Por Javier Luzuriaga *
Einstein se equivocó, lo sé de buena fuente. Pero no me malinterpreten por favor. Un colega físico decía que los chiflados dan vueltas y vueltas y terminan cayendo en la Relatividad. La teoría de la Relatividad atrae como imán a los que se empeñan en demostrar que Einstein estaba equivocado, sin realmente entender sus ideas ni la física que hay en ellas.
No estoy chiflado (creo), ni pretendo entender a fondo las ideas de Einstein. Aquí solo quiero contar la historia de uno de sus escasos errores, un error (relativamente) leve.
La buena fuente es un revisor anónimo del Physical Review que dudó, con razón, de un resultado que Einstein quiso publicar.
El error de Einstein fue pensar que las ondas gravitatorias, predichas por su propia teoría de la Relatividad General, en verdad no existían. En 1936 le escribía a su amigo y colega Max Born (traducción propia y ligeramente abreviada): “Junto a un joven colaborador llegué a la interesante conclusión de que las ondas gravitatorias no existen….. parece que las ecuaciones no lineales de la relatividad nos constriñen más de lo que creímos hasta ahora. Es lamentable que sea tan endiabladamente difícil encontrar soluciones rigurosas.”
La interesante conclusión mencionada por Einstein era errónea, justamente por la dificultad de las ecuaciones. Las ondas gravitatorias fueron observadas el 4 de septiembre de 2015, aunque también son endiabladamente difíciles de detectar. El equipo de científicos responsable ganó el premio Nobel de 2017 por esto.
Einstein y su joven colaborador Nathan Rosen tuvieron la suerte de que el artículo que enviaron fue objetado por un revisor del Physical Review. De esta manera, pudieron rectificar su error. Pero a Einstein no le gustó nada que lo sometieran a referato.
En Alemania no existía prácticamente el referato científico y el propio editor de la revista actuaba de filtro. Los físicos eran escasos y los artículos pocos cuando Einstein empezó a publicar. No le gustó nada saber que otra persona, anónima para colmo, había leído el trabajo antes de ser publicado. Suponía que el editor, conocido y prestigioso, decidía por sí mismo. Retiró el trabajo y no le contestó al revisor. Las observaciones, sin embargo, lo llevaron a repensar lo planteado. Con Rosen, encontraron sus errores y publicaron en otra revista el resultado correcto. Las ondas gravitatorias existían.
Una característica de Einstein, de toda la vida, fue el poco esfuerzo que hacía para leer lo que se publicaba, a menos que estuviera trabajando en ese tema. Fue por esto que pasó por alto un trabajo bastante anterior.
En 1925, Guido Beck había encontrado las soluciones buscadas por Einstein y Rosen. Y ya había publicado ese trabajo en una prestigiosa revista alemana. Para 1936 Beck estaba huyendo de Hitler y no pudo ver el trabajo de Einstein. En su azarosa vida había pasado por Austria, Alemania y la Rusia Soviética. En 1936 estaba en Francia, y en 1940 fue internado en un campo de prisioneros en la Francia no ocupada por los alemanes. Pudo escapar a Portugal consiguiendo un puesto en la Universidad de Coimbra. Cuando este empleo se acabó le llegó una invitación de la Argentina.
En 1943 estaba en Córdoba en el observatorio astronómico, invitado por Enrique Gaviola, un físico argentino formado en Alemania. “Yo no viajé, me viajaron”, decía Guido Beck cuando contaba sus desplazamientos por el mundo.
Junto con Gaviola se dedicaron a la tarea de construir un ambiente adecuado para la Física en el país. Así fue como Beck terminó siendo director de tesis de doctorado de José Antonio Balseiro, fundador del Instituto de Física de Bariloche que hoy lleva su nombre.
Beck fue profesor importante dentro del Instituto. Si bien no participó en la fundación, porque su espíritu inquieto lo había llevado a vivir a Brasil, luego de la muerte de Balseiro volvió a la Argentina para hacerse cargo de sus cátedras.
Entre las anécdotas de Beck, sin embargo, nunca se contó la de su anticipación a Einstein con las ondas gravitatorias. El asunto solo fue conocido en 2005 cuando el Physical Review liberó sus archivos. Ni Beck supo la historia. Terminó su carrera en Brasil, y allí murió en un accidente de tráfico en 1988.
La historia original de Physical Review (en idioma inglés y dirigida a personas con alguna experiencia en física) se puede ver acá
* soci@ de Página/12 y fisico jubilado del Centro Atómico Bariloche- Instituto Balseiro.