El viernes 8 de mayo, la Cancillería argentina recibió un mensaje. Venía del Ministerio de Justicia de Brasil. Los funcionarios brasileños querían saber si a la Argentina todavía le interesaba la detención del prefecto retirado Gonzálo Sánchez, alias “Chispa”, el represor acusado por el secuestro de Rodolfo Walsh y otros cientos de secuestros más, y también por su participación en la logística de los vuelos de la muerte. El jueves 14 de mayo a la noche, Sánchez ya estaba alojado en una celda de la Policía Federal. Una extradición en velocidad.
Desde que se hizo cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores, el 10 de diciembre, Felipe Solá dio instrucciones de impulsar y facilitar todos los procesos de extradición pendientes sobre represores de la dictadura. Uno de los casos era el de Sánchez, reclamado en la pesquisa sobre la Escuela de Mecánica de la Armada cuando Sergio Torres ocupaba el juzgado federal número 12. Ahora, con Torres en la Suprema Corte bonaerense, subroga ese juzgado Rodolfo Canicoba Corral.
Como informó este diario, Sánchez llegó a estar detenido en Brasil, donde se había profugado. Consiguió la prisión domiciliaria a pesar de que no tenía edad para ese régimen (nació en 1951) y luego se fugó. No muy lejos. Siguió viviendo en la bella Paraty. A tiro de extradición, si en algún momento había voluntad.
Según pudo saber Página/12 de fuentes judiciales brasileñas, la orden de extradición estaba. Llevaba el número 1270 y contenía los fundamentos firmados por el Supremo Tribunal Federal el 1° de julio de 2018. Allí el STF resolvió que los crímenes de lesa humanidad prescriben porque Brasil “hasta hoy no suscribió la Convención de la ONU sobre crímenes de guerra”. Sin embargo quedaba en pie, para el STF, el delito de secuestro. “Es de naturaleza permanente, lo que significa que su consumación se prolonga todo el tiempo que la persona secuestrada permanezca desaparecida”. Y agregaba: “En el presente caso, las víctimas continúan desaparecidas, lo cual se aleja de la prescripción”.
El pedido para detener a Sánchez ya había sido remitido por el Supremo Tribunal Federal al Ministerio de Justicia brasileño el 23 de diciembre de 2019.
El temor de los oficiales federales brasileños interesados en cumplir con la ley era practicar la detención y que luego el trámite cayera en el letargo burocrático. Por eso preguntaron a los argentinos si todavía estaban interesados.
Los funcionarios de la Cancillería que recibieron el mensaje estaban seguros de que la respuesta de Solá sería afirmativa pero por la importancia del tema igual elevaron la consulta. “Por supuesto que hay que avanzar”, les dijo canciller, que de inmediato informó al Presidente Alberto Fernández sobre la novedad.
El mensaje argentino de respuesta afirmativa salió de inmediato el mismo viernes 8. El fin de semana transcurrió sin novedades. El lunes 11 el consulado en Río de Janeiro, la embajada argentina en Brasilia y la propia Cancillería recibieron la segunda noticia: Sánchez había sido apresado por la Policía Federal brasileña en Paraty, en el Estado de Río de Janeiro.
La instrucción de Solá a toda la estructura fue cumplir con todos los pasos legales y a la vez apurar el trámite en la medida de las posibilidades. El consulado en Río ya tenía contactos previos con la Policía Federal. Es de rigor que los cónsules asistan a los ciudadanos argentinos para resguardar sus derechos. Por ejemplo el país no tiene obligación de designar un defensor pero sí preocuparse por el derecho a defensa. Lo habitual incluso es que el consulado les lleve comida a los presos. La vianda siempre es igual: dos sándwiches de jamón y queso y un jugo.
Sánchez fue trasladado de Paraty a una comisaría en el centro de Río de Janeiro, en la propia Superintendencia Regional. Oficiales de la Policía Federal brasileña contaron a Página/12 que el flamante preso aún lucía rozagante con su tostado suave en la piel y una chomba blanca, celeste y gris cuando le tomaron la primera fotografía delante de un calibre que marcaba un metro setenta y cinco. En una de las fotos el reo se levantó la manga izquierda y dejó ver su tatuaje: un ancla.
Ese mismo día Sánchez fue revisado por un médico forense. Su estado de salud permitía un viaje y no había signos de covid-19. Itamaraty notificó la extradición a la Cancillería argentina y recibió de la embajada argentina el compromiso habitual de que Sánchez no sería sometido a tratos degradantes o tortura y que sería juzgado solo por los delitos de la extradición.
