“No seas apocalíptica”, me repito cada vez que me levanto. Hoy me dispongo a releer un libro que estamos dando en el colegio en el que soy bibliotecaria. Durante la cuarentena me tocó cambiar de trabajo, hacer un reemplazo en lengua y literatura. De repente me vi encerrada y dando clases en secundaria nuevamente. A algunxs chicxs lxs conozco porque suelen ir a leer o sacan libros, a otrxs es la primera vez que les veo las caras. Me resulta difícil el cambio, pero no me quejo porque pienso en personas que quiero que están sin trabajo y porque creo que puedo hacerlo.

“Vos estás muy preparada para esto”, me dice mi compañera dándome ánimo, es cierto, lo estoy, pero no me lo esperaba. Todavía me acuerdo rindiendo literatura iberoamericana, hace más de diez años, con la profesora Sonia Contardi, recuerdo recitarle de memoria los primeros versos del poema Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz que mi abuela, también docente, recitaba y me había enseñado de chica. Recuerdo que amé dar literatura precolombina, recuerdo que amo la literatura y que doy clases de escritura literaria hace más de diez años porque amo la palabra, recuerdo, también, que estoy preparada para hablar de todo eso, pero en este contexto es diferente, porque no estaba preparada para ser docente en una pandemia.

Mis amigas, también profesoras de letras, me consuelan y me dicen que están en la misma, que no es porque hace mucho que no doy clase en secundario, que no somos heroínas, que queremos que esto termine porque nos excede. Si tengo que dar clases que sea en un aula mirando a los ojos y no a una pantalla o, lo que es peor, en la mayoría de los casos a un nombre, sin cara, flotando en una pantalla.

Es muy difícil, sin embargo, agacho la cabeza y como buen buey tiro del carro, me conecto, recibo fotos de carpetas con los ejercicios escritos a mano, me pregunto cómo corregir 120 fotos por semana.

Estaban dando Malinche de Laura Esquivel, capítulo a capítulo vamos avanzando. Me gusta que estemos dando un libro de una escritora, me gusta que en su libro la protagonista sea la rebelde Malinche. Tengo que explicar estructura narrativa, tengo que explicar los núcleos narrativos. Cuento su historia, mucho de lo que digo no está en el libro, pero luego volvemos al texto. Les digo que la literatura siempre es una gran mentira pero que puede decir muchas verdades, sobre todo propias, de cada quien.

Los lunes doy dos horas de clases a la mañana y cuatro a la tarde. En el medio me voy al patio. Tiré unas semillas de calabaza en una maceta deshabitada. Al principio asomaron unas hojas verdes, peluditas, ahora es un voluptuoso matorral. Me dedico a la jardinería todo lo que puedo, es lo que hago por placer. De películas y series tengo poco en el haber de la cuarentena y lo que leo la mayoría es para dar clase en el secundario. Huyo de las pantallas cuando puedo, no le hago caso a los grupos, a amigues a veces les contesto días después. Tengo tres tachos de pintura con compost y un lumbricario. El jardín y la terraza de a poco se van llenando de flores y de verde. Escarbando la tierra me acuerdo que tengo video conferencia con la familia. Mi hermano es médico, está en la trinchera, detrás de la pantalla dice que esto va a durar, es en el único que confío, todo lo otro que leo o veo por televisión, aunque hable del coronavirus, para mí es literatura, “pero la literatura es una gran mentira que deja entrever algunas verdades, propias sobre todo”, reitero, esta vez para adentro. Mi mamá se desconecta, se vuelve a conectar, papá se enoja porque el celular se le queda sin batería, con dificultades nos despedimos, tres extrañas sonrisas me recuerdan a personas que quiero.

“No seas apocalíptica” me repito cuando cierro el Zoom, también cuando escribo estas palabras, ¿pero esas personas son las mismas que las que yo quiero?, todo se confunde en este torbellino de imágenes, de cambios, de flashes. Respiro hondo, miro la bandeja de entrada, todavía me quedan treinta trabajos para corregir, ahora no hay tiempo para pensar, con los ojos llorosos tengo que volver a Malinche, a dos cursos que esperan una clase mía, quiero hablar de feminismo, quiero decirles que Malinche no amaba a Cortés, que tampoco es una heroína, que es una superviviente como tantas mujeres en la historia y en el mundo, como tantas que hoy están encerradas en sus casas con sus agresores, como cada una de nosotras que carga el peso de la violencia en su historia y busca intersticios como la palabra para anudar el dolor y transformarlo. Quiero volver a decirles con los ojos brillosos, pero no de pantalla, que la literatura es una gran mentira y que puede decir entre líneas algunas tristes verdades.  

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