Juan me mando un mail colectivo con el wetransfer del disco recién salidito que decía: "Terruño terminado¡!: quedó HERMOSO, la verdad que Gracias¡!"
Yo había grabado algunas voces de varias canciones durante el año pasado de forma discontinua y no sabía todavía cuántas habían quedado, ni cuáles eran. Terruño se había ido gestando en el camino con temas nuevos y temas de archivo de otros momentos y proyectos varios de Diosque. En un ensayo en lo de Peta, Juan me contó que había una canción nueva hecha a último momento y grabado en lo de Ezequiel Araujo donde ya habían grabado "Chau" y que había quedado increíble. Así que me puso muy contento: "Chau" era la canción que más me gustaba del disco, con esa impronta tecno canción emoushional.
Yo estaba en Tucumán en unas mini vacaciones visitando familia y amigxs queridos y como estaba sin compu y en el cel no podía descargar ese archivo, tardé varios días en escucharlo. A la semana volví a Capital, a la rutina habitual, dejé a Rita, mi hija, en casa de su mamá, fui a comprar unas cosas al súper, llegué de la calle en bici todo cargado, eran tipo las 3 de la tarde y me acordé del disco, así que lo puse a descargar en la compu, mientras me ponía a buscar en la heladera qué cocinar. Cuando ya había bajado, leí la playlist, la canción uno decía "No hay futuro". No le presté mucha atención, le puse play y seguí con lo mío.
El disco arrancó como con un error de edición, como mordido, con una especie de arpegiador mid tempo en una secuencia de cuatro acordes que se repetían ¿y este tema? pensé… ya me había olvidado que Juan me había contado que había un tema nuevo. Sonaba una especie de chacarera electrónica lenta y llena de saudade, como si Don Ata hubiera nacido en esta época y le cantase a ese río o a esa montaña tan cerca de su casa perdido en las sinrazones. Solté las verduras que tenía en la mano y me fui al living donde estaba la compu. Entonces Juan empezó a cantar: "Me pierdo en los brazos de este río, lo comparo, que difícil comparar con el pasado y el futuro que no existe", me agarré la cabeza y dije ¡¡¡uaaaaaa!!! ¡qué es esta hermosura? Una melodía con una cadencia triste y esperanzadora a la vez diciéndome que no hay futuro, todo tan post pop. Terminó y la puse otra vez y después otra más y otra y así, un rato largo, hasta que la solté y seguí escuchando el disco completo y fui a cocinar y cuando terminó el disco la puse otra vez y otra y ya me la sabía, ya me la había adueñado y ahora todo esto también era mío.
La música de Diosque tiene ese poder sobrenatural de hechizarte y llevarte de viaje dentro de su mundo absurdo y penetrante de emociones, identificándote con momentos que de una u otra manera nos pasan a todxs. "No hay futuro" es también "Tren de La Lucila", "Río" o "Melancolía del futuro", que son parte de lo mismo, tan bien dicho alguna vez por Keith Richards, si es que en verdad lo dijo, que todos hacemos una misma canción que se repite toda la vida.
La siguiente vez que nos vimos le comenté lo increíble que me había parecido este tema, le pregunté de dónde había salido, me contestó que la había hecho con el disco ya terminado, que salió así nomas. ¿De verdad te gusta?, me preguntó. Sí, está buenísima le contesté yo, re fan entusiasta y él me dijo con cara de duda: sí, ¿está buena, no? Aunque yo sé que él sabía que había hecho un gran tema.
Ahora la vuelvo a escuchar, acá en casa, 6 o 7 meses después, ya no sé, en este momento de cuarentena que solo los socios del club de ciencia ficción podíamos imaginar cierto.
"Nada termina sin romperse , el dolor tiene memoria, dicen que hay un mundo para cada uno, ¿dónde está el mío?" nos dice el cantor al oído, después. Hay un momento en la vida en que nos empezamos a preguntar esto, hay un duelo permanente en nuestra cabeza que nos visita de vez en cuando y volvemos a esa pregunta, puede tener que ver con muchas cosas, la búsqueda del amor, el “éxito” personal, la muerte, el aburrimiento o lo que sea, pero ese interrogante siempre nos sobrevuela, como una bandada de aves carroñeras esperando ese momento y nosotros por suerte, somos el Fénix y seguimos y seguimos, porque de eso se trata todo esto.
En esto pienso y pienso hasta que sobre el final me llegan unos teclados rescatadores de soundtrack sci fi, de esos que son para corear en una cancha llena abrazado a desconocidos y me dan ganas de salir a la calle a pasear, visitar amigxs, coger, cantar, fumar, beber y todas las cosas hermosas de la vida y la canción se va yendo en un fadeout lento hasta apagarse como una brasita. (Hace unos años hablando con unos amigos yo reinvindicaba el fadeout como final y ellos me decían que las canciones se terminan así porque no tienen resolución y que es un recurso que se usa solo por no saber cómo terminarlas. Para mi es todo lo contrario, es un final que podría durar toda la vida en infinito loop).
No hay futuro es la frase más rupturista del punk rock con la que McLaren se llenó los bolsillos y pasó a ser marca registrada en remeras y pintadas callejeras, es también el comienzo de Terruño, un disco imprescindible que marca para mí el fin de una época dorada del pop argentino que empieza a fines de los 90 y termina aquí mismo, en este 2020 de locos. Es una obra personal llena de buenas canciones, de muerte y florecimiento, un “Chega de saudade” exorcizante de pesares pasados, con letras por momentos tristes y música movilizadora para movernos y hacernos pensar en lo que vendrá en esta nueva época.
¿Qué es una época? ¿En cuál estamos? ¿Será que quizás todas son la misma? ¿Qué hay detrás de toda esta pantalla? ¿Existe realmente un futuro o somos una fantasía onírica? ¿Es que todo esto es un permanente continuum en una cinta envolvente?
Una canción puede resignificarse en cada uno de nosotrxs, son muchas cosas o ninguna a la vez, es un compendio de emociones transitorias, un sinsentido, un grito de guerra, un abrazo entre amigxs terminando la mañana, un cuchillo en el corazón o mirar al techo y bailar y cantar saltando solos en nuestra casa volviendo a poner la misma canción una y otra vez, hasta aquí.
Chueco (Eduardo Ferrer) nació en San Miguel de Tucumán, en 1972. Cantante, compositor y músico autodidacta en inestable formación. Intérprete dramático recibido en la Universidad Nacional de Tucumán. Reside en Buenos Aires desde el 2002. Como músico formó y forma parte de las bandas Monoambiente, Klemm, Luciana Tagliapietra, Posavasos, Los Labios, Diosque, Andrés Ruiz y El asesino del romance. Como actor participó en Los Nadadores” y Ester de Laura Santos (2018-19) y en el rol de DJ en Watt (2020) de Leticia Mansur e Ines Rampoldi. Actualmente está terminando un tercer disco de su proyecto personal El asesino del romance, próximo a salir.