Junín, 1982. Un chico llamado Christian Rémoli llega al club de básquet local sin saber quién es el político que está en el escenario. Pero por el llanto emocionado de un par de adultos mayores mientras lo escuchan, piensa, debe ser alguien importante. Y vaya si lo era: aquel hombre se llamaba Raúl Alfonsín y al año siguiente sería el primer Presidente de la Nación electo luego de más de siete años de dictadura cívico-militar. “A partir de ahí empecé a seguirlo, y cuando me mudé a Buenos Aires fui a varios actos incluso sin tener militancia en el radicalismo”, recuerda ahora Rémoli, que con el tiempo devino en periodista deportivo y realizador de documentales temáticos para el cine y el televisión. El responsable de Mundial 78. Verdad o mentira y la serie 1986. La historia detrás de la Copa dejó de lado la pelota para indagar, junto al realizador Juan Baldana, en la figura más emblemática de la Unión Cívica Radical. El resultado de esa investigación se llama Raúl, la democracia desde adentro y puede verse en la sala virtual Puentes de Cine (www.puentesdecine.com
) de la Asociación de Directores PCI.
Exhibido en cines en funciones especiales desde fines del año pasado hasta la llegada de la pandemia, Raúl es un trabajo monumental que durante dos horas y media recorre la formación y la presidencia del oriundo de Chascomús a través del testimonio de quienes lo conocieron –tanto en su faceta íntima como en la política– y de un voluminoso material de archivo que incluye varias filmaciones inéditas. Incluso algunas, pertenecientes al Museo del Cine porteño, que lo muestran a fines de los ’60 y principios de los ’70 arengando consignas muy a tono con la militancia de la época. “Sabía que era del ala menos conservadora del radicalismo, pero no que estaba tan a la izquierda”, afirma Rémoli, y aclara: “Y no es algo de uno o dos discursos. Nosotros usamos tres, pero hay por lo menos otros cuatro que dejan muy clara su lectura de algunos acontecimientos. Por ejemplo, el día después de la vuelta de Perón y de la masacre de Ezeiza habló de encapsular a algunos sectores sindicales del