“Usted dijo que si fuera docente y ganara nueve mil pesos, no haría paro. Primero que nada, y no lo tome a mal, usted no podría ser docente porque tiene una diversidad funcional y no le darían trabajo ya que, por un lado, el Estado no cumple con el cupo laboral estipulado por ley y, por otro, la mayoría de las escuelas no están adaptadas”. La que escribe es una docente cuya carta abierta a la vicepresidenta Gabriela Michetti se difundió hoy en el programa “Un poco nomás” de AM 750.
La carta recorre punto por punto (alimentación, vivienda, transporte, salud) escenas de la vida cotidiana de una docente que recibe el salario mínimo e imagina cómo podría ser la vida de la vicepresidenta en sus zapatos: “La obra social docente está colapsada. No la quiero deprimir pero con lo que cobramos no se puede pagar una prepaga, así que mejor separe algo de dinero para comprar remedios sin descuento porque no siempre va a tener tiempo para hacer horas de cola necesarias para obtener la autorización. Si llega a faltar o llegar tarde, la van a acusar de vaga”. Y continúa: “Con nueve mil o 18 mil pesos en caso de que llegue a trasladarse de un colegio a otro no le va a alcanzar para mantener un auto, la nafta, los peajes. Tendría que viajar en medios públicos, que aunque reciben subvención del Estado no tienen rampas, o no funcionan. Perdería el presentismo, tendría niveles de estrés altísimos, se enfermaría más seguido, llegaría con el asiento de la silla -donde debe estar mínimo doce horas por día- empapado. Tal vez piense que se la hago difícil. Le aseguro que no. Si sale de la ciudad de Buenos Aires o si tiene hijos, empeora.”.
Hacia el final de la carta la maestra invierte el ejercicio imaginario de cambio de roles y resume qué haría ella si estuviese en el lugar de la vicepresidenta: “Si estuviese en su lugar -sigue la carta- en vez de aumentarle todo pueblo, impulsaría un impuesto a la renta financiera y uno más importante aún al juego, le sacaría los privilegios a los jueces. Dejaría de subvencionar empresas que no cumplen, no le condonaría deudas a nadie, jamás permitiría que les saquen la cobertura a los ancianos. Les quitaría autos, choferes, asesores y constantes viajes a los funcionarios. Si protestan, dígales (como le dice a los docentes) ‘estamos quebrados’”.
Y concluye la carta: “Para ponerse en el lugar del otro que, en el mejor de los casos gana 18 mil pesos, tendría que pasar el día a día en el mundo real, sin choferes, secretarios, asistentes, gastos pagos, medicina prepaga. Los docentes estamos en la trinchera con nuestros hijos tratando de asegurarnos la igualdad de oportunidades. Nuestros hijos están sin clases porque ellos sí van a la escuela pública”.