La pandemia, como todo lo que tiene que ver con la muerte, trae cierto halo de verdad. Es el momento en que se hace evidente que no todos somos iguales, cuando no bastan los buenos propósitos para enfrentar acuciantes realidades materiales. El virus pone en evidencia que en los bordes de la zona más rica de Buenos Aires hay argentinos que viven con las carencias más elementales. Por supuesto que esto dice mucho sobre las prioridades de quienes han gobernado la ciudad de Buenos Aires en los últimos doce años, pero también –en esta hora dramática que reclama la sinceridad de todos- aceptemos que esa responsabilidad no es excluyente. Una urbanización de las villas que no termine siendo expulsiva de sus actuales ocupantes requiere un gran esfuerzo de inversión, un no menos importante consenso social y la acción conjunta de todas las jurisdicciones.
La erradicación de las Villas había sido un objetivo central en la política de las últimas dictaduras. La de 1966 no lo consiguió, como muchas otras cosas, la de 1976 casi lo consiguió con métodos similares a los utilizados por Antonio Bussi para llevar a los pobres más allá de las fronteras de Tucumán. Restablecido el gobierno constitucional, hubo algunos proyectos interesantes, pero nunca se pudo avanzar demasiado. Un intendente menemista, ignorando treinta años de lucha de la Villa 31, propuso un proyecto de erradicación y obtuvo un doble rechazo, de los habitantes del actual Barrio Mujica y de los vecinos de las zonas de la ciudad que no querían recibir a los desplazados. Después se descartó la erradicación y el compromiso de urbanización en el lugar fue establecido en la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, pero en treinta años no se pudo avanzar mucho en ese sentido.
La muerte de Ramona Medina es aún más conmovedora porque se da en un contexto de desatención, pese a los reclamos que desde comienzos de la pandemia plantearon las organizaciones sociales y los habitantes del barrio Carlos Mujica. La emergencia que esperamos se declare hoy ante el angustiante pedido de los delegados de la villa debió haberse decretado en cuanto se advirtió la presencia amenazante del Covid 19. Era obvio que un lugar en que vivían hacinados decenas de miles de personas no iba a poder cumplir las normas generales del aislamiento social. La demora alarmante en enfrentar la carencia de agua ya fue indicador de que no se priorizaba la atención de los vecinos de menores recursos. El video en que la misma Ramona denunciaba la situación general de los vecinos, y la no menos angustiante de ella y su propia familia, debió ser respondido con una diligencia que no existió.
El dolor y la rabia que esta muerte genera no debe utilizarse para rechazar todo lo importante que se ha hecho para enfrentar la pandemia ni tampoco para negar la necesidad de la imprescindible tarea conjunta con las jurisdicciones más pobladas del país. Este es un requerimiento ineludible para enfrentar con éxito al coronavirus y haberlo entendido así, sorprendiendo quizás a propios y extraños, fué un acto lúcido y también un rasgo de humanidad del presidente que supo interpretar la angustia de la sociedad.
Hoy habrá que seguir coordinando la gestión de la pandemia, desoyendo las chicanas de una minoría dispuesta a aprovechar todas las oportunidades que puede presentar una situación tan compleja como ésta para golpear al gobierno nacional. Es necesario seguir trabajando en consulta permanente de las tres jurisdicciones, tratando de minimizar los riesgos en las poblaciones más carenciadas. A estas tareas urgentes se suma otra inexcusable: pensar el futuro, aprender de la experiencia que estamos viviendo.
En los momentos más oscuros y difíciles, es cuando puede aparecer el talento y el compromiso de los gobernantes. El país saldrá de la crisis con una recesión que probablemente supere todo lo conocido, necesitado de impulsar rápidamente el crecimiento. Por qué no pensar que la urbanización de las villas puede ser ese objetivo magno que convoque todas las voluntades, movilice las grandes inversiones y se apoye en la ciencia y la tecnología argentina que han mostrado en estos días cuan valioso puede ser su concurso en situaciones de emergencia. Se podrá así ofrecer un hábitat digno a los actuales vecinos de los barrios populares y al resto de los porteños y habitantes del conurbano la satisfacción de vivir en ciudades más humanas y más dignas. Estemos seguros que el día que se convoque ese gran compromiso por las villas, Ramona Medina encabezará la marcha con sus compañeros de La Poderosa, junto a Carlos Mujica y todos los que desde hace muchos años vienen peleando por el hábitat y la vivienda dignos. Ese será el mejor homenaje.
Eduardo Jozami es extitular de la Comisión de la Vivienda en la CABA 2000-2002