Rodolfo Gabriel Galimberti nació el siete de marzo de 1947 en el hospital Rivadavia ubicado en el barrio porteño de Recoleta. Fue el más chico de tres hermanos: Hugo, quien nació en 1941, y Liliana, en 1942. El futuro líder de la agrupación armada Montoneros nació durante los primeros años de posguerra, y cuando el gobierno peronista se perfilaba en la “tercera posición”, en un mundo que, lejos de buscar la paz después de la guerra más cruda de la historia, empezaba a tensarse en la guerra fría. “La labor para lograr la paz internacional debe realizarse sobre la base del abandono de ideologías antagónicas y la creación de una conciencia mundial de que el hombre está sobre los sistemas y las ideologías, no siendo por ello aceptable que se destruya la humanidad en holocausto de hegemonías de derecha o de izquierda”, fue el mensaje que, por los días del nacimiento de Rodolfo, dio Juan Domingo Perón en su “Mensaje a los pueblos del mundo”. Rodolfo Galimberti
creció en un país que, a partir del golpe de 1955 provocado por la autodenominada “Revolución Libertadora”, entró en una crisis política en la que la violencia se fue agudizando y él, como gran cantidad de otros y otras jóvenes, comenzaron a interpretar que la única salida era mediante la lucha armada.
Desde chico los discursos de Perón resonaban en la casa de los Galimberti. La madre de Rodolfo se llamaba Arminda Castelucci y el padre, Ernesto. Ernesto era marino y pertenecía a una familia católica y de derecha. Sus allegados lo recuerdan como un hombre muy severo, peronista y nacionalista. Reivindicaba la figura de Rosas y, por contraste, repudiaba personajes como Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, y a todas aquellas referencias liberales en Argentina.
Cuando Rodolfo tenía cinco años la familia se mudó a San Antonio de Padua, a 36 km al oeste de la ciudad de Buenos Aires. Empezó primer grado en un colegio eclesiástico llamado San Antonio, pero solo fue alumno de la institución durante un año ya que el padre Antonio Arroyo, director de la escuela, no le permitió anotarse al segundo por una pelea en la que Galimberti atacó primero a un compañero de clase y, cuando el cura intervino, le pegó una piña en la cara.
De la mano de su padre
Según sus biógrafos Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, Rodolfo era un chico violento y desde temprana edad aprendió a manipular armas. “Don Ernesto Galimberti había sido el primer instructor de su hijo Rodolfo. A las siete de la mañana de los domingos, entraba a su habitación y levantaba las persianas al grito de ‘Diana, Diana’. Después, en el fondo de la casa, le acomodaba entre las manos una pistolita belga FN pavonada para que hiciera blanco sobre una chapa oxidada que colgaba de un árbol. Probaban puntería desde distintas posiciones. A los cinco años, Rodolfo aprendió a mantener el cuerpo rígido para soportar la presión del disparo, a cargar y descargar el arma, y luego a limpiarla y guardarla hasta la clase siguiente”.
En 1958 comenzó el colegio secundario en la escuela número nueve de la localidad de Merlo, pero dos años más tarde se cambió al instituto Domingo Faustino Sarmiento, a siete cuadras de su casa en San Antonio de Padua. Por entonces comenzó además, a jugar al rugby. En aquella época, no era un deporte popular y el único club que existía en la zona era el Rugby Club Los Matreros de la localidad de Morón, donde muchos jóvenes iban para seguir estudiando el colegio secundario. En el Club Los Matreros había un sacerdote que también formaba parte del instituto San José de Morón al que asistían muchos ex alumnos del Instituto San Antonio -colegio del que habían sido alumnos Rodolfo y su hermano seis años mayor, Hugo-. Entusiasmados, cuatro de esos jóvenes, entre los que estaba Hugo, intentaron jugar al rugby en las cercanías de la iglesia de San Antonio de Padua. Según indica la página oficial del Club, el señor Roberto Schamun, un jugador de rugby de primera división del Buenos Aires Cricket & Rugby Club y del Hurling Club, los vio y les ofreció a enseñarles el deporte. El padre Arroyo, rector del Instituto San Antonio de Padua, y quien había expulsado del colegio al pequeño Rodolfo por pegarle una piña en la cara, apoyó a los jóvenes para que formen el equipo dirigidos por el “Turco” Schamun. Lo bautizaron como el Padua Rugby Club. La primera sede de este club, al que asistía regularmente el hermano de Rodolfo, fue la casa del Dr. Matarollo y luego el Club Cervantes del mismo pueblo de Padua. La cancha estaba al lado de la iglesia, un predio que se los había prestado el padre Arroyo.
