Junto con las medidas sanitarias de prevención y cuidado, entretener a los más chicos es por estas horas uno de los desafíos que se sostienen a diario en cada casa. De eso fueron conscientes Gabriel Wisznia y Gustavo Nilsson, integrantes de Laberinto Masticable, quienes se pusieron al frente de la agenda artística infantil vía streaming poco tiempo después de la suspensión de clases. Desde esos días, y hasta ahora, los lunes, miércoles y viernes a las 17, por Instagram Live, siguen compartiendo con sus seguidoras y seguidores más pequeños y sus familias propuestas con juegos, canciones, chistes, títeres, consignas divertidas, “Zoomples” (festejos de cumpleaños por Zoom) y hasta una organización de noches de pijamada con historias de terror.

“Nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algo, y cuando publicamos que íbamos a hacer un vivo mucha gente se re copó y nuestro Instagram empezó a crecer, y se produjo una sinergia donde muchos confluyeron”, cuenta Nilsson, quien interpreta a Seba, un adolescente de 13 años que desafía a su tío Gabichu (Wisznia) y a Nélida, su “maestra zombie” (interpretada por Mauro Vuoto), que le manda mucha tarea para hacer en cuarentena. “Siempre tuvimos ganas de incursionar un poco en las pantallas, y esta es una manera de hacer una prueba que no tiene riesgo. Hacer un programa de televisión siempre fue algo que requería un montón de plata, ideas y gente trabajando, y ahora nosotros nos encontramos haciendo uno por nuestra cuenta, con los recursos que tenemos, y sobre todo con ingenio”, agrega Wisznia, quien por su parte también lidera la banda de rock infantil Los Raviolis.

Superados los obstáculos tecnológicos, el dúo de artistas se encontró con otra situación particular que los puso a prueba, como el trabajo y la producción de contenido a distancia. “Nos conocemos mucho, desde hace mucho tiempo, y sabemos prácticamente lo que va a decir el otro. Tenemos diez años juntos, entonces tenemos cientos de jugadas que están muy probadas. Una hora antes del show hablamos entre nosotros, planificamos lo que vamos a hacer, vemos si hay algún invitado y después salimos”, revela “Gabichu”. “No es lo mismo hacer teatro o presentarse en un evento, que actuar a través de una pantalla. Lo primero que hicimos fue abrir otra cuenta que teníamos, y empezamos a transmitir entre nosotros y a jugar con lo que se podía hacer. Por ejemplo, Gabriel de un lado apretaba un alcohol en gel, y yo de mi lado, fuera de escena, también apretaba, entonces hacía de cuenta que me caía en la mano lo que él tiraba. Y así comenzamos a romper la pantalla para agrandar la imaginación, y a jugar con el humor en vivo. Esto nos obliga a producir todo el tiempo, así que vamos escribiendo cosas que creemos que pueden estar copadas, pensamos distintos personajes para armar, juegos y canciones, y así vamos diagramando la media hora que hacemos de vivo. Al mismo tiempo, se va sumando gente. Hasta ahora, tuvimos el gusto de que se sumaran Julieta Zylberberg, Roberto Moldavsky, Tomás Fonzi, Sebastián Wainraich y Dalia Gutmann”, detalla su compañero, a la vez que afirma que el contexto actual “vino a cambiar el modo de relacionarse y de hacer arte”.

Del otro lado, las respuestas del público no se hacen esperar. “Los chicos nos mandan audios y los padres nos agradecen por privado y nos piden que sigamos haciendo esto, que es algo distinto y que saca a los chicos de la temática social de la pandemia y les cambia el clima. Ellos participan cuando les pedimos que se disfracen, y si les pedimos una pelota o muñecos para hacer una historia, los traen. Y están ahí prendidos todos, padres e hijos. Estamos muy contentos con eso”, comenta Nilsson, que recuerda especialmente el mensaje de un padre que para agradecerles lo que hacen les escribió: “Cuando esto se termine les prometemos un asado”. A Wisznia, esta experiencia lo lleva a su propia infancia: “Esto se parece un poco a lo que pasaba cuando éramos chicos y esperábamos el momento en el que aparecía un programa para nosotros. Para las familias es un plan, y cinco menos cuarto ya se sientan a esperar. Creo que está bueno, cuando uno tiene pibes chicos, tener media hora en la que algo esté pasando en vivo, donde hay adrenalina e interacción, y donde jugamos a poner cara de emoji o a ver quién pestañea o ríe primero”.

Si en la actualidad lo que prevalece es la incertidumbre, el arte se revela más que nunca como un recurso liberador. “Tenemos la esperanza de que esto pase lo mejor y más rápido posible, porque vivimos de esto, y para los actores, músicos, y todos los que trabajan por su cuenta, esto es un golpe al bolsillo. En momentos como estos uno se encuentra con su propia angustia, y ofrecer estas actividades en vivo nos hace laburar un poco esa angustia y ese miedo, transformarlos y hacer algo con eso”, opina Nilsson, que asegura que las transmisiones continuarán “hasta agotar stock”.