-Eso de juntarse a celebrar la amistad componiendo...
-Ya es trabajo.
-Sí, es laburo. Pero es tan apasionado... nos apasionamos mucho con la composición. No era una cuestión de fórmula o de “tomá, terminala vos”. Discutimos todo. Y nos juntábamos por el mero hecho de componer.
Germán Dominicé, de los muy tangueros Hermanos Butaca, y Mavi Díaz, de las muy folklóricas Las Folkies, se juntaron durante años todos los lunes a componer en encuentros que, bromean, son una coartada para comer y abrir buenos vinos. Ahora aflojaron, por la cuarentena y el cargo de Díaz frente a la radio Nacional Folklórica, pero los años de trabajo conjunto no sólo resolvieron canciones de cada uno de sus proyectos sino que además escribieron para terceros y reunieron una buena pila de temas descartados. Temas poperos, con melodías hiteras y un espíritu festivo bien ganchero. Y sucedió lo inevitable: se convirtieron en disco: Tándem, que está disponible en las plataformas de streaming. Allí participan como invitados Tweety González, Ariel Rot y Andy Chango.
-¿Cómo empezaron a componer juntos?
Mavi Díaz: -Fue un día que él tenía una canción que no podía resolver, me la mandó y y en una hora la terminamos. Ahí dijimos: “Epa, esto parece funcionar”. Fue canción a primera vista. Después ya estaba yo preparando el primer disco de las Folkies y ahí ya metió mano él.
Germán Dominicé: -Una ayuda mutua en los proyectos de cada uno.
M.D.: -Después nos pedían canciones para otros. Y empezamos a tener la regularidad de juntarnos todos los lunes. Siempre había algún proyecto, suyo, mío o de alguien más.
-Ninguno de los dos se queda quieto mucho tiempo tampoco.
M.D.: -No, nunca. Sobre todo Germán, que no para de componer nunca jamás. Yo sólo compongo cuando tengo que hacerlo.
G.D.: -¡Los lunes! (ríen ambos)
-¿Cómo apareció la idea del disco?
G.D.: -Muchas canciones no servían ni para los Butaca ni para las Folkies ni para ningún otro proyecto que nos pedían y fueron quedando ahí. En algún momento de grabaciones con Twetty González y otros músicos, nos quedaban horas de estudio y colábamos sesiones.
M.D.: -Claro, “pará, pará, quedate un ratito y escuchá esto, a ver...”
G.D.: -Así terminamos dos o tres temas, nos divirtió y las cosas se fueron acumulando. Y las cosas que quedaban fuera de otros proyectos tenían una entidad: era todo pop que no se condecía con lo que veníamos haciendo.
-¿Y por qué compusieron ese pop en primer lugar?
G.D.: -Y... por cuestiones inevitables.
M.D.: -Son canciones realmente inevitables y al disco lo pensamos llamar así en algún momento. Nosotros venimos del rock y del pop. Él decantó por el tango y yo por el folklore como decisión artística, pero no es que uno abandonó algo. De hecho yo creo que las Folkies es el grupo más rockero que tuve en mi vida. Nos salían esas cosas y era lindo hacerlas como ejercicio, y porque nos sacaban del género.
G.D.: -Además Mavi es una excelente cocinera y todo termina con una cena y unos vinos de puta madre. Así que todo el fin de semana era esperar el lunes para juntarnos.
M.D.: -¡Debo confesar que lo de la composición era una excusa para juntarnos a mamarnos! (ríen a carcajadas)
-Por eso el primer tema dice “te invito a escuchar Beatles y cocinar”!
M.D.: -¡Son todas declaraciones juradas!
-¿Cómo era ese proceso de trabajo, antes de la cena?
G.D.: -Mavi es de llegar a sus discos con dos o tres canciones nomás, y hay que armarlas. Entonces nos juntábamos el lunes y el disco se iba terminando. O yo llevaba tres acordes y ella completaba. Si yo traigo algo armónico, no habitual en cuadratura, que no sé cómo hacer un puente, Mavi escucha, agarra la guitarra, pregunta “en qué está?” y al minuto está listo. Pero nunca pensábamos que las íbamos a grabar nosotros. Por eso no sé si eran declaraciones juradas. Nos piden pop o lo que sea y las canciones están ahí. Pero no sé si ese soy yo.
M.D.: -Algunas cosas sí se nos escapan en los temas. Él escribe mucho, yo soy más de hacer melodías y hits. Las músicas me brotan como a él las letras. Ahí empezamos a tener un conflicto porque yo sí soy la de las declaraciones juradas. A mí me tienen que pasar por el cuerpo. Él en cambio es un gran narrador. En un momento éramos Nené Cascallar y Alberto Migré. Estábamos escribiendo una de novela y peleando sobre qué decían los personajes de las canciones y por qué. Que si el personaje piensa tal cosa no haría o diría tal otra y así.
G.D.: -¡Y no dicen nada de eso las canciones!
M.D.: -Pero ahí asumimos que esto podía ser un proyecto que podíamos compartir con nuestras carreras. Son canciones que escribimos como un guion, cada una tiene su clima y para mí el ejercicio más difícil fue no ser yo la que canta. Él siempre canta desde el personaje. En este disco no cabía eso. Su desafío fue cantar “desbutaqueándose”, cantar normal. Hicimos ambos un crossover de aprendizaje fuertísimo. Él cantar “normal” y gustarse. Para mí no ser la protagonista de lo que canto.
-¿Se tuvieron que reapropiar esas canciones descartadas?
M.D.: -Ojo que yo respeto mucho el escribir para otros. Tiene una libertad enorme. Yo Mavi Díaz, tengo un grupo con una estética y una bajada muy grande. Como artista de mi grupo hay cosas que no canto. Pero salir de eso es como ir a otro país: tenés foja cero. Acá fue mucha libertad. “El descarte” es una despersonalización muy nutritiva en este caso.
G.D.: -Y los dos reapropiamos las canciones, tiene que ver con un proceso que es cómo interpretás algo que compusiste para otro, no para vos. En un momento, tenés que ser un intérprete inesperado. Es hasta la canción de un tercero. Esa libertad te da decir... yo no hubiera cantado esto, ¿o por qué no lo terminé con un doble sentido?
M.D.: -A él le afectaba más en la lírica y la forma de cantar. Yo decía “¡no haría esto ni loca!” Pero nos divertimos mucho. Nos sacó de eso que se llama “zona de confort”. Fue un viaje en bicicleta de doble pedalera.