Los hijos, dicen, pueden salir como los padres. O “contra” los padres. Es decir, seguir un sendero trazado o tomar uno alternativo, alejado de las imposiciones que supieron sufrir. El segundo es el caso de Phil Jackson, quien en su camino para ser –quizás- el mejor coach de básquet de la historia se despojó de muchas de las ataduras mentales y se abrió a ideas y prácticas que rompieron el molde de la dirección técnica.
El DT, ya retirado, nació en septiembre del 45 en un pueblito de Montana y se crió en el seno de una familia pentecostal muy estricta. Sus padres, ministros de las "Asambleas de Dios", le inyectaron dogmas religiosos, intentando que pensara y se comportara de una forma rígida. Phil y sus tres hermanos tenían prohibido mirar televisión o bailar, por caso. De hecho, vio su primera película a los 17 años y no fue a un baile hasta que cursaba en la facultad. Pero, con el tiempo, Jackson se dio cuenta que tenía una esencia distinta a la de sus padres. Luchó para liberarse de los preconceptos, desarrolló un modo más tolerante de ser y se convirtió en una persona más abierta hasta revolucionar la forma de dirigir, de llegarles a estrellas desbordadas de dinero, ego y carencias afectivas.
León Najnudel, creador de nuestra Liga Nacional, decía que "una de las cosas que debe saber un DT es de básquet". Phil era eso, un tipo que sabía de su deporte, y de muchas cosas más. Su cultura general, filosofía de vida, sensibilidad y sentido común fueron elementos decisivos para formar 11 equipos que ganaron títulos y guiar a la gloria a tres de los diez mejores jugadores de la historia (Jordan, Kobe y Shaq). En esta nota se abordarán, a través de su historia, cuáles fueron sus fortalezas y las herramientas disruptivas que usó para dejar una huella indeleble.
El deporte fue, de chico, su vía de escape. En Dakota del Norte, donde su familia se mudó, fue al secundario y practicó cada actividad que pudo: fútbol americano, béisbol, básquet y hasta atletismo. “Esa pasión deportiva fue consecuencia de la posibilidad de hacer, por primera vez, lo mismo que muchos otros chicos”, admitió Chuck, su hermano mayor. Fue como salir a la vida. Se inclinó por el básquet, tras la beca de la Universidad de North Dakota. Ya en libertad, Phil desplegó sus alas como persona. Experimentó otras opciones, incluyendo drogas. En el libro Mindgames habla de cómo le “encantaban los efectos, porque me permitía ver los eventos y las relaciones de una manera distinta”. Claro, eran los 60 y 70, una época distinta en la que Phil abrazó el hipismo, el movimiento contracultural, libertario y pacifista que defendía la libertad sexual y la utilización de drogas. Phil admitió incluso haber tomado hasta ácidos. “Las drogas son una experiencia liberadora. Me volvieron una persona más concentrada y me ayudaron a expandirme”, aseveró.
En el básquet, Jackson descubrió su rol, teniendo en cuenta que era un blanquito con poca potencia y capacidad atlética. Así llegó a la NBA. Allí, con un rol secundario pero valioso como obrero, fue parte de los dos veces campeones Knicks (1970 y 1973). En ese equipo tenía como entrenador a quien sería su gran inspiración, Red Holzman. Un DT relajado que entendía el básquet como un todo, que impulsó un estilo sin egoísmos, donde lo primero era el equipo. Un juego simple, basado en los fundamentos y la inteligencia de cada jugador más que en la capacidad física. Todo lo que Phil inculcaría después a sus dirigidos… Ya como coach, su primer destino fue Puerto Rico, cuatro años (1984-1987) de aprendizajes, buenas campañas y algunos fracasos. Le fue mal en sus pasos por Piratas de Quebradillas, pero bien en Gallitos de Isabela (perdió una final). Mucho mejor le fue en la CBA, la liga de desarrollo de la NBA, donde ganó el primer título de los Albany Patroons, en 1984.
