Una bebé asoma al borde de las lágrimas desde dentro de una campera mientras su padre sonríe a la cámara bajo la luz natural de un atardecer en el campo. Contratapa de RAM, segundo disco solista de Paul McCartney. La foto es una de las más conocidas de Linda McCartney y una de las muchas que Mary, la bebé en cuestión, escogió recientemente en su rol de curadora para una muestra de la obra de Linda que en estos días puede apreciarse online en la página de internet de la Walker Art Gallery de Liverpool.
Votada por sus colegas como fotógrafa estadounidense del año en 1967, frente a la cámara de Linda pasaron artistas como Aretha Franklin, Bob Dylan, BB King, Janis Joplin, Tim Buckley, Jimi Hendrix, Otis Redding, Neil Young y Jim Morrison. En 1968 se convirtió en la primera mujer en realizar una fotografía de tapa para la revista Rolling Stone con un retrato de Eric Clapton.
La flamante muestra recupera sus fotografías de esa etapa junto con las “miles y miles de fotos” –en palabras de Paul– con las que Linda retrató la intimidad de su familia cuando se instalaron durante comienzos de los setenta en una campiña escocesa: así pueden apreciarse capturas con Paul haciendo equilibrio sobre una valla mientras las niñas juegan en el pasto, a Mick Jagger sentado en un yate con Brian Jones tirado a su lado o la solemnidad de un caballo solitario de pie en un campo de margaritas: “Ese era Lucky Spot, el caballo de mamá”, contó Mary, fotógrafa profesional ella misma, en una entrevista que concedió recientemente a un periódico británico. “El hecho de que esté parado así tal como salió es asombroso. Generalmente se alejaba caminando o bajaba su cabeza para pastar. Pero había una conexión muy grande entre ellos, y el color que capturó en esa fotografía es mágico”.
Cartas robadas
Corría noviembre de 1966 cuando llegó a manos de Linda Eastman el sobre con la invitación que cambiaría su vida, aunque había un detalle: la invitación no era para ella sino para la revista de moda y cultura en la que trabajaba como recepcionista desde hacía un mes. Hija de Lee Eastman, uno de los abogados más exitosos del mundo del espectáculo en aquél momento (ninguna relación con el fundador de la empresa Kodak-Eastman), desde muy joven había decidido alejarse de la férrea y acomodada crianza en su hogar de infancia en Nueva York para forjar un destino por su cuenta: cuando esa carta llegó a su escritorio acababa de cumplir 25, estaba recién divorciada de un matrimonio que no había prosperado y tenía una hija, Heather, de tres años de edad.
La invitación ofrecía a la revista enviar un corresponsal para cubrir la fiesta que los Rolling Stones darían en un yate para promocionar su quinta gira por los Estados Unidos. Linda se dedicaba a la fotografía de manera amateur desde su adolescencia y era una apasionada de la explosiva escena musical de aquellos años: sin pensarlo dos veces, guardó el sobre en su bolso y el día del evento pasó parte de enferma en la revista y fue a la fiesta por su cuenta. De ese día es la foto de Mick Jagger junto a Brian Jones, y de allí en más todo fue vértigo: su talento para capturar el brillo de instantes en apariencia intrascendentes despertó la atención de los managers de la banda, y el resto es historia conocida. Dos años más tarde conoció a Paul McCartney cuando cubrió la presentación de Sgt. Pepper en Londres (de ahí la foto de él y John saludándose entre risas junto a George y Ringo), y un año después se casaron y tuvieron tres hijos: Mary, Stella y James, criados junto a Heather en una casa campestre alejada de la ciudad.
“Un día me contó que en esa fiesta de los Rolling Stones los periodistas y fotógrafos se habían amontonado en la entrada”, contó Mary en la entrevista. “Alguien dijo: ‘Cronistas pueden entrar todos, pero solo un fotógrafo’. Y la eligieron a ella, que nunca había trabajado como fotógrafa profesional en su vida. Era hermosa, pero también había una calma atrapante en la confianza que se tenía. Hoy ves esas fotos y siguen siendo de las mejores que tomó en su vida. Probablemente los de la banda la encontraban intrigante, y ella los encontraría intrigantes a ellos también. Realmente te hacés una idea de esa tarde viendo esas fotos”.
Fotos del fuego
Con el correr de los años, el reconocimiento al talento de Linda como fotógrafa quedó por detrás de su afamado activismo como pionera en la defensa de los derechos de los animales y el vegetarianismo, pero nunca abandonó su pasión por la fotografía. De aquellas primeras instantáneas de juventud –con músicos no tanto posando para la cámara sino coqueteando sutilmente con la atractiva fotógrafa–, luego de su casamiento pasó a retratar su vida familiar entre crayones, animales de campo, muelles, botellas vacías de vino, mamaderas y platos sucios.
