La primera aproximación que se tiene sobre la Revolución de Mayo es la del acto más evocado de la escolaridad argentina. Sin embargo, este año la pandemia impedirá miles de pequeñas conmemoraciones escolares que reivindican la gesta de Mayo. En todos sus niveles, la escuela reconoce, reivindica y dota de sentido a uno de los hechos más significativos de nuestra historia. La pregunta a esta altura, aprovechando el confinamiento obligatorio y promoviendo una mirada reflexiva, sería qué conmemoramos y cuáles eran las identidades de aquellos actores políticos que nos tocó representar en los actos.
En los últimos diez o quince años, hay tres periodos que han sido largamente desarrollados: uno es el de la historia reciente; otro es el referido al primer peronismo y por último, el proceso revolucionario. Las investigaciones sobre este último periodo tienen la particularidad de que no solo produjeron nuevos enfoques y abordajes teórico-metodológicos, sino una reinterpretación radical de lo que la historiografía argentina había planteado desde Bartolomé Mitre en adelante en relación a cómo considerar a la Revolución de Mayo como el inicio de la nación o la nacionalidad argentina.
Los trabajos de Tulio Halperin Donghi o José Carlos Chiaramonte fueron muy influyentes y sirvieron como inspiración para los historiadores más jóvenes. Con el correr de los años se incorporaron nuevas dimensiones de análisis que ayudaron a concebir novedosas interpretaciones del pasado y renovaron los trabajos que hacían foco en la Revolución. Sobre estos nuevos análisis, el Suplemento Universidad conversó con Fabio Wasserman, doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador independiente del CONICET en el Instituto Ravignani y docente de grado y posgrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
- ¿Por qué la Revolución de Mayo se constituyó en el mito de origen nacional?
- Uno de los pocos motivos de consenso que podemos encontrar en la forma en la cual la sociedad argentina mira su pasado es la reivindicación de la Revolución de Mayo como un momento fundacional. Esto tiene que ver con la forma que se tiene de concebir a la Revolución como expresión de una nacionalidad que procuró liberarse del dominio colonial español o, al menos, como expresión del momento en el cual actores sociales y políticos toman conciencia de la nacionalidad o de la expresión de sus intereses y buscan constituir la nación. Esta forma de entender el proceso revolucionario, que fue forjada en la obra historiográfica de Bartolomé Mitre y sería retomada a principios del siglo XX por el sistema escolar, y por la sociedad y el Estado en general, procuraba dotar de una identidad nacional a los hijos de los inmigrantes que habían cambiado la fisonomía de la sociedad argentina.
Esta interpretación fue muy exitosa y tendría un peso muy importante durante todo el siglo XX. Esto se puede advertir en el hecho de que muchos de quienes impugnaban la obra de Mitre desde el revisionismo histórico lo que hacían no era cuestionar su esquema interpretativo sino invertir las valoraciones o incorporar otras valoraciones. Lo que no ponían en duda es esta asociación muy fuerte entre Revolución de Mayo y el origen de la nación. Esto recién empezó a ponerse en cuestión a partir de la década del ochenta, cuando empezó a plantearse que en realidad en 1810 no existía ninguna nacionalidad argentina y que la Revolución debía ser interpretada a partir de otras claves.
- ¿De qué manera percibieron sus contemporáneos el proceso revolucionario?
- Una de las claves interpretativas para comprender el proceso revolucionario es situarlo en un marco más amplio que es el de la crisis de la monarquía española. Es en este punto donde hubo mayores aportes historiográficos en los últimos años, realizados por historiadores argentinos, pero también por historiadores de otros procesos revolucionarios contemporáneos, tanto en Europa como en América. En ese marco, lo primero que uno tiene para plantear es que la percepción que tienen los contemporáneos sobre la crisis que se venía arrastrando desde fines del siglo XVIII, y que se cristalizó a partir de las abdicaciones de Bayona en 1808, era un estado de gran incertidumbre. Las dificultades de la corona, luego la crisis y la creación de distintas autoridades (la coronación del hermano de Napoleón, las Juntas en España, luego la Junta Central), sumada a la distancia entre el continente americano y la metrópoli, explican esta incertidumbre en cuyo marco se resignificaron antiguos conflictos y emergieron otros nuevos con fuertes anclajes sociales e ideológicos. En ese contexto tan confuso, la Revolución que comienza como un intento por suplir la falta de un poder legítimo ante la caída de la Junta Central, en 1810, ofrece una nueva orientación que permite resignificar todo lo sucedido durante los años previos al presentarse como una ruptura radical con el pasado colonial, y la creación de un nuevo orden político basado en valores y principios también novedosos. De ese modo se presentó como un nuevo punto de partida, que es lo que explica también su carácter a la vez mítico e histórico.
- ¿Cómo se transformaron las identidades políticas durante el proceso revolucionario?