En el fondo de su casa, Ernesto Galimberti le acomodaba entre las manos una pistolita belga FN pavonada a su hijo Rodolfo para que hiciera blanco sobre una chapa oxidada que colgaba de un árbol.
El joven Rodolfo comenzó a asistir al club y era común ver a los hermanos vestidos con la primera camiseta del equipo que era de color gris con puños y mangas rojas, pantalón azul y medias coloradas a pesar de cierta resistencia de Hugo porque se llevaban muy mal.
Entre los primeros jugadores se pueden mencionar a César Viaño, Carlos Brozzi, Hugo Galimberti, Franco Genovessio, Rodolfo Belleli, Néstor Matarollo, Juan Carlos Veljacic, Antonio Mas Olivares y Luis Torres. Rodolfo Galimberti se sumó después, así como también “el Irlandés” Hafford, Raúl "el Vasco" Othacehé y Andrés “Taco” Casademont, legendario capitán del Padua en aquellos años. El Padua Rugby fue presentado a la Unión Argentina de Rugby por el San Isidro Club (SIC) y Hugo Galimberti fue el encargado de ejecutar la inscripción. Con los años, el Padua Rugby Club se disolvió hasta que en 1974 se creó el Ateneo de San Antonio y en 1981 el actual Casa de Padua Rugby. Pero Rodolfo jugó al rugby poco tiempo, a los 15 años fue expulsado del club por el técnico del equipo. Otra expulsión que contaría con el aval del padre Arroyo.
Un adolescente inteligente y soberbio
Larraquy y Caballero describen al Galimberti adolescente como un chico inteligente y soberbio, prematuramente inclinado hacia la discusión política. Fue por ese motivo que buscó referenciarse en personas mucho mayores que él, cómo fue el caso de Horacio “el Gordo” Naya, de entonces 40 años, quien fue candidato a intendente de Morón y dirigente del Movimiento Nacional Tacuara (MNT). Esta organización nacionalista de derecha se había fundado en 1957 en una reunión realizada en el bar “La Perla” de Once, como apunta Juan Manuel Padrón en su investigación sobre el Movimiento Tacuara. Luis Bruschtein, en una nota que publicó en Página/12
el día de la muerte de Galimberti, escribió: “Como muchos adolescentes de los sesenta, Galimberti (...) se integró a Tacuara, la versión populista local del nazi-fascismo”.
Rodolfo se había unido a la organización junto a sus dos compañeros del club de rugby, “El Vasco” Othacehé y el “Irlandés” Hafford. Con los Tacuara, Galimberti tuvo sus primeras experiencias políticas: en el año 1961 participó de una actividad por primera vez en un sindicato, la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) de la Matanza, dirigida en ese entonces por el antivandorista Abdala Baluch; participó de la huelga impulsada por las 62 Organizaciones Peronistas contra Frondizi; y se enfrentó en varias ocasiones a los jóvenes de la Federación Juvenil Comunista (FJC).
En una de estas peleas contra los “izquierdistas” Galimberti, de quince años, le clavó una navaja a un adolescente comunista. El violento hecho terminó con su primera detención. Policías que intervinieron cuando el incidente pasó de una escaramuza juvenil a un violento ataque con arma blanca, lo esposaron y llevaron a la comisaría 33 ubicada en la calle Mendoza al 2263 de la localidad de Belgrano, en donde había ocurrido el hecho. Rodolfo creyó que su padre interpretaría los hechos según su propio criterio, como si se tratara de una detención producto de un acto político encuadrado en la resistencia peronista. Pero Ernesto no puso trabas para que la justicia avanzara con la causa penal que pesaba sobre el joven. Así fue como por decisión de un juez de menores Galimberti fue recluido en el Instituto Luis Agote de la calle Charcas al 4602, en el barrio porteño de Palermo, donde pasó tres meses.