A esa altura Interpol de Brasil y la policía brasileña se pusieron en contacto con Interpol de la Argentina y la Policía Federal. Los brasileños informaron a los argentinos que contemplaban trasladar a Sánchez al día siguiente. El Ministerio de Seguridad de la Argentina supo que el viaje no sería por tierra sino por aire, desde Río de Janeiro hasta Foz do Iguacú.
Así fue. Solo que en la mañana del 13 de mayo, antes de que el avión partiera, el defensor público oficial Gustavo Zortea da Silva pidió al STF detalles sobre la extradición. Un sobresalto. O un simple detalle burocrático. Solá mantuvo su posición de no dar ningún paso en falso. La única comunicación oficial de la Cancillería informó que el STF había considerado a Sánchez apto para ser extraditado. El Presidente Fernández ordenó esperar los hechos.
El Grand Caravan con placa PR-AAB de la Coordinación de Aviación Operacional de la Policía Federal decoló de Río al mediodía y llegó a Foz a las cuatro de la tarde. Sánchez fue alojado en la Superintendencia local. Ya estaba cerca de la frontera con la Argentina. El secuestrador de Walsh pasaría la noche allí y al día siguiente sería cruzado por el puente Tancredo Neves hacia Puerto Iguazú. A las 22 del miércoles 13 los funcionarios argentinos se quedaron más tranquilos. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, a través de la jefa de División de Cooperación Jurídica Internacional Fabiana Arazini García Kanadoglu, informó a la Argentina que quedaba autorizada la entrega de Sánchez a los agentes policiales argentinos.
A las siete de la mañana del jueves 14 partió de Buenos Aires un avión Twin Otter de la Policía Federal, matrícula LQ-JKE, con un subcomisario y dos suboficiales de la División de Investigación Federal de Fugitivos y Extradiciones, Departamento Interpol. Viajaron también dos funcionarios. Por el Ministerio de Seguridad Sabina Frederic envió a Ezequiel Rochinstein. Solá designó al diplomático Gonzalo Urriolabeitia.
Urriolabeitia conoce bien Brasil. Cumplió funciones en la embajada argentina en Brasilia durante el primer gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Luego fue embajador en Armenia y ahora está en la Argentina. Para Rochinstein el viaje tenía una carga especial. Es el nieto recuperado número 102. Hijo de María Graciela Tauro y de Jorge Rochinstein, ambos secuestrados, su padre fue llevado al campo de concentración de Mansión Seré y su madre a la Escuela de Mecánica de la Armada. Dio a luz a Ezequiel en la maternidad clandestina de la ESMA.
A las 14.26 del jueves 14 la comitiva argentina se encontró con la brasileña. Y con Sánchez. El represor fue entregado. Los policías federales argentinos le informaron a Sánchez sus derechos. Rochinstein, Urriolabeitia y el subcomisario notificaron a Buenos Aires la concreción del traspaso. Ya en la pista, bomberos de la Policía Federal desinfectaron la ropa de “Chispa”, le pusieron una antiparra para el Covid-19 por encima del barbijo y colocaron alcohol en sus manos. A las 15.30 pudieron decolar. Una hora y media después el aparato aterrizaba en Posadas para reponer combustible. Luego, otra vez en vuelo hacia el destino final. A las 21 el secretario de Seguridad Eduardo Villalba (el otro secretario al tanto de toda la operación era el de Articulación Federal, Gabriel Fuks) le mandó un mensaje de WhatsApp a su ministra: “Aterrizado en Ezeiza el Twin con el detenido”. Urriolabeitia se lo anunció a Solá. El Presidente, que había pasado las últimas horas ultimando detalles para anunciar el megaplan de viviendas, fue informado. Luego tuitearía que Sánchez ya estaba en el país. “El compromiso de la Argentina con la memoria, la verdad y la justicia es inclaudicable”, concluía el tuit presidencial.
Media hora después, a las 21.30, Sánchez ya estaba en la Superintendencia de Investigaciones Federales en Lugano, conocida como Madariaga. Las autoridades de Seguridad recibieron el último mensaje del día: “Sección Alcaidía Madariaga. Arribo del detenido Sánchez a dicha dpcia., donde quedará alojado a disposición de la magistratura actuante. Todo sin ningún tipo de novedad! Detenido a resguardo”.