- Uno de los rasgos que caracterizó el proceso revolucionario en el espacio rioplatense es la transformación de las identidades políticas. En cierto sentido, se lo puede considerar como un indicador del paso del momento de la crisis al de la revolución. Uno podría armar una secuencia esquemática que sería: crisis, revolución, guerra e independencia. Lo que empieza como una crisis termina con las independencias y la construcción de nuevos cuerpos políticos. En el medio, la guerra y la revolución van estructurando y organizando las disputas en función de nuevos valores, principios o problemas.
Uno de los indicadores de estos cambios es el de las identidades políticas. Hasta el momento mismo de la Revolución, las elites criollas se consideran a sí mismos españoles americanos y parte integrante de la nación española. Pero muy rápidamente van a empezar a considerarse americanos y lo español va a pasar a ser una expresión de todo aquello que debe ser combatido. Se vuelve sinónimo de la colonia, el oscurantismo, los siglos de opresión... Este cambio se produce de forma acelerada entre 1810 y 1811, y no solo va a implicar la pertenencia a un territorio, sino también la expresión de valores y principios políticos contrapuestos, al identificar por ejemplo a lo americano con la libertad y la razón y a lo español con la opresión, la tiranía y el oscurantismo.
- ¿Cómo se conmemoró el primer aniversario de los sucesos de mayo?
- El 25 de mayo de 1811 se celebró como una ruptura y como el inicio de una nueva etapa de la historia de la región. Lo interesante es que hubo dos festejos o conmemoraciones. Por un lado, la que se realizó en Buenos Aires y en la que convivía una simbología del antiguo régimen junto con valores nuevos. Por otro lado, y en el extremo norte del virreinato, poco antes de producirse la batalla de Huaqui, se realizó una celebración muy importante liderada por Juan José Castelli en Tiahuanaco, done participaron los pueblos indios de la región. Aquí uno puede ver políticas concretas de incorporación de esos pueblos al proyecto político que se estaba gestando. Por ejemplo, suprimiendo el tributo. En ese sentido había una política específica tal como se puede advertir en la utilización de traducciones de documentos importantes a sus lenguas (quechua, aymara, guaraní), como la declaración de la independencia.
- ¿Qué relevancia cobraron las identidades regionales luego de la Revolución de Mayo?
- Junto con esta identidad americana, se puede identificar a lo largo del proceso revolucionario un fuerte peso de las identidades locales que expresaban la pertenencia a las ciudades entendidas como cuerpos políticos en los que estaban representados los vecinos, es decir, las elites locales. Esas identidades se fueron ampliando en el marco del proceso de revolución y guerra, con la incorporación del espacio rural que había ganado protagonismo, y darían lugar a la creación de las provincias. A partir de 1820 encontramos nuevos cuerpos políticos provinciales que se han ido constituyendo y se proclaman soberanas. Buena parte de la historia política rioplatense del siglo XIX tiene que ver con la disputa entre estas provincias y los alcances de sus soberanías. Esa tensión entre la autonomía y la constitución de cuerpos políticos más amplios explica en buena medida los conflictos y las disputas entre unitarios y federales. Es ahí donde se ven las expresiones de identidades locales muy fuertes que son incluso mayores que la incipiente creación de una identidad nacional.
Si uno se sitúa en 1810 o 1820 lo que va a encontrar es que la identidad americana y las identidades locales eran mucho más fuertes que lo que nosotros podríamos denominar como identidad nacional.
- ¿De qué forma podemos pensar la Revolución de Mayo, si ya no se puede seguir considerándola expresión de la nacionalidad u origen de la nación argentina?
- Para los historiadores este tipo de problemas resultan de gran importancia por la repercusión que pueden llegar a tener nuestras investigaciones, y también pone en evidencia las tensiones entre el conocimiento aportado por una disciplina y el sentido común. Hoy en día se da una situación particular ya que en el discurso social conviven la interpretación tradicional (digamos, la mitrista) y el nuevo paradigma que también fue incorporado en los diseños curriculares, en los guiones de museos y en numerosos proyectos audiovisuales alentados por los bicentenarios de la Revolución y de la Independencia. Creo que esto puede contribuir a que reflexionemos sobre la historia como construcción colectiva, que implica diversas formas de entender, narrar e interpretar los acontecimientos del pasado. En cuanto al interés específico, creo que permite entender que si bien nosotros vemos a los sucesos históricos como algo ya cerrado, resulta importante analizar qué alternativas se presentaban en cada momento y que los resultados no son algo necesario sino el producto de conflictos y acuerdos. En ese sentido, la Revolución sigue siendo un momento decisivo en nuestra historia, de la cual podemos recuperar su dimensión continental, la creación de un nuevo orden político fundado en la soberanía de los pueblos pero, sobre todo, el hecho de poner a la política en un primer plano como medio para lograr un futuro colectivo regido por valores como la libertad, la igualdad y la justicia.