Cuando salió del reformatorio se fue a vivir a la casa de su tía Clotilde que vivía en Merlo y retomó el secundario en el Instituto Sarmiento. La relación con los jóvenes de su edad, después de haber estado recluido, se había vuelto más distante, pero en el colegio encontró otro adulto en quien referenciarse. Se trataba del flamante rector Antonio Salonia. Durante los días del comienzo de clase de ese año, 1962, los militares detuvieron al presidente Frondizi en la Isla Martín García y el presidente provisional del Senado José María Guido asumió el cargo del mandatario depuesto. Salonia había sido funcionario de Frondizi y su cargo en el colegio de San Antonio de Padua lo había corrido de la escena política. Con Galimberti su vínculo se basaba en las provocaciones del adolescente por su posición política, que al rector lo divertían. Trataba de inculcarle valores como la pluralidad de opiniones y de transmitirle la riqueza de la sana discusión política. Gracias a la gestión de Salonia un grupo de alumnos, entre ellos Galimberti, pudo conocer al derrocado presidente, en ese entonces recluido en una quinta de Castelar. Según la reconstrucción de aquel encuentro que realizaron Larraquy y Caballero, así se presentó Galimberti ante Frondizi: “Yo soy peronista, doctor, y conspiré contra su gobierno”.
A los 15 años Galimberti le clavó una navaja a un joven comunista. Fue detenido, su padre no hizo nada para frenar la causa judicial y estuvo recluido tres meses en el instituto de menores Luis Agote.
Ese año, el Galimberti de 15 conoció a su primera novia, Virginia “Moni” Trimarco, con quien se casaría siete años más tarde. Si bien la veía solo los fines de semana, se hizo muy cercano a la familia de la chica que era muy crítica del peronismo y estaba conformada por varios militares. Fue uno de los tíos militares de Virginia, Juan Carlos Trimarco, el que lo llevó a probar puntería al campo de tiro de su regimiento y le regaló la que sería su primer arma importante: una Magnissen 763.
En un contexto en el que el sindicalismo, principal respaldo del exiliado Perón, estaba dividido, el líder justicialista debía mostrar señales de fortaleza. La figura de Augusto Timoteo “el Lobo” Vandor, dirigente de la UOM, lideraba las 62 Organizaciones Peronistas. Era el mayor representante de la vertiente del sindicalismo que dialogaba con el poder y hasta llegó a defender la idea de un peronismo sin Perón. Frente a esas circunstancias Perón consideró que volver a la Argentina era la mejor forma de poner las cosas en orden dentro del movimiento obrero. La corriente sindical leal al ex presidente era la CGT, entonces conducida por José Alonso, del sindicato del Vestido, quien había asegurado: viva el año 1964 porque es el año en que Perón vuelve al país. Estaba en marcha el Operativo Retorno.
El camino de la política
Mientras el General seguía exiliado en Puerta de Hierro, Galimberti, todavía estudiante secundario, comenzó a asistir a las convocatorias del “Comando de la Juventud Peronista para el Retorno de Perón”. En aquel entonces seguramente ni se imaginaba que años más tarde sería él mismo el delegado de la Juventud Peronista que oscilaría entre Madrid y Buenos Aires para concretar finalmente la vuelta del líder en 1973. Pero en 1964 aún se encontraba en las filas del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, donde militaron, entre otros, quienes serían luego miembros de distintas organizaciones armadas peronistas y de izquierda. Uno de ellos era José Luis Nell, quien luego estuvo en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y en Montoneros. En 1962 Nell había participado en el asalto al Policlínico Bancario y luego colaboró con el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en Montevideo donde es detenido y se escapa, con un centenar de “tupas”, entre ellos José “Pepe” Mujica, de la cárcel de máxima peligrosidad de Punta Carretas en 1971; años más tarde quedó cuadripléjico en un enfrentamiento armado entre fracciones peronistas lo cual lo llevó a un cuadro depresivo que lo condujo al suicidio. También participó en Tacuara Joe Baxter que, según el libro Todo o Nada de María Seoane, estuvo junto a Nell en el asalto al Policlínico Bancario en el 62, luego viajó a Montevideo y se integró al Movimiento Tupamaro, y en 1968 conoció en París a Mario Santucho, que en 1970 lo introdujo en las filas del PRT, que más tarde crearía su brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), donde Baxter militó hasta 1971. En las filas de los tacuara también estaba Jorge “Turco” Caffati, quien, según la información que brinda el Espacio de Memoria Ex Esma, luego de iniciar su militancia durante la Resistencia Peronista en el colegio Mariano Acosta, integró las FAP y por último el Peronismo de Base. Entre 1963 y 1971 Caffati pasó varios períodos preso: en Devoto, Caseros y finalmente en Rosario, donde logró fugarse. El 19 de septiembre de 1978, “el Turco” fue secuestrado, llevado a la ESMA y aún hoy continúa desaparecido. Galimberti participaba en Tacuara junto a su amigo Raúl Othacehé.
