Una gallina suelta paseando a sus anchas por el centro de una ciudad. Un pajarillo RIP que yace entre sábanas. Un rompecabezas en pleno armado. Un cartel que anuncia “El parque está cerrado”. Una adolescente jugando con una serpiente bebé. Un nido con huevo misterioso en un recóndito rincón de granja que conlleva interrogante: ¿Qué nacerá…? Apenas algunas de las tantísimas postales que fotógrafas del mundo capturan en esta época tan singular, juntas –aunque a distancia- en un proyecto colosal llamado The Journal . Proyecto colaborativo y global, aúna obras de más de 400 mujeres de las más diversas latitudes, reunidas virtualmente para responder visualmente a un mismo interrogante: ¿Cómo luce la vida en estos tiempos de pandemia, de confinamiento, de aislamiento? En marcha desde el pasado marzo, la propuesta ha devenido extenso catálogo, presentando diariamente piezas autorales de profesionales de más de 100 países, desde Australia a Canadá, de Ecuador a Estambul, de Inglaterra a Argentina, de Brasil a Dubái, multiplicándose así las ventanas hacia una realidad compartida, más allá de las fronteras, de las nacionalidades.
Vale decir que The Journal nace del seno de Women Photograph (WP), organización fundada en 2017 por la fotoperiodista vietnamita-estadounidense Daniella Zalcman con el fin de combatir la falta de oportunidades para mujeres, identidades feminizadas y personas no binarias en el campo de la fotografía. “No hay equidad en la contratación de diarios, revistas, cableras”, denunciada entonces la laureada profesional, consciente de que las principales publicaciones del globo continuaban (continúan) privilegiando el fichaje de varones en sus encargos. Hoy, su organización es base de datos pública para editores/as a lo largo y ancho, red sorora para sus integrantes, ofreciendo además subvenciones, espacios de tutoría, traccionando oportunidades laborales, participación en exposiciones.
Volviendo a la génesis de The Journal, dos meses atrás se hizo evidente que los ingresos de muchas fotógrafas independientes estaban en picada, que las chances de laburar mermaban aún más. Entonces, la fotógrafa alemana Charlotte Schmitz propuso a la comunidad de WP, de la que es parte: “¿Qué pasaría si cientos de mujeres documentaran su privacidad en este momento tan singular?”. La respuesta: The Journal, extensión de WP, dirigido por la propia Schmitz y por la fotorreportera Hannah Yoon, con base en Filadelfia. Un espacio donde buscan presentar un cuerpo de obra genuinamente diverso que se aleje “de la cobertura mediática habitual con sus imágenes centradas en el trauma, los muertos, los hospitales…”. Finalmente, la enfermedad, la incertidumbre, la ansiedad no han barrido con todo: sobreviven el afecto, la creatividad, la esperanza, la ternura.
“Esta iniciativa pone en foco las experiencias personales y, a la vez, colectivas, emocionales, psicológicas que atraviesan las mujeres durante esta crisis. Para muchas, es una nueva forma de abordar la profesión. Exponerse implica vulnerabilidad, pero es a la vez una experiencia edificante y necesaria, que aporta diferentes matices a la forma en la que se está mostrando el día a día. Que estas historias no se vean en los principales medios no significa que no sean importantes. Es fundamental escribirlas como documento de este capítulo de la historia”, anotan en su acta de intenciones.
Un capítulo que se inscribe en la larga tradición de mujeres fotógrafas que, desde el siglo 19, han registrado la actualidad desde una perspectiva personal, documentando situaciones excepcionales, de acentuada crisis o cambio social, o momentos de la realidad cotidiana de manera magistral. Para pruebas, Marianne Breslauer, Tina Modotti, Vivian Mayer, Olive Edis. La gran Dorothea Lange con sus imágenes de la Gran Depresión. O fotorreporteras que pusieron su vida en riesgo para capturar el impacto atroz de algunos de los conflictos bélicos más sangrientos de los últimos 80 años: las francesas Françoise Demulder y Catherine Leroy, las estadounidenses Carolyn Cole y Lee Miller, y, por supuesto, la alemana Gerda Taro.
