En la semana entrante vence el plazo de la nueva fase de la cuarentena. Llegarán nuevos anuncios, se repetirá una liturgia decisionista y comunicativa que culmina en presentaciones del presidente Alberto Fernández. Déjà vû solo en apariencia: es inaplicable la alusión al día de la marmota, remanida en medio de la peste. Los gobernantes, nacionales y provinciales, tienen que recalcular medidas, adoptar decisiones drásticas en circunstancias que se modifican velozmente. Asesorarse con expertos, medir la realidad cotidiana en sus distritos, observar la experiencia de otras comarcas.
La ciudad de Baradero vuelve atrás: de la cuarta fase a la primera, como consecuencia de nuevos contagios. En Santiago de Chile se encienden todas las alertas y se establece por primera vez una cuarentena total. Madrid ensaya la apertura, Roma también. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) pibas y pibes salen a la calle. Alegra verlos, emociona. La congestión preocupa o mete miedo.
La CABA y el Conurbano bonaerense son el epicentro de los contagios. El despliegue de la covid-19 acentúa las desigualdades precedentes. El filósofo coreano Byung-Chul Han explica en reportaje publicado por la agencia EFE que “la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad”. Pasó igual con el huracán Katrina en Estados Unidos: casi todas las víctimas, afroamericanas, pobres y adultos mayores. La ola de calor que azotó Europa años atrás diezmó a las personas de más edad. Si venimos más cerca: el coronavirus vino en avión, se aposentó en hábitats confortables… Los contagios comunitarios se expanden más entre la población vulnerable, barrios pobres y villas en especial. Quien no dispone de acceso al agua no puede lavarse las manos a cada rato. La desprotección data de años atrás. El macrismo gobierna la CABA desde hace más de doce. El peronismo gestionó Buenos Aires durante 29 de los 37 años de la recuperación democrática. Son distritos diferentes, claro. Rica la Ciudad, con población que no aumenta, un PBI colosal para los parámetros argentinos.
La respuesta del Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta fue lenta, filo negligente. La Casa Rosada opta por no agitar las diferencias y promover acciones comunes. Quienes viven dentro de las villas son argentinos y no solo porteños.
El descubrimiento de un nuevo test de diagnóstico permitirá mejores controles. Gloria y loor para los científicos argentinos a quienes Domingo Cavallo mandó a lavar los platos y la administración de Mauricio Macri asfixió presupuestariamente, destrató de modo grosero, hasta apaleó para darse todos los gustos. ¿Merece una línea el ex ministro Lino Barañao en este racconto? Tal vez una, no más.
El despliegue de la CABA es adecuado, comentan desde Olivos. Llama la atención la baja tasa de mortandad en las villas. Una parte factible de la explicación que se busca: la edad promedio de sus pobladores es más baja que la media de los porteños.
En los paradores para personas en condición de calle se potencia el maltrato previo. Se reacondicionan hoteles para ocupar a personas contagiadas. Se las traslada en micros que se arriman a las villas varias veces por día. Profesionales de la salud, trabajadoras sociales o funcionarios que pisan el barro comentan que el gobierno porteño llega siempre después que las organizaciones sociales. En puridad, éstas no llegan antes… están ahí. O haciendo uso de la riqueza verbal del castellano: no solo están, son de ahí.
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Elogio de ñoquis, vagos y planeros: Las organizaciones se acercan al compañero o compañera que registra síntomas. Contienen, explican, dan cuenta a los profesionales de la salud que atienden cerca. Proveen de alimentos antes de que llegue la ayuda oficial. Los famosos planeros, aquellos que supuestamente viven sin laburar, duermen poco, se multiplican. Imposible citar a todos los movimientos sociales que activan en diferentes territorios. La Garganta Poderosa es referencia en la Capital, efectiva y presente solidaridad militante. Como los piqueteros precursores de fin del siglo pasado aprendieron a visibilizarse para consolidar la organización.
Forman parte de una cohorte de la sociedad civil maltratada por la derecha política y por los medios dominantes. ¿Se acuerdan cuando el gremialista Roberto Baradel era el enemigo público número tres o cuatro (la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner siempre primereó en el ranking)? Tapas de diarios, semaforitos rojos para coleccionar, menciones sarcásticas en discursos de Macri… Hoy en día, les trabajadores de la educación se multiplican, cooperan con la asistencia alimentaria y se desloman para enseñar a distancia. Alerta para los adoradores de la nueva era: el trabajo remoto agrava desigualdades. Atañe a personas con saberes especiales, competencias profesionales. Alerta para el futuro, muchas prestaciones son insatisfactorias y en general requieren menos mano de obra.
