El traidor de la mafia 8 puntos
Il traditore; Italia, 2019.
Dirección: Marco Bellocchio.
Guion: Marco Bellocchio, Valia Santella, Ludovica Rampoldi y Francesco Piccolo.
Música: Nicola Piovani.
Fotografía: Vladan Radovic.
Intérpretes: Pierfrancesco Favino, Maria Fernanda Cândido, Fabrizio Ferracane, Luigi Lo Cascio.
Duración: 145 minutos.
Estreno: en Claro Video.
A los 80 años y con 50 películas como director –contando también cortos y participaciones en films colectivos— el italiano Marco Bellocchio está tan activo y en forma como siempre. Lo prueba Il traditore (disponible en Claro Video como El traidor de la mafia), la primera película en su carrera en la que aborda un tema muy fatigado por el cine italiano, pero al que Bellocchio le da, como es su costumbre, una perspectiva nueva, desde un costado eminentemente político.
Se trata del caso real de Tommaso Buscetta (1928-2000), un capo de la mafia siciliana que en 1983 fue el primero de su rango en romper la omertá, ese pacto de silencio que une a la Cosa Nostra, revelando las conexiones con altos estamentos de la política italiana, incluido Giulio Andreotti, Presidente del Consejo de Ministros de Italia en siete ocasiones y también uno de los máximos exponentes del partido Demócrata Cristiano. No por nada en Italia Buscetta fue apodado “la primera garganta profunda de la mafia”.
Lo curioso del asunto es que Buscetta nunca se vio a sí mismo como un traidor a la Cosa Nostra. Por el contrario él --que confesó haber cometido con sus propias manos infinidad de asesinatos— consideraba que quienes habían faltado al juramento de fidelidad eran algunas de las familias más encumbradas de la Cosa Nostra (entre ellos los “Corleonesi”) porque en su creciente codicia por hacerse con multimillonario negocio a escala mundial del tráfico de drogas habían desatado una guerra entre clanes que incluía asesinar a cualquiera –incluidos niños— que tuviera lazos de sangre con una familia rival.
El propio Buscetta sufrió el asesinato de dos de sus hijos, un hermano, un yerno, un cuñado y cuatro sobrinos y eso lo determinó a testimoniar frente a recordado juez Giovanni Falcone, asesinado a su vez en 1992. Dinamitaron con mil kilogramos de explosivos la autopista por la que viajaba Falcone con su esposa. “Le temo más al Estado que a la mafia”, dice significativamente Falcone en la película de Bellocchio, que nunca le escapó a los nombres propios, ya fuera el ex primer ministro Aldo Moro en Buongiorno, notte (2003) o el mismísimo Duce en Vincere
(2009).
Ese momento, notablemente reconstruido, es uno de los puntos altos de una película muy dinámica, que avanza y retrocede en el tiempo, y que está realizada con una solidez narrativa que --si no fuera por el propio Bellocchio-- se extraña en el cine italiano. Cada uno de sus planos tiene un peso y una contundencia equivalente al de sus personajes, entre ellos no sólo Buscetta (Pierfrancesco Favino) sino también su insumisa segunda esposa (Maria Fernanda Cândido), que como buena brasileña se diferenciaba de las mujeres sicilianas que vivían a la sombra de sus maridos, lo que agrega una capa extra de tensión al relato.
Hay muchos momentos de gran cine en Il traditore pero si hubiera que elegir uno en particular no es difícil inclinarse por el juicio a Buscetta en uno de esos histriónicos tribunales italianos, donde los acusados están recluidos y aullando como fieras detrás de rejas y –en la visión de Bellocchio-- el imputado enfrenta no sólo a esa turba sino a sus jueces como si fuera un gladiador romano arrojado brutalmente al centro de la arena. Que la instancia decisiva del veredicto de ese juicio esté coronada en la banda de sonido por el “Va, pensiero”, el famoso coro del tercer acto de la ópera Nabucco, de Verdi, va más allá del efecto dramático. Hace al carácter de tragedia nacional del caso Buscetta, quien parte hacia el exilio mientras el espectador escucha el verso que parece el leitmotiv de la película toda: “Oh mia patria sì bella e perduta!”