Jackson no renegó de todo lo que vivió de chico. Inteligente, supo quedarse con lo mejor y descartar lo que estaba contra su esencia. De sus padres captó la idea de potenciar lo colectivo. “De pequeño me fascinaba la capacidad que tenían para crear comunidad. Los rituales ejercieron un efecto profundo en mí, así como en mi idea de liderazgo, si bien más adelante me distancié del pentecostalismo y encontré una nueva dirección espiritual”, resalta en Eleven Rings, su último libro. Jackson fue una persona muy ecléctica que se hizo un apasionado de la espiritualidad y encontró ideas en tradiciones ancestrales. Por caso, en la filosofía zen, una escuela del budismo de la que sacó las técnicas de relajación y motivación. “Resumiendo, te ayuda a encontrar tu propio camino”, contó Kobe.
La idea de la meditación era que los jugadores se concentraran en algo más que las estrategias de juego. Eran comunes las respiraciones, incluso antes de los partidos, dejando a oscuras el vestuario, con los jugadores tomados de la mano y repitiendo mantras. “Era una manera eficaz de serenar mentes agitadas y concentrar la atención en el presente. También descubrí que haciendo que los jugadores permanecieran en silencio y respirasen juntos se alineaban más eficazmente que con mis palabras”, explicó Phil.
En cuarto capítulo de la serie "The Last Dance" se ve a todo el equipo de los Bulls, incluido a Jordan, haciendo yoga y meditación en un entrenamiento. El coach debía ser cautivante para lograr semejante “hito” en un ámbito en el que lo tan distinto está mal visto. Podrían parecer técnicas “locas” o hasta avergonzantes para estrellas, pero todos las practicaban. “Al principio me preocupaba que mis jugadores las consideraba disparatadas, pero con el tiempo comprobé que, cuando más hablaba con el corazón, más me escuchaban y se beneficiaban mis ideas”, comentó. Phil aplicó otras prácticas sacadas del misticismo cristiano y de los rituales aborígenes norteamericanos. Dentro de este método holístico también era de regalarles libros a los jugadores para ayudarlos a nivel personal y cada día los sorprendía buscando sacarlos de la burbuja naranja. Una vez, en 1993, los Bulls llegaron al hotel en Nueva York en medio de tensión interna y Phil se los llevó de excursión a la estatua de la Libertad. En Chicago también asombró a los jugadores cuando les pidió que entrenasen en silencio o con las luces apagadas. “Me gustaba innovar y tener atentos a todos, prepararlos para las adversidades”, precisó.
Jackson llegó a los Bulls en 1987. Y se preparó para, en 1989, dar el gran salto a coach principal. Pese a que Doug Collins lo había llevado hasta la final del Este, Jerry Krause creía que Phil era el elegido para potenciar más al equipo y tomó la decisión de echar a Collins, algo que a Jordan no le agradó. La idea era pasar de un DT pasional, enamorado del talento individual (de MJ), a otro más tranquilo y paciente que, sobre todo, tenía otra mirada del básquet y podría hacerles entender a todos, en especial a MJ, la importancia de la dinámica grupal, algo que –para Jackson- va incluso más allá del juego. Para entenderlo mejor: Collins era un Cholo Simeone... Phil fue más un Sabella. O un Menotti. Con cosas de Griguol, Bianchi y Gallardo. Alguien con otro approach hacia el grupo y hacia el juego. Más maestro que obsesivo, pensando más en lo colectivo y en las personas, sus intereses y problemas, buscando relacionarse con cada jugador como persona en su totalidad, más que como un engranaje más de una maquinaria del éxito.