En materia operativa, las fotógrafas de The Journal están organizadas en 45 grupos, con entre 8 y 10 miembros cada uno. Cada grupo trabaja independientemente, pero todos responden a los temas que semanalmente se proponen: Tiempo, Ventanas, Naturaleza, Sueños. Una curadora invitada (por caso, la reconocida fotógrafa documental Maggie Steber, finalista del premio Pulitzer 2019) hace una cuidada selección en pos de crear una narrativa coral, conforme puede comprobarse nomás entrar en la cuenta de Instagram del proyecto, que se actualiza a diario con delicados trabajos que abordan experimentalmente las luces y sombras, la introspección, la quietud, lo pequeño.
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De las huestes locales, habemus piezas de María Gutiérrez, Daiana Valencia, Analía Cid. También de la fotógrafa y arquitecta argentina Lucía Morón (@ph.lumo), que en charla con Las12 cuenta cómo fue convocada para integrar tan incitante iniciativa. “El año pasado participé de una residencia en Guatemala llamada 20 Fotógrafos, y una de las tutoras era Charlotte Schmitz. Cuando armó esta propuesta, y con la intención de dar más visibilidad a mujeres de Sudamérica, me acercó una invitación”, relata la también ilustradora, y pronto da fe del compromiso de la plataforma por generar oportunidades, dar generoso espaldarazo a profesionales de distintas geografías. Fotos suyas, sin más, han sido publicadas en medios neoyorkinos, e incluso ha dado interviús a web especializadas de Estados Unidos. “Una exposición y un alcance que de otro modo sería impensado”, reconoce la joven.
En la mayoría de sus imágenes, se observa la intención acentuada de experimentar con la luz, un modo de referirse a una de las ausencias que más le pesan: los rayitos del sol, que escasean en su morada. “En mi departamento, lo que abunda son las luces del televisor, del celular, del parlante… Todo es artificial, proviene de artefactos”, pormenoriza esta artista conceptual, que ha sabido hacer de la carencia, virtud, a partir de este y otros condicionamientos evidentes. “El estar encerrada hizo que me detenga a observar muchísimo más en detalle lo que antes miraba superficialmente, y me ayudó a entender que mi casa sí es un escenario viable para dar curso a imágenes, algo que antes me costaba. No importa la locación: aún si tenés cuatro paredes blancas, hay manera de sacarles provecho si sabés qué querés contar, con qué emociones estás trabajando”.
Morón -que cita como referentes a la gran Francesa Woodman, a la reconocida catalana Cristina Núñez, a la multidisciplinar Pixy Liao- dice además que últimamente se inclina hacia el autorretrato. “Para autorretratar mis miedos, mis angustias, mi soledad, mis pesadillas…”, se abre en canal la muchacha. Una de sus obras más destacables, de hecho, habla del insomnio que está padeciendo: una composición extrañada donde se la ve “sumergida” en la cama, como si estuviera atrapada o absorbida por el acolchado. Pic en blanco y negro, los colores invertidos, en negativo, la colcha oficia de gran nube flotante en un cielo ennegrecido. “Tengo problemas para dormir y, a la vez, para levantarme. Esta foto justamente representa cómo desordena la vida esta circunstancia tan atípica que atravesamos”.
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A modo de breve pantallazo, entre los trabajos
en línea, está el compartido desde Toronto por Laurence Butet-Roch de la cola
de su gato, Kamou, que barre la tierra húmeda que ha caído tras plantar un
esqueje. O el pasillo a media luz que conduce a su departamento, “un santuario
por el que estoy inmensamente agradecida, consciente de la protección que
ofrece”. En Montreal, Laurence Philomene se autorretrata tomando su caminata
diaria emperifollada con su pijama de conejo, curioso reflejo de cómo “los días
comienzan a desdibujarse entre sí, la línea entre sueño y realidad se vuelve
cada vez más difusa, delgada”. En Portland, Estados Unidos, Brianna Soukup se
maravilla con un pequeño arco iris de mañana sobre su pared blanca, sin saber
“cómo se ha formado, de dónde proviene”. Atravesando un Central Park raramente
vacío, Bess Adler sorprende al toparse con un caballito pastando y convertir en
instante en imagen para la posteridad. “Toco mi pelo como su fuera el tuyo”,
reza el epígrafe de un pieza de la fotógrafa Roxi Pop: son sus manos que
acarician su propia cabellera en Rumania, a 80 días de distanciarse de su
pareja varada en Bélgica. Los tulipanes secos desprenden una luminosidad
impensada, confiesa una sorprendida Irina Unruh, en Alemania. En Estambul,
Serra Akcan captura suaves toallas rosadas que, sobre un mantel floreado, están
acompañadas por una nota de puño y letra de su mamá: “Bienvenida a casa”.