Las políticas económicas para atender la pandemia ponen en crisis las finanzas públicas. La necesidad de garantizar ingresos a un sector importante de la población que ve paralizada su actividad económica por la obligación de mantener la cuarentena, implica un esfuerzo fiscal de magnitud en un contexto donde la recaudación impositiva cae bruscamente.
La pesada herencia macrista de un mercado financiero interno y externo detonados no deja más margen que la emisión de moneda para atender las necesarias políticas de ingresos. En ese difícil contexto, algunos economistas proponen la emisión de cuasimonedas como una alternativa a la emisión de pesos.
La propuesta de emitir cuasimonedas se basa en la supuesta intención de evitar la inflación. Sin embargo, la realidad de los dos meses bajo cuarentena muestra que la creciente emisión monetaria fue acompañada de una reducción de la inflación.
La mayor liquidez terminó alimentando no un boom de consumo (reducido al esencial), sino los mayores ahorros de quienes lograron mantener sus ingresos. La parálisis de la inversión productiva (y hasta en ladrillo), junto a las bajas tasas que pagan los plazos fijos, terminaron volcando esos ahorros a la compra de dólares presionando sobre su cotización paralela. En ese sentido, la emisión de cuasimonedas sólo generaría que parte de la devaluación del peso en el paralelo se convierta en devaluación de la cuasimoneda frente al peso. Un beneficio poco claro frente al costo político de pagarle a un porcentaje de la población en una moneda de segunda calidad.
Más que emitir una cuasimoneda devaluada para acompañar a nuestro devaluado peso puede ser útil emitir una moneda dura que busque sustituir al dólar como única alternativa de ahorro. La posibilidad de lanzar a la circulación una moneda “UVA” indexada por la inflación permitiría canalizar hacia ella parte de los ahorros que hoy van al dólar. Dentro del sistema bancario facilitaría la expansión del ahorro en depósitos UVA, ya que los bancos ya no serían los garantes de pagar esa inversión. Los bancos tomarían pesos y comprarían UVa al Banco Central, de la misma forma que hoy hacen cuando se constituye un depósito en dólares. De esa manera, se evita la oposición de los bancos a fomentar depósitos a tasas indexadas en un contexto donde sus activos rinden mayormente por debajo de la inflación.
Fuera del sistema bancario perimitiría una opción alternativa al dólar para canalizar el excedente de la economía informal que, por su propia naturaleza, no puede acceder a inversiones dentro del sistema financiero. Con una serie de regulaciones, se podría extender su uso a las operaciones inmobiliarias cuando el sector reanude su actividad. De esa manera, se podría ir generando una moneda local que cumpla la función de atesoramiento que nuestro golpeado peso fue perdiendo frente al dólar. Una alternativa que ataca el corazón de uno de los principales problemas macroeconómicos - la dolarización de los ahorros - sin el costo político de emitir cuasimonedas.
@AndresAsiain