En sus primeros años de militancia política, Galimberti coincidió con varios de quienes serían luego miembros de distintas organizaciones armadas peronistas y de izquierda.
En 1964 Rodolfo coincidió con los fundadores de las FAP, Envar el Kadri -quien en 1968 dirigió el primer foco guerrillero de la Argentina en Taco Ralo, Tucumán, que fue un fracaso estrepitoso- y Carlos Caride en el Comando de la Juventud Peronista para el Retorno de Perón donde además estaban Alberto Brito Lima, futuro fundador del Comando de Organización, y los peronistas revolucionarios Jorge Rulli y Gustavo Rearte. Durante ese mismo año, quien sería el otro líder de Montoneros, Mario Firmenich, integraba con Fernando Abal Medina y Carlos Ramus, su compañero del Colegio Nacional de Buenos Aires, la Juventud Estudiantil Católica (JEC) y acompañaban al padre Carlos Mugica en sus visitas a los barrios de emergencia de Retiro.
La organización de la Operación Retorno era disputada, principalmente, por el sindicalismo dialoguista y el leal a Perón. El líder resolvió que se conformara una comisión mixta. El 2 de diciembre de 1964 Perón salió de Puerta de Hierro en el baúl de un auto con una ametralladora. Logró llegar con éxito al aeropuerto de Barajas y abordar un avión de la compañía española Iberia, pero al llegar a Río de Janeiro la nave fue rodeada por el ejército brasilero que lo obligó, por órdenes del jefe de la fuerza y la cancillería brasileña, a volver a España. Perón no consideró la operación como un fracaso, sino como un “triunfo”. “Hemos demostrado nuestra decisión de volver a la Argentina por la vía más pacífica”, afirmó el General. Para Galimberti, tal vez, la enseñanza fue otra. Quizás el adolescente vio allí las limitadas posibilidades que brindaban las vías pacíficas para lograr objetivos políticos.
Más allá de las peripecias militantes, la cotidianeidad seguía marcando las obligaciones burguesas. En 1965, Rodolfo se recibió en el Instituto Sarmiento de bachiller nacional con orientación comercial y decidió estudiar abogacía. Además, ese mismo año comenzó a construir su propia casa en San Antonio de Padua. Hugo, su hermano mayor, ya se había recibido de médico con muy buen promedio y con 23 años era un joven profesional fanático de Adolf Hitler.
Al año siguiente el escenario político le daría
otra señal sobre la debilidad de la democracia y de la paz en Argentina, cuando
el presidente radical Arturo Illia fue derrocado por la autodenominada
“Revolución Argentina” a cargo de Juan Carlos Onganía. Galimberti buscó la
forma de encauzar su militancia en distintas organizaciones, como el Sindicato
Universitario de Derecho, que conducía el centro de estudiantes de la facultad
donde cursaba pero con menos de veinte años ya acumulaba experiencia en la
práctica política y en 1967 Decidió formar su propia agrupación: las Juventudes
Argentinas por la Emancipación Nacional (JAEN).
El próximo martes 19 de mayo en Página/12 leé "De Spinetta a Firmenich, el recorrido político de Rodolfo Galimberti" , la segunda nota de la serie.