“La vida de Linda y sus fotografías fueron una misma cosa”, escribió la reconocida fotógrafa estadounidense Annie Leibovitz en el prólogo del libro Linda McCartney, A Life in Photgraphs, editado por Taschen en 2011. “Y sobre el final de su vida, quizás sospechando que no seguiría mucho tiempo en este mundo, sus fotos se volvieron más simples, puras. Tomaba fotografías para aferrarse a su existencia."
Tan parte de su vida era la fotografía que hasta el odio mismo supo ser parte de su obra. De las innumerables biografías escritas acerca de los Beatles, una de las más polémicas fue The Love You Make, publicada en 1983 por Peter Brown, asistente personal y amigo de la banda desde sus comienzos. Entre historias de sexo, drogas y múltiples relatos acerca de la intimidad del cuarteto de Liverpool, en la primera mención de Linda que Brown hace en el libro se refiere a ella como una groupie en mocasines que vivía para cazar celebridades. Para los McCartney, el libro fue una traición inesperada. “Peter era un amigo, fue él quien me presentó a Paul y fue testigo de nuestra boda”, contó Linda en una extensa entrevista que dio junto a su marido a la revista Playboy en 1986. “Cuando fui al hospital para tener a Stella le pedí que sostuviera a Mary, y no habría hecho eso con cualquiera. Pero ahora es como si no existiera. Y con respecto a su libro… No importa lo que haya escrito, traicionó nuestra confianza. Decidimos no leerlo, pero nos contaron cosas. Nos envió una copia del libro y la lanzamos al fuego: lo fotografié mientras ardía, página por página”.
Más allá del esperable enojo de los McCartney por la desafortunada apreciación, Brown deja en claro en su libro que Linda fue para Paul un ancla a tierra en la problemática época del fin de los Beatles. En un párrafo cuenta: “En un viaje a Norteamérica para promocionar Apple Records, Paul se había instalado en el chalet privado de un hotel en Beverly Hills con una actriz famosa en una habitación y una célebre prostituta en la otra. Se pasó el fin de semana yendo de una habitación a la otra, solo deteniéndose cada tanto para firmar las cuentas del servicio. El domingo por la mañana recibió un llamado: era Linda, que había viajado desde California para verlo y lo llamaba desde el lobby del hotel. Aún no eran novios, pero Paul no perdió el tiempo y le dijo que fuera directo al chalet. Luego fue a las habitaciones y les dijo a las chicas que se vistieran y regresaran a sus casas. Unos minutos después, Paul y Linda revisaban tranquilos fotografías en el sofá mientras las dos chicas se iban del lugar entre lágrimas. Y ambos se mostraron igual de despreocupados cuando Peggy Lipton, una de las actrices de moda en aquél momento, se presentó en la puerta del lugar un par de horas después para declararle su amor a Paul, que le dijo que estaba ocupado y la despachó rápidamente”.
Las celebridades que Linda retrató durante los años sesenta solían manifestar un gran aprecio por ella: esa empatía resultaría clave en su estilo documental despojado de poses para capturar lo inusual en lo tradicional. “Solía hacer que la gente se sintiera cómoda, siempre tenía una manera de desarmarte”, contó Paul alguna vez. Fue amiga de Janis Joplin, y hasta el mismo Paul, poco tiempo después de conocerla, se quedó cuidando a Heather una noche en que Linda salió a cubrir un recital como fotógrafa. En 1998, a los 56 años de edad, tras veintinueve de matrimonio, Linda falleció a causa de un cáncer de mama diagnosticado dos años antes. En su funeral, Chrissie Hynde y Neil Young tomaron la palabra y expresaron su estima no solo por su persona sino también por su obra. Y a pesar de todas las críticas que recibían los aportes de Linda en voz y teclados en los discos solistas de Paul y en sus giras con los Wings –algo de lo que ella solía reír declarando que la música nunca había sido realmente lo suyo–, fueron muchos los que halagaron sus virtudes musicales: sin ir más lejos, Morrissey y Johnny Marr eran admiradores suyos y llegaron a pedirle que tocara teclados en la grabación de “Frankly Mr. Shankly”, invitación que Linda declinó amablemente.
“Una vez le pregunté a mamá qué hacía yo dentro de esa campera”, contó Mary en la entrevista. “Me contó que solían ir lejos a caballo, y como no tenían niñeras ni nada por el estilo tenían la costumbre de llevarme dentro de sus abrigos. Esa luz es la del atardecer al regreso de esos viajes. Crecí viendo la manera en que registró su vida como en un diario en imágenes, fotografías que si hubiera planeado no habrían sido tan interesantes. Esa, creo, fue su mayor virtud: el talento de convertir un instante cualquiera en el momento perfecto."
Una selección de la muestra Linda McCartney Retrospective, curada por Mary McCartney para la Walker Art Gallery de Liverpool, puede apreciarse en la página del Liverpool Museum .