Al anunciarse el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) muchos pensaron que sería difícil que se inscribieran en la web millones de personas en contados días. Superaron los 11 millones, un fenómeno de sencilla explicación: funcionaron las redes sociales, tanto como las intendencias. Lo explica un notable relevamiento del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) mostrando dos caras de la sociedad. La peor, minoritaria. Y la mejor. “La dificultad de gestión (del IFE) fue oportunidad para que aparecieran ‘gestores’ que cobraban por facilitar el trámite en algunos barrios. También, mucho más extendidamente, la misma fue sorteada por la mediación de las organizaciones sociales y “los jóvenes” de algunas agrupaciones y vecinos y vecinas solidarios que aparecen como vinculadores tecnológicos”. Docentes de la UNGS entrevistaron a 129 referentes territoriales de distintas localidades del Conurbano, sistematizaron y divulgan la información. Sirve como insumo a las autoridades políticas. Contestan, noquean, a un interrogante que introdujo la ex gobernadora María Eugenia Vidal. Sí, señora; es de equidad que existan esas universidades.
La inversión social vale, en ocasiones, para prevenir momentos de zozobra. Nadie acusa a los bomberos de ñoquis porque están a menudo en guardia pasiva… algo similar sucede con los hospitales de campaña, los respiradores, los kits de laboratorio por los que ahora clama la derecha autóctona. Ojalá no sean necesarios, menos mal que están disponibles.
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Guerra internacional en ciernes: El decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo es requerido por radios y canales de noticias. Atraviesa su cuarto de hora mediático sin disfrutarlo. Los comunicadores ensalzan a Suecia pero no lo dejan explayarse. Lo interrumpen, le preguntan si cree que “Cristina está detrás de las declaraciones del presidente”. Trata de explicar que lo ignora, lo cortan, le gritan. Le ofrecen desagravios, parecen estar comentando una ofensiva bélica. El Decano desea cortarla, volver al libro que pergeña, a la novia que se enfada con tanto barullo, a los asados que todavía arrebata o sirve crudos.
Entre tanto, su discípulo, el politólogo sueco que escribe tesis sobre Argentina elucubra cómo volver a fatigar el Conurbano, en compañía de la pelirroja progre que ahora es albertista. Hay tanto para ver y estudiar por ahí… tantos compañeros en acción. Pero la Colorada se verticaliza con la Comunidad Organizada: minga de trasgredir las reglas del aislamiento. Hay que seguir las directivas de Alberto y hasta las de Larreta. El tesista se tranquiliza, mira los partidos de la Bundesliga y empieza a preguntarse cuando volverá el fútbol local. De taquito, consuela al Decano enviándole todas las notas que cuestionan la xenofobia anti escandinava del presidente. El Decano, podrido, las manda a papelera de reciclaje.
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Efemérides y profecías: Se evocó el aniversario del asesinato del cura Carlos Mugica que eligió vivir en la villa y luchar junto a los villeros. Mañana se cumple un año del paso atrás de Cristina Kirchner, una maniobra única que seguramente determinó el resultado de las elecciones presidenciales. Alberto Fernández arrancó con un programa económico cauteloso, enfocado en los más necesitados. La pandemia convulsionó todo. Interrogarse acerca de qué hubiera pasado sin pandemia es un ejercicio contrafactual, carente de interés, porque ese pasado no volverá. Es al tiempo prematuro vaticinar qué sobrevendrá. Ejemplos regionales como Chile y Brasil dejan mal parada a la derecha sudamericana aunque difieran mucho los modales del presidente chileno Sebastián Piñera y los del brasileño Jair Bolsonaro. El Ecuador de Lenin Moreno causa espanto.
El Congreso retoma tareas, en sesiones consensuadas. Deberá reformatearse para trabajar de otro modo. Aglomerar decenas de adultos mayores en un recinto queda demodé y peligroso como tantas prácticas del pasado (ver asimismo nota aparte)
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Se retoman actividades productivas en las provincias. Despacio, estableciendo protocolos, otro vocablo-práctica que imponen las circunstancias.
El canje de deuda parece entrar en la última semana, con deadline el viernes 22. Tres grupos de bonistas presentan contraofertas. Esa negociación tiene final abierto, como todos los porvenires que atañen a los argentinos.