Desde Roma
La complicadísima vida de Roma, con sus calles estrechas que dificultan el tráfico, y a veces hasta sin veredas porque hacerlas le costaría un caro precio a los cientos de monumentos de época romana, medieval, o renacentista que la decoran, parece estar volviendo a la normalidad. Una normalidad que no quiere decir tranquilidad pero sí quiere decir Roma viva y no el silencio sepulcral que por semanas reinó en la capital del Imperio Romano y del catolicismo.
Desde el lunes pasado, según la decisión del gobierno, pueden abrir todos los negocios al por menor. Cosa que estuvo prohibida desde los primeros días de marzo, cuando se declaró la cuarentena por el coronavirus, permitiendo la apertura sólo de farmacias o negocios con productos para la salud, de venta de alimentos y ferreterías. Pero ahora no todos los negocios están abiertos. Se ven algunos locales que han sido vaciados completamente y otros cerrados, como si el propietario no tuviera los fondos necesarios para relanzar su actividad.
La crisis económica desatada por el coronavirus ha sido y será desastrosa según las previsiones de los economistas europeos. Se habla de una “profunda recesión” para Italia cuyo Producto Interno Bruto (PIB) llegará a -9.5% en el curso del año y de una gran desocupación. Este miércoles, la Comisión Europea hizo una serie de recomendaciones a los países europeos en dificultad, entre ellas realizar inversiones en la innovación y en el sector digital, reforzar la seguridad social y la salud. Para Italia en particular, la comisión sugirió además modernizar el sistema administrativo -tremendamente burocrático – y hacer más eficiente el sistema judicial pero también seguir políticas económicas prudentes.
El presidente de Italia, Sergio Mattarella, firmó este miércoles el decreto que elaboró el gobierno la semana pasada y destina 55.000 millones de euros para ayudar a la población y a las empresas. Falta todavía la aprobación del Parlamento pero el decreto puede ser aplicado mientras tanto.
La gente común, los comerciantes, los obreros, las empresas, sin embargo, siguen muy preocupados por que no saben qué pasará en los próximos meses. Muchos de ellos además no saben cómo afrontar las deudas generadas durante la cuarentena.
Valerio Leonelli es propietario del Café Coppedé, en un barrio central de la capital italiana. Se trata de un bar donde no sólo se sirven desayunos y el café tan absolutamente necesario en la vida cotidiana de los italianos, sino también comida para llevar. Hace dos semanas Leonelli reabrió su café pero sólo para comidas o bebidas para llevar. La gente no podía entrar al local. Desde este lunes, en cambio, los clientes pueden entrar, siempre con mascarillas y manteniendo la distancia de un metro. “Desde el lunes ha aumentado un poquito la cantidad de clientes, pero poco -contó a Página 12-. Un poquito más que la semana pasada pero los números son bajísimos: 70/80 euros de entradas al día. Antes era mucho más. Yo tenía dos empleados y ahora están en ‘cassa integrazione’ (una asistencia del gobierno a las empresas que no pueden pagar los sueldos). A mí no me conviene hacerlos volver porque no sé si podré pagarles el salario”.
“Yo además tengo otro problema: el alquiler, porque el local no es mío -continuó- . El dueño, dada la situación, me propuso que desde marzo y hasta agosto, le pagara la mitad y desde setiembre el alquiler completo. Pero yo en setiembre deberé pagar todo lo que no he pagado hasta ahora, sueldos, impuestos etc. y además comprar la mercadería. ¿Qué hago con el alquiler? Yo no sé como terminará esta historia, nadie lo sabe. ¿Qué me queda después si tengo que pagar el alquiler? Puedo venderme un riñón y pagarlo con eso...Y como yo, están el 80% de los comerciantes”, concluyó.
Marcello Mimun es propietario de un negocio de ropa para mujer, “Jansen”, que abrió hace 40 años, a unos 100 metros de la Iglesia Argentina. Al entrar al negocio, estaba sólo, ordenando ropa en las perchas. ¿Qué cambió desde el lunes señor Mimun? “Todo ha cambiado...Hemos abierto el lunes con descuentos, porque prácticamente toda la colección de primavera que teníamos para vender antes de que comenzara la cuarentena, aunque todavía no hacía calor, ha quedado en los estantes -contó a este diario-. Cerramos el negocio el 9 de marzo. Nunca hice las cuentas, pero hemos perdido mucho. Al menos el 50% de esas ganancias. Porque ahora no podemos vender lo de primavera. La gente quiere ropa de verano. Las colecciones primaverales se venden sobre todo a fines de marzo y abril, precisamente el tiempo que estuvimos cerrados. Tampoco se pueden vender en otoño porque algunas cosas pasan de moda”.
Según usted señor Mimun, ¿mejorarán las cosas a partir de ahora? “La crisis económica ya existía cuando llegó la pandemia. Pero esta cuarentena la ha hecho mucho peor. Además está el problema político. Los políticos han manejado muy mal esta situación”, concluyó.
Federica es la propietaria de “Especialidades de Hong Kong”, uno de los tantos restaurantes chinos que hay en Roma. Es muy querida y respetada en su barrio, la Ferratella, por la calidad de sus productos. Pero además de haber sufrido discriminación cuando se empezó a difundir en febrero que el coronavirus venía de China y el restaurante empezó a verse semidesierto, el 9 de marzo tuvo que cerrar. Desde entonces estuvieron encerrados en casa pero pagaron todas sus cuentas regularmente como el alquiler, luz, gas, transporte de basura, entre otros. Hace poco más de una semana abrieron para producir comida para llevar pero sin que nadie entrara al restaurant. Calculan que en todo este tiempo han perdido al menos unos 10.000 euros. “Ahora - contó Federica a PáginaI12- con la comida para llevar ganamos tal vez unos 200 o 300 euros por día. Pero no es como antes. Abriremos el restaurante la semana que viene. Previamente viene un técnico que tomará todas las medidas y organizará la distribución de mesas que tienen que estar a dos metros de distancia entre ellas. Y también, entre otras cosas, organizará la colocación de los separadores de plástico entre las mesas. Dentro del local entrarán un máximo de 15 personas. Antes entraban 60 personas”. Por suerte para ellos, porque el municipio de Roma ahora lo permitirá, podrán poner más mesas afuera de lo que se consentía antes.
Chanty Novelli tiene una ferretería en el barrio EUR de Roma, “EUR Security Center”.
“Gracias a Dios, porque la ferretería fue considerado un negocio de primera necesidad, hemos trabajado siempre. Mucho menos que antes porque nuestros clientes son sobre todo oficinas y no privados. Y las oficinas han estado cerradas porque la gente trabajaba desde casa, pero siempre abiertos -contó-. Ahora que se ha reabierto todo, para nosotros han caído un poco las ventas. ¿Por que? Porque ahora hay otros negocios abiertos que tal vez venden cosas parecidas a nosotros sin ser ferreterías. ¿Cuanto he perdido? En marzo, más del 30%, en abril al menos un 20%. En mayo en cambio estamos recuperando lentamente. Al menos eso parece. Crucemos los dedos...” .