La emergencia en las últimas jornadas de personas contagiadas de Covid-19 no hace más que sacar a luz lo evidente, lo irrefutable.

En efecto un 40% de la población de la región Argentina vive en la pobreza, carece de lo esencial, agua potable por caso, condiciones habitacionales de hacinamiento, etc.

La concentración poblacional en conglomerados urbanos es consecuencia directa de la concentración de capitales. Los bolsones de pobreza han ido creciendo al ritmo de la perversa dinámica del capital y sus políticas excluyentes.

Ha habido durante décadas planificación del empobrecimiento y quienes crean que esos planes no fueron exitosos obran de mala fe. Los resultados están a la vista.

En la difusión de datos y estadísticas se suele soslayar la información esencial y es la que corresponde a las terribles y espantosas condiciones materiales de existencia de una importante porción de población cuya fuerza de trabajo es explotada. Precarización, flexibilización, polifuncionalidad son algunos de los dispositivos para la expoliación y el permanente proceso acumulativo de las élites dominantes.

Las estructuras verticales gestionadas por burócratas contribuyen como mecanismo del disciplinamiento social.

Estamos vivenciando un cambio de época en el cual ante los nuevos ataques del capital es preciso articular nuevas formas organizativas de resistencia colectiva.

Más allá de los silenciamientos y las maniobras desinformativas.

 

Carlos A. Solero