Desde Marbella.La biografía de Julio Anguita dice que fue el primer alcalde comunista de una ciudad española (Córdoba) tras la Guerra Civil, el secretario general del Partido Comunista de España (PCE) que por primera vez cuestionó abiertamente la política de cesiones impulsada por su antecesor, Santiago Carrillo, durante el proceso post dictadura conocido como la Transición y el líder que consiguió aglutinar bajo las siglas de Izquierda Unida a todo el espacio político situado a la izquierda del PSOE que había confluido en el "No" cuando Felipe González llevó en 1984 a los españoles a votar en referéndum la entrada de su país en la OTAN.
Su influencia, sin embargo, fue mucho más allá de los cargos que ocupó en un momento clave de la política española. Los actuales líderes de la izquierda española, tanto Pablo Iglesias (Podemos) como Alberto Garzón (Izquierda Unida) lo reconocen como inspirador y referente moral. “Sigo llorando y no sé cuándo dejaré de hacerlo. Hemos perdido al más grande”, escribió este sábado Garzón, actual secretario general del PCE y ministro de Consumo en el gobierno de Pedro Sánchez, en su cuenta de Twitter.
La consideración de Iglesias y Garzón no es ajena a la de prácticamente todo el espacio político situado a la izquierda de los socialistas, que reconocía en Anguita a su gran referente moral. Secretario general de PCE entre 1988 y 1998 y fundador de Izquierda Unida, formación que lideró hasta el último año del siglo pasado, le tocó timonear a la izquierda en unos años en los que la política española se había convertido en un sistema bipartidista imperfecto en el que el PSOE y el Partido Popular aglutinaban el 90 por ciento de los votos.
Fue en aquella época cuando acuñó algunas de sus expresiones más recordadas: la de "las dos orillas", que situaba a ambos partidos en un mismo lado del río y a IU en la contraria, y la de "programa, programa, programa", con la que respondía cada vez que le preguntaban cuáles eran sus condiciones para pactar con los socialistas y evitar la llegada de la derecha al poder.
En contraposición a quienes le reclamaban acuerdos con el PSOE de Felipe González, recurría a otra expresión por la que se lo recuerda, ésta importada de Italia, con la que resumía su estrategia. Aspiraba al "sorpasso", adelantarse en votos a los socialistas y liderar la izquierda. Nunca estuvo cerca de conseguirlo.
Se opuso a los acuerdos de Maastricht, que marcaron la creación del euro como moneda única europea y acabó retirándose de la primera línea en 2000, cuando renunció como coordinador general de Izquierda Unida. Se fue dejando una imagen de líder incorruptible, con fuertes principios, cierta rigidez ideológica y escasa cintura política. Sus libros de cabecera, solía repetir, eran el Quijote, la Biblia y El Capital.
Tres años después sufriría una tragedia personal. Su hijo, el periodista Julio Anguita Parrado, que cubría como corresponsal la guerra de Irak, murió alcanzado por un misil. “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”, dijo cuando le comunicaron la noticia.
La muerte lo sorprendió este sábado a los 78 años en Córdoba, donde vivía retirado con el único ingreso de su jubilación como maestro. Las muestras de respeto a su figura se han dejado oír desde todo el espectro político español. Especialmente desde sus herederos políticos, que ahora ejercen el gobierno tras alcanzar un pacto con el PSOE que él nunca se planteó firmar.