Refutación de Troya es el más reciente trabajo de la dupla que integran Gustavo Galuppo y Carolina Rímini, y su estreno de hace días continúa online en el sitio especializado Kilómetro 111 . También allí destaca la compañía analítica que ofrece el texto “Refutación y reinvención de la imagen. A propósito de Refutación de Troya”, de Emilio Bernini. La incidencia de su lectura es un rasgo bienvenido, que las líneas que siguen no intentan disimular.
En este sentido, lo que asoma es el análisis de un trabajo que ya es el de una obra. Galuppo/Rímini continúan, podría decirse, el camino de un ensayo audiovisual extensivo, en donde cada parada interactúa con las anteriores mientras enhebran el porvenir de la próxima: La creación de un mundo, Pequeño diccionario ilustrado de la electricidad, Binaria, Has pensado en matar, son estos eslabones.
Por su parte, Refutación de Troya guarda su razón nominal como descifrado interno, a develar. Primero oficia desde la evocación bélica que ya el título evoca. Algo que será abordado en el denominado “Primer movimiento: Private Dancer”. La violencia, el sometimiento, la guerra, asoman como consumaciones y corolario a la construcción del enemigo. Querer matar, allí la cuestión. Pero las imágenes, aquí el asunto, no guardan una génesis distinta. Imágenes como consolidación simbólica del “otro”, como justificaciones a partir de las cuales proceder a la violencia.
La pregunta por la imagen provoca, desde ya, su invocación. La historia del cine aparece como el reservorio e instancia a denunciar. Al hacerlo, esa misma historia es señalada como una operación ideológica. Consecuente con la organización social que promueve, con las violencias que legitima. De John Ford a Rambo, el periplo guarda concomitancias más allá de las formas distintivas. Un siglo y poco más de imágenes, en donde los superhéroes de Marvel continúan el heroísmo del Ku Klux Klan de El nacimiento de una nación (1915).
Las evocaciones de Refutación de Troya operan como retazos, desprendimientos de un imaginario colectivo, intervenidos con rayaduras y colores. El resultado es estridente. Atrapa y logra un distanciamiento. También como una ebullición que yuxtapone, de forma meditada, fragmentos cinematográficos y fotogramas. La imagen, en suma, supeditada a una mirada introspectiva. La imagen cinematográfica como objeto que electrónicamente auscultar, con el video como escalpelo. Al hacerlo, Refutación de Troya, imagen al fin y al cabo, es quien se sitúa también como sospecha de sí misma.
De este modo, el manto de duda se asume. Dialécticamente. Desde un proceder cercano a las Histoire(s) du cinema de Jean-Luc Godard. El cine es una promesa (El cine como promesa (Sans Soleil) es el título del libro de Galuppo) traicionada. Su denuncia como vehículo que legitima la violencia capitalista revierte las definiciones usuales. “El espectador no se identifica con el personaje. Se identifica con el enemigo”, dicen Galuppo/Rímini. Así, son los espectadores mismos quienes han sido engañados. Víctimas de una fascinación que les llevó a celebrar matanzas y persecuciones al diferente. El monstruo, el negro, la puta, el indio. Los ejemplos siguen.
Todo este primer movimiento de Refutación de Troya pareciera, en suma, la profundización de esa alerta temprana con la cual Walter Benjamin cerrara su ensayo “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, donde advierte sobre la “estetización de la política puesta en práctica por el fascismo”. “Su autoenajenación -dice Benjamin- ha alcanzado un grado tal que le permite (a la humanidad) vivir su propia aniquilación como un goce estético de primer orden”.
De manera equilibrada, Refutación de Troya guarda simetría con su segundo movimiento –“Humus”–, contraparte que subvierte y desafía el ánimo previo. El doblez lo permite un “interludio”: “La misa de San Ignacio”. Allí asaltan al ojo imágenes de represión en Latinoamérica, coincidentes con el momento mismo durante la gestación de este video. Las balas y golpizas cobran una dimensión urgente. La misma que oficiaba en Binaria, con un interludio similar. Si la violencia simbólica no basta, hay otros medios.
Con “Humus” no es que el recorrido yuxtapuesto se deshaga, antes bien, se tranquiliza. Aquí es donde la imagen se reencuentra consigo. Se deshace de lo accesorio, y es consecuente con las preguntas con las que abre su recorrido: ¿por qué?, ¿para quién?, ¿contra quién? Aparecerán, entonces, a partir o a través del afecto, del amor. En la piel, su rugosidad y texturas (mientras dialogan con el cine de Sokurov, particularmente en Madre e hijo). El montaje puede discurrir de otros modos, incitado por la mirada que mira a quien ama. Los pies niños, la tierra húmeda. Una caricia de luz, el vientre de vida. Detalles íntimos. Piel joven, piel arrugada. El paso del tiempo y el árbol que permanece (de un silencio cuyos ecos rememoran el de la naturaleza impertérrita del cine de Ozu, según la mirada de Deleuze).
Refutación de Troya se reserva una coda. La titula "Caral”, es el nombre de una antigua civilización descubierta en Perú. Con ella, la aseveración de que la violencia no la definía, de que el comercio justo y la distribución equitativa los acompañaba. Los investigadores se empecinan, de todos modos, en encontrar el lugar de la violencia seminal. Pero no está. Y Caral que es anterior a todo esto. De esta manera, Refutación de Troya desoculta su nombre clave, el de una organización social distante en el tiempo, anterior y verdadera, como cara cíclica a la cual volver para así seguir.
Troya sucumbe y Caral asoma. El video de Galuppo y Rímini adquiere un carácter cíclico. Así como el de la luz que acaricia al vientre de vida.