“Los premios tienen un valor burocrático. Yo no les doy importancia porque, o son un negocio televisivo o periodístico, o los usan para publicitar eventos”. Quien dice algo así en una entrevista seguro que no pertenece al amplio y vasto bando de los figurones. Menos si tiene una muy renombrada empresa dedicada a la música -arte tan afecta a tales lauros- y mucho menos aún si lo dicho no proviene de un resentimiento. Javier Limón, emisor de la frase, ha ganado diez Grammy en lo que va del siglo XXI, además de haber sido nominado a tal cetro en cinco oportunidades. “Nunca fui a recoger un Grammy por la sencilla razón de que no veo que los premios tengan un empaque o una trascendencia tal como para que te hagas más ilusión”, arremete el músico, que tampoco la va de incomprendido campeón del under.
Muy lejos de ahí, su historia como productor, arreglador, docente, videasta y músico está marcada por aplausos y reconocimientos, dentro y fuera de Europa. Le ha producido discos a Paco de Lucía, Wynton Marsalis, Estrella Morente, Anoushka Shankar, Concha Buika, Chucho Valdés, Andrés Calamaro, Serrat & Sabina, y Diego El Cigala, tanto como a Alejandro Sanz, Jennifer López y Carlos Vives. Ha tocado su guitarra andaluza en festivales internacionales de fuste. Es director de Berklee Latino y del Instituto de Músicas del Mediterráneo, donde imparte clases de producción, composición flamenca, y songwriting. Todo, más las variopintas labores que realiza en Casa Limón, sello discográfico, ramificado en productora audiovisual y escuela de música.
-¿Ningún premio te importa?
-El único premio que disfruto es cuando entro a un tablao flamenco o a un bar, y alguien está cantando una canción mía sin saber que estoy ahí. El gran premio, para mí, es ver que mi música se ha popularizado, que ha calado hondo en la gente. Aunque debo reconocer también que lo bueno de los Grammy es que te habilita una Green Card en Estados Unidos. Esto quiere decir que tú entras en Inmigración y está todo bien (risas). Ah, perdón, otro beneficio que aparece cuando te premian es que sirve de guía para los que no saben de música. Yo, por ejemplo, no sé nada de física cuántica, pero supongo que si un físico recibe el premio nobel pues es porque será bueno en lo suyo.
Doce milongas de amor y un tango desesperado, reciente y último trabajo de Limón como productor y compositor prueba lo dicho. El disco pertenece a la argentina Delfina Cheb (ver recuadro) y, además de refrendar sus pergaminos, corre en línea con la fluida relación que este polifacético artista tiene con músicos y músicas locales. “Mi relación con el tango y la milonga me ha llegado a través de Juanjo Domínguez, de Luis Salinas, y sobre todo de Andrés Calamaro, con quien hicimos Tinta roja, el disco entero de tangos que publicamos en 2006. Andrés fue quien me hizo conocer al "Polaco" Goyeneche, a Aníbal Troilo, a Carlos Gardel, además de meterme en los secretos del lunfardo, del Martín Fierro y de toda esa argentinidad maravillosa que me tiene enamorado desde hace décadas”, señala. “De todas maneras, no me ha resultado complicada la familiaridad con el género, ya que tango y flamenco tienen tres elementos que los unen: el ritmo de influencia africana, la expresividad en la forma de cantar y la guitarra, que en la milonga y el flamenco alcanza cotas de excelencia que, excepto en el Brasil, no hay en otros lugares”, explica Limón, ahora en plan pedagogo.
-Sos un hombre hiperactivo. ¿Cómo resolvés ese hacer constante en estas época de parate? ¿En qué grado te afecta la cuarentena?
-La verdad es que estoy trabajando más que nunca y de una curiosa manera que no esperaba, además. La razón es que toda la gente con la que trabajo ha perdido todo tipo de vida social. No hay comidas, no hay cenas laborales, no hay conciertos, y entonces se cubre todo ese vacío trabajando. Se trabaja todo el tiempo, a toda hora, sin parar… y me incluyo en ese ritmo. Suma que, en los últimos años, le hemos dado importancia no solo al sonido sino también a la luz, al mundo del videoclip, de las películas, que son de las cosas que mejor paradas han salido de esta crisis. Nos piden mucho trabajo desde el ayuntamiento de Madrid, desde Iberia, desde varias compañías… En fin, estamos trabajando más que nunca.
