Fue Sofia Coppola la que levantó cierto revuelo, allá por el 2006, con una versión de María Antonieta que en su momento la crítica llamó posmoderna o pop, que en todo caso se regodeaba en los anacronismos y retrataba a la reina francesa como una chica sensible en zapatillas de lona, primero fascinada y hastiada después por la decadencia de la corte. Debajo de varias capas de seda y enaguas y de altísimas pelucas estaba una de esas chicas de Sofia Coppola, lánguidas y melancólicas, que no encuentran su lugar en el mundo, una creación contemporánea apenas disimulada por los trajes de época.
La película de Sofia Coppola, si bien no fue la única que tomó un período histórico con total libertad, dio cátedra en el modo de fabricar versiones pop de la historia del que recientemente se valieron una versión de Emma de Jane Austen dirigida por Autumn de Wilde, La Favorita de Yorgos Lanthimos y también The Great, la serie de Hulu que acaba de estrenarse. Quince años después, nadie discutiría si las libertades que se toman estas ficciones “hacen bien” en no respetar las particularidades de los períodos históricos, de modo que The Great se desliza con facilidad en el anacronismo para ofrecer una versión ficcional —apenas con algunos datos históricos, como se aclara al inicio de cada capítulo— de los primeros años en la corte rusa de Catalina, la esposa del emperador Pedro III, antes de que fuera La Grande.
Casi desentendida de la historia e idiosincracia rusas, por momentos reducidas a unas copitas de vodka, La Grande (escrita por Tony McNamara, coautor también del guión de La favorita) hace de Elle Fanning una jovencísima princesa extranjera que llega a la corte de Pedro III (Nicholas Hoult) para casarse, como es de imaginar, sin haberlo visto nunca. La muy naif Catalina tiene un baúl lleno de libros y ninguna experiencia; los libros, como pronto aprenderá, de poco sirven para comprender la vida en la corte, y mucho menos los modos tiránicos, violentos y vulgares de un esposo que la desprecia y al que todos desprecian en secreto.
La serie funciona como coming of age de esta joven novia que pronto ve derribadas todas sus expectativas con respecto al amor romántico, el matrimonio y la posibilidad de gobernar con ideas —o de gobernar siquiera, puesto que, como le señalan una y otra vez, su única función es la de vientre que produzca herederos—. Pero, como si comprimiera en un par de capítulos las experiencias y revelaciones de varias generaciones de mujeres, Catalina comprende rápidamente que lamentarse no vale de mucho y que lo mejor que puede hacer es capitalizar el lugar de privilegio que ocupa; en los primeros diez capítulos de The Great, lo que se ve es el aprendizaje de la soberana (perfectamente ejecutado por Elle Fanning que, milagrosamente, puede parecer de 14 o de 24 según sea necesario) y su transformación en una mujer decidida y poderosa que buscar dar un golpe de estado para sacarse de encima a su marido, un pésimo gobernante.
Y ésa, por supuesto, es una historia hecha a medida de nuestro presente. Elle Fanning está rodeada de buenos personajes secundarios —en primer lugar una sirvienta personal que es una noble degradada de rango, inteligente y muy contemporánea, y un consejero nerd— y una corte demencial que la serie muestra en tono de comedia, incluso cuando se trata de servir cabezas de enemigos muertos en un banquete o de tener a un oso de mascota y después liquidarlo de un balazo, porque sí. En medio de la locura y la frivolidad, Catalina es una joven idealista que ama a los filósofos franceses, las ideas progresistas y lo que siente que puede hacer como soberana de Rusia, aunque nunca haya salido del palacio.
A través de ella, The Great pone en escena tanto el crecimiento de una mujer en el mundo en que le toca vivir como el problema de sostener ciertos ideales y moverse políticamente. Si la película de Sofia Coppola mostraba a una reina que habitaba el palacio como una casa de muñecas, The Great hace que su protagonista salga al exterior, se confronte con el mundo y sea una chica politizada antes que incomprendida.