Estamos atravesando un momento que nadie esperaba y en el que vamos aprendiendo, sobre la marcha, cómo manejarnos individual y colectivamente ante un agresor que casi desconocemos. Sin embargo, es en estos casos en que se hace más visible el rol de la universidad pública como espacio de articulación y contención a necesidades de la sociedad.

Sabemos que los recursos para hacer frente a esta pandemia son escasos, tanto en nuestro país como en el mundo, y es por eso que se torna imperioso optimizarlos y buscar soluciones creativas para su correcta administración con el objetivo de minimizar los riesgos de contagio.

Desde que comenzó esta crisis sanitaria se pusieron en marcha más que nunca las tres funciones básicas que tiene un hospital universitario como el Hospital de Clínicas: la docencia, la asistencia y la investigación. Estas funciones se vuelven indispensables tanto hacia adentro, para proteger a quienes trabajan en la institución, como hacia la comunidad en general, que requiere de una correcta información y rápida contención.

Como punto de partida es importante promover y llevar adelante políticas que fomenten la investigación para producir cambios significativos en los otros dos pilares (la docencia y la asistencia). En este sentido es importante recordar que no hay un tratamiento para COVID-19 todavía, por lo que una de las acciones que se tomaron desde la Facultad de Medicina de la UBA y el Hospital de Clínicas fue convocar a pacientes que se hayan recuperado de coronavirus para, mediante la donación de su plasma, asistir a pacientes que estén cursando hoy la enfermedad. Si bien está en etapa experimental, este método es una gran esperanza para tratar de manera compasiva la enfermedad.

La docencia también es fundamental en esta etapa, tanto para realizar campañas con información permanente a la comunidad sobre formas de prevención, cuidados y acciones a tomar como para brindar una permanente capacitación al personal sobre elementos de protección y protocolos de acción, con el objetivo de minimizar los riesgos de contagio y cuidar a los que están día a día más expuestos. Este último punto es una de las cuestiones más importantes a tener en cuenta, ya que los trabajadores de la salud son personal esencial tanto para estar exceptuados de la cuarentena obligatoria como para hacer frente directamente al virus.

Del mismo modo, las instituciones universitarias de salud tienen además una importante misión asistencial que refuerza ese compromiso con la sociedad. En tiempos comunes, el Hospital de Clínicas recibe más de 1000 consultas diarias, y si bien ese número hoy se encuentra reducido para evitar la exposición, el contexto nos hace estar atentos a otras cuestiones que tienen que ver con, por ejemplo, una correcta distribución de los espacios para evitar que circulen pacientes con coronavirus, pero a la vez que todos los que necesiten reciban esa asistencia.

El último punto a destacar es que mientras el Hospital de Clínicas cumple estas tres funciones básicas, la Facultad de Ingeniería fabricó gran cantidad de máscaras 3D, que son fundamentales para la protección del personal, y junto a la Facultad de Ciencias Veterinarias y el servicio de terapia intensiva trabaja en la fabricación de respiradores. Además, la Facultad de Odontología prestó unidades móviles para que siga habiendo donantes de sangre sin que tengan que ingresar al hospital, la Facultad de Farmacia y Bioquímica trabajó con los test rápidos de detección y la Facultad de Medicina lleva adelante una excelente campaña de vacunación. Todos estos ejemplos tienen como base la solidaridad y el trabajo conjunto de la Universidad de Buenos Aires, que más que nunca se preparó rápidamente para dar respuesta y colaboración a esta crisis inesperada.