Jackson se fue comprando a MJ con ese estilo. Con la misma filosofía que lo acercó a Rodman para sacarle todo el jugo. La que le sirvió para contener y potenciar a Pippen. O que le permitió meter a Toni Kukoc en un equipo que no lo quería. El que se bancó años de tensión, propia y del equipo, con la dirigencia... Phil tuvo otra forma de liderar. No tan obsesiva, más relajada. No trató a todos de igual manera. Supo que existen personalidades distintas, con fortalezas y falencias. Y actuó en consecuencia. A Dennis supo entenderlo, contenerlo, ser una figura paterna. Con él, por caso, se conectó desde la ancestral cultura indígena. Al Gusano lo llamaba Heyoka, “la persona que caminaba al revés que el resto”. Pero Phil supo que “yo era diferente”, admitió Dennis. A tal punto que intercedió con MJ y la dirigencia para dejarlo ir unos días a Las Vegas en medio de la temporada 97/98. Entendió que Rodman lo necesitaba... En otro equipo algo así no funcionaba. Pero era Phil, un titiritero de las mentes, un hacedor de grupos que tenía las reglas como orientación y no como un dictamen definitivo. Tampoco es casualidad que Jackson haya abrazado al Gusano. Recordando su historia en los 70, Phil era también un distinto, como un Dennis flaco, sin músculos ni tanta fiesta, claro...
Jordan, en el capítulo 6, resume lo que era Phil cuando se lo ve jugando al golf a una semana del inicio de los playoffs 98. "Phil sabe que necesitábamos distraernos. Un DT joven nos tendría entrenando ahora", comparó. Jackson liberaba tensiones. Phil se relacionaba más allá del básquet. Era un amigo, un padre, pero si había que poner límites, era el coach. Algo que no es nada sencillo, porque los límites se pueden confundir. Pero él lo lograba. Sin dudas, un tipo muy especial. No era el clásico DT dominante “se hace como yo digo o te vas” porque “cuanto más intentaba ejercer el poder directamente, menos poderoso era”. Dejaba el ego en el banco y distribuía el poder, sin renunciar a la autoridad. Intentó que los jugadores desarrollaran su talento y encontrar su destino. “La mayoría está acostumbrado a permitir que el DT piense por ellos. Cuando en la cancha hay un problema, miran nerviosamente al banco con la ilusión de que el DT ofrezca la solución. No me gusta. Siempre me preocupé que los jugadores piensen por sí mismos y sean capaces de tomar decisiones difíciles en el fragor de la lucha”, explicó.
Era normal ver a Phil sin pedir tiempo muerto en los malos momentos de sus equipos. “Era para que ellos encontraran la solución”. Jordan amaba esa virtud, la denominaba “capacidad de pensamiento colectivo”. Lo mismo que la paciencia que tenía en los finales. “Mi confianza y seguridad iban en aumento porque sabía que, cuando el ánimo era el adecuado y los jugadores sintonizaban, era probable que el partido se decantase a nuestro favor”, argumenta. La elección del ataque triangular fue un ejemplo de cómo buscaba potenciar la solidaridad, inteligencia y trabajo colectivo. Lo tomó de Tex Winter, un gurú del básquet que era asistente –como él-, pero sus ideas no eran del agrado de Collins. Hasta que asumió Phil. Jackson destacó su simpleza pero a la vez la creatividad que permitía dentro de una estructura clara. MJ, aseguran, aclaró en la intimidad que “le daría dos partidos”, cuando Phil lo implementó y, si bien nunca fue un gran amante del sistema, lo respetó y convivió con él durante casi una década. Amaba a Phil y por eso, cuando Krause se lo quiso sacar de encima, se fue con él, tras el sexto anillo.
Tuvo detractores. O críticos celosos. Red Auerbach, mítico coach de los Celtics que era el líder en títulos hasta que Phil lo superó, fue el abanderado de aquellos que minimizaron la capacidad de Jackson, diciendo que su éxito tenía básicamente que ver con haber contado siempre con al menos dos superestrellas en cada equipo campeón. La realidad que, sin él, ninguno ganó nada. Por caso, Kobe y Jordan suman 0 títulos en 18 temporadas. A dos de los más talentosos, creativos y competitivos jugadores de la historia les hizo entender que no podían ganar solos, que necesitan confiar en los compañeros, que debían ser mejores líderes… En definitiva, que todos, incluso los mejores, ganan en equipo. El resultado fueron 11 anillos (6 para MJ, 5 para Kobe) en 16 temporadas. (El Outsider) Phil lo hizo.