Lo único que Limón tuvo que posponer obligadamente, claro, fue la presentación del disco de Cheb en Madrid, y una gira que tenía prevista con la cantora venezolana Nella (a quien le compuso y produjo el disco Voy) por Estados Unidos. “El virus nos agarró en una época de producción y pos producción, más que de giras”, dice el musicalizador de La piel que habito, de Pedro Almodóvar. “Además, me mantiene ocupado que estoy siempre aprendiendo algo, incorporando cosas nuevas. Cuando componía flamenco me metí en el latin jazz, cuando aprendí latin jazz me metí en las músicas de América latina, luego en las del Mediterráneo, y así. Después incursioné en la producción, y ahora estoy aprendiendo mucho de la luz y su vínculo con el sonido. Como mi oficio de verdad es escribir canciones, pienso en cómo escribirlas con brillos, con colores, con luces. Espero no perder nunca la ilusión y por ahora lo consigo, porque la verdad es que me la contagia la gente con la que trabajo, en especial las mujeres... El noventa y nueve por cierto de las artistas que he producido son mujeres. Además, lo son mis productoras, mis ingenieras de sonido, mis abogadas y, claro, mi pareja Eva Alcántara, productora ejecutiva del sello, que también brinda su apoyo a las campañas contra la violencia de género de Naciones Unidas”, dice el inquieto y multifacético Limón.
La formación del músico se remonta a su paso por las aulas del Real Conservatorio de Madrid y la fusión de aquel saber estructural con las más variadas y mundanas experiencias estéticas: el flamenco, el latin jazz, el folklore latinoamericano, el tango o las músicas del mundo esparcidas entre las más de cien producciones que lleva cosechadas a la fecha. Y que se extienden a sus trabajos con Joe Lovano, Caetano Veloso, el trompetista Tom Harrell, la cantante de soul Alicia Keys, Enrique Morente, José Mercé, y Mariza, excelente voz de fado, nacida de Mozambique. Y tampoco es menor el el hecho de las bandas sonoras que Limón compuso para films, entre los que se destacan Bienvenido a casa, de David Trueba; La crisis carnívora, de Pedro Rivero; y Bajo las estrellas, de Felix Viscarret.
-Componés, producís, arreglás, trabajás el sonido, das clases, pensás videos. ¿Cómo conjugás semejante multiplicidad de tareas en una?
-(Risas) Bueno, es que intento alinear todo lo que hago en una sola dirección.
-Por eso, ¿cómo?
-Pongo como ejemplo a Nella para explicarlo más fácil. Ella fue alumna mía en Berklee y hace muy poquito le hemos publicado el disco en nuestro sello. Yo mismo lo he compuesto y producido. Además, le organizamos la gira, es amiga nuestra, y componemos juntos para películas. Lo que intento es no sentirme que estoy siendo una cosa u otra. Por otro lado, hay tres cuestiones que un tío como yo tiene que cuidar como si fuera un arquitecto. La primera es la artística: que la casa -el disco, en este caso- sea bonita. La segunda es la científica: de la misma manera que un arquitecto tiene que lograr que la casa no se le venga abajo, yo tengo que asegurarme que el disco esté bien armado, arreglado, mezclado y masterizado. Y por último, la casa tiene que poder pagarse: un arquitecto no puede construir una casa de oro y diamantes si no le da el presupuesto. Pues con un disco es lo mismo: además de ser bonito, hay que asegurarse un presupuesto que alcance, porque somos profesionales. No estamos en esto por hobby, quiero decir. No hacemos discos solo para nuestras madres.
-¿Qué dos obras recordás especialmente de tu rol como productor?
-Esta pregunta cambiaría cada diez minutos de respuesta (risas), pero hay un disco relevante que hice llamado Promesas de tierra, con músicos del Medio Oriente… es un trabajo que tiene cosas muy importantes a nivel musical. Otra cosa que recuerdo especialmente es la versión de “Caminito” que le produje a Bebo Valdés y Enrique Morente, para la película La silla de Fernando, de Fernando Fernán Gómez. Es solo una canción, pero haberla producido es quizás uno de los momentos más bonitos de Casa Limón.
