La brasileña Sara Winter tiene tatuada en el pecho una cruz de hierro, la condecoración militar de origen prusiano que fue venerada por los nazis y Alemania dejó de otorgar en 1945. En estos días, Winter es la cara más visible del grupo de acampantes bolsonaristas de Brasilia autodenominados “guerreros” -en rigor, civiles armados - y que aseguran que son 300. A juzgar por las fotos y los videos que ella y el grupo publican en redes sociales, son unos cuantos menos. En todo caso, el número importa poco, porque lo que destaca es otra cosa: la sonrisa radiante de Winter, la mujer nacida Sara Fernanda Giromini, a quien en Argentina conocimos en 2018, cuando recaló en el Congreso como vocera antiderechos durante el debate por la legalización del aborto. 

 

Winter es el apellido que adoptó hace unos años, cuando saltó a la escena pública (y política) después de tiempo largo de revistar en las filas de grupos neonazis con fuerte actividad en el mundo virtual. No es una estrella, pero Giromini/Winter es como el humo y el fuego: su nombre indica que allí donde se mete hay un tema de interés para la agenda antiderechos y ultra conservadora global. El 22 de mayo de 2018 expuso en la audiencia informativa del plenario de comisiones de Diputados que analizaba el proyecto de legalización del aborto; antes y después dialogó largamente, entre otras, con la diputada Cornelia Schmidt-Liermann. En junio seguía dando vueltas por Argentina , como oradora en distintos encuentros antiderechos organizados en Jujuy (estrella en el “Congreso Nacional Familia y Vida”), Salta (en una de esas charlas, fue acompañada por la entonces senadora nacional Cristina Fiore Viñuales), Santiago del Estero , Santa Fe. 

El año pasado, dio charlas en San Luis; se reunió (y tomó fotos) con la ahora diputada provincial santafesina Amalia Granata; y en Argentina y en otros países, con Agustín Laje, joven promesa mediática de la reacción conservadora.

Posiblemente, lo que hace Winter no sea tanto en nombre propio como en representación: a veces, hay elencos de voceros cuya disponibilidad es amplia, como el espectro de la agenda antidemocrática.

Leer la participación de personajes como Winter en términos de causas individuales, separadas, únicas, es un error, porque en realidad de lo que hablan esas intervenciones es de coordinación: son voceros (y no líderes, no dirigentes) que trabajan en función de los mismos sectores y la misma agenda. Hay un abanico de temas que, aunque a primera vista parezcan disociados, están profundamente vinculados. Quienes están detrás de esos voceros lo saben.

Al discurso del odio toda coyuntura lo deja bien.

Por eso, los sectores ultraconservadores asocian términos. Antes acuñaron expresiones con “con mis hijos no te metas” y hablaron de “las dos vidas”, al tiempo que clamaban por la presunta existencia de un avanzada “imperialista” y “antinatalista” que buscaba dominar a países no centrales por la vía de la anticoncepción. Hoy vinculan la pandemia a un plan oculto del gobierno chino para dominar el mundo, califican como fake news a todo dato que desmienta las aseveraciones infundadas de líderes como Bolsonaro o Trump, defienden la hidroxicloroquina -el medicamento contra la malaria que los médicos desaconsejan en casos de covid-19, pero que el presidente norteamericano asegura estar tomando de manera preventiva-.

Hablan en nombre de un pueblo que reclama protagonismo "en relación a las decisiones que interfieren en la economía y la producción, la circulación de personas, el derecho a ir y venir y la libertad individual": el textual es de la "vakinha", el crowdfunding que están organizando los acampantes de "300 do Brasil" para sostener la aventura en Brasilia, pero suena similar a lo que sostienen manifestaciones similares en otros países. Porque, además, les gusta agitar banderas nacionalistas, pero para sus agendas no importa el territorio, porque a fin de cuentas la estrategia y sus intereses son trasnacionales.

No es casualidad. Los caminos antiderechos son insondables, pero siempre conectan las mismas agendas: las de la reacción conservadora en pleno ataque de lo que el siglo XX construyó como idea de la democracia.