayo aunque la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado se conmemora el 27 de septiembre, Francisco trajo a colación cuatro verbos –acoger, proteger, promover e integrar- que habían sido centrales en su discurso de 2018 para esta misma fecha. Pero agregó otras seis acciones que según él son fundamentales en este momento histórico. “De hecho esta crisis, debido a su intensidad, gravedad y extensión geográfica ha empañado muchas otras emergencias humanitarias que afligen a millones de personas, relegando iniciativas y ayudas internacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas, a un segundo plano en las agendas políticas nacionales. Pero este no es tiempo de olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas», subrayó Francisco.
Difundido este viernes por el Vaticano, el mensaje fue presentado con una rueda de prensa de la que participaron varios expertos en el tema como el cardenal y jesuita checoslovaco Michael Czerny, subsecretario de la sección migrantes y refugiados del dicasterio vaticano para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y la abogada española Amaya Valcárcel, coordinadora internacional del Servicio de Jesuitas para los Refugiados.
En la rueda de prensa la abogada Valcárcel ilustró algunos de los países en tremendas situaciones de crisis internas, con desplazamientos de miles de personas. “De los 80.1 millones de personas desplazadas forzosamente en el mundo, 50.8 millones son desplazadas internas, es decir, obligadas a huir de sus hogares pero permaneciendo en sus propios países”, explicó. Y mencionó los casos de Siria, Myanmar, Venezuela y República Democrática del Congo. “El Papa Francisco es el mejor abogado de los desplazados y los refugiados -dijo-. A través de su mensaje anual, todos nosotros podemos conocer más de cerca la realidad de los desplazados internos. Nos unimos a su mensaje y a su llamamiento para un cese al fuego global, realizado el pasado mes de abril, pues creemos que la paz es la única solución para que termine el desplazamiento forzoso de personas”. “Ellos (los desplazados) tienen mucho para ofrecer. Necesitan de nuestra atención, son nuestra responsabilidad”, comentó por su parte el cardenal Czerny.
Respecto a las acciones que es necesario emprender para mejorar la situación, Francisco mencionó en primer lugar que “Es necesario conocer para comprender”. “Cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! -subrayó -. Si los encontramos, podremos conocerlos. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender, por ejemplo, que la precariedad y el sufrimiento que hemos experimentado a causa de la pandemia, es un elemento constante en la vida de los desplazados”. La segunda acción es, según el papa, que “Hay que hacerse prójimo para servir”. “Acercarse al prójimo significa a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses”, dijo el papa recordando la increíble labor que han desarrollado médicos y enfermeras, muchos de los cuales murieron por el coronavirus (en Italia más de 150 médicos y más de 40 enfermeras).
La tercera acción es: “Para reconciliarse se requiere escuchar”. “En el mundo de hoy se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar. Sólo a través de una escucha humilde y atenta podremos llegar a la verdad”. Y aludiendo al silencio sepulcral que creo en las calles de medio mundo las cuarentenas del coronavirus, Francisco agregó: “el silencio se apoderó por semanas enteras de nuestras calles. Un silencio dramático e inquietante, que, sin embargo, nos dio la oportunidad de escuchar el grito de los más vulnerables, de los desplazados y de nuestro planeta gravemente enfermo”.
“La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco. Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo”, subrayó el papa al mencionar la cuarta acción: “Para crecer hay que compartir”. “Tenemos que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie”, enfatizó.
Las últimas dos acciones que según Francisco son necesarias para salir de esta crisis y de la indiferencia hacia los menos favorecidos son: “Se necesita involucrar para promover” y “Es indispensable colaborar para construir”. “Si queremos realmente promover a las personas a quienes ofrecemos asistencia, tenemos que involucrarlas y hacerlas protagonistas de su propio rescate. La pandemia nos ha recordado cuán esencial es la corresponsabilidad y que sólo con la colaboración de todos —incluso de las categorías a menudo subestimadas— es posible encarar la crisis”, dijo el papa citando una frase que había ya usado en su mensaje del 27 de marzo pasado en ocasión de la pandemia.
“Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace excepción de personas”, enfatizó Francisco, terminando con una frase que para algunos hizo una tácita alusión a noticias que han surgido durante estos últimos días y que hablan de que algunos países más poderosos, porque tienen más dinero, podrían obtener primero para ellos la vacuna contra el coronavirus. Para preservar la casa común “debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie”, concluyó Francisco.