-¿Y cómo guitarrista?
-Guitarristas son Paco de Lucía, Juanjo Domíguez o Luis Salinas, yo solo toco la guitarra (risas). No sé, pienso que hay que tener una heroicidad tremenda para ser guitarrista porque, entre otras cosas, requiere estudiar muchísimas horas al día. Sí me encanta la guitarra, compongo mucho con ella y sé mucho del instrumento. Tengo un conocimiento muy profundo de hasta qué niveles puede llegar la guitarra, por ejemplo.
-Otra faceta de tu prolífica vida cultural es la comunicación, a través de tu participación como entrevistador de músicos en programas de televisión y de radio. ¿Qué tanto te satisface hacerlo?
-Bueno, lo más importante que hice en ese rol es el personaje de Javi Limón, que puede dialogar con músicos usando la misma terminología que ellos. Fue en el programa de TV de Toni Garrido y me gusta porque viajo mucho, conozco músicos –ha entrevistado a Chick Corea, a Juanjo Domínguez, a Djavan, a Avishai Cohen, entre más- y pagan muy bien, pero no me considero un buen comunicador ni me hace ilusión serlo. Considero algo mucho más importante componer una letrita por bulerías que dirigir o presentar cien programas de televisión.
Su trabajo con la argentina Delfina Cheb
Una artista con raíces y alas
“La melodía llega directa al corazón…”. La sentencia de Gustavo Santaolalla cuaja bien con el talante total del último disco producido por Limón: Doce milongas de amor y un tango desesperado, de Delfina Cheb, versátil cantora argentina de 21 años, residente en Boston. “Delfina es un ejemplo de por dónde va a ir la música”, apunta el productor madrileño, en sintonía con el ex Arco Iris. “Por un lado, es una artista con calidad en los ritmos, en los textos, en la originalidad del fraseo. Por otro, en su proyecto hay un concepto claro, muy concreto, que parte del conocimiento absoluto de la raíz del tango y de la milonga para, desde ahí, volar hacia otros lugares y construir nuevas propuestas. A todo esto hay que sumarle una actitud muy potente ante la vida, unas alas para volar, para agregar pop, hip-hop u otros estilos a lo que hace. Delfina tiene raíces y alas, y espero que esas alas arraiguen y esas raíces vuelen, como decía mi paisano, el poeta Juan Ramón Jimenez”, se entusiasma Limón, acerca de una artista cuyas masterclass con el percusionista cubano Francisco Mela y el cantante estadounidense Kurt Elling -entre otros- impregnan sus músicas.
-¿Cómo fue el proceso de concepción, elaboración y grabación del disco de Cheb?
-Lo principal es que me he sentado con ella a componer a medias todo el disco, y esto te da una ventaja para defenderlo como manager y como productor. Sé cómo, cuándo, qué día, dónde se plantó la semilla y cuánto se regó. Esto en general es así con todo lo que hago porque, aunque también encaro producciones para discos que no he compuesto, para mí Casa Limón es centralmente producción de autor. Al igual que en el cine hay director de autor o direcciones por encargo, también hay producción de autor. Yo no puedo producir un disco de “pop radio fórmula” de una chica que recién comienza, quiero decir. Para eso hay otra gente.
-¿Qué tiene que tener un disco para que decidas producirlo?
-En la actualidad estamos con músicas de raíz mediterránea y latinoamericana, trabajadas con sonoridades actuales o de vanguardia. Pero lo fundamental es el repertorio. Hoy estoy muy focalizado en componer, o que lo que publiquemos haya sido coescrito entre el artista y yo. Hay una serie de discos como los de Buika, los del Cigala, o el de Nella, que han envejecido bien, y llegué a la conclusión de que es por mi participación en la composición. No digo que sean los mejores producidos, ni los más exitosos, ni siquiera los mejores arreglados, solo los que han mantenido su vigencia. Y por ese camino va el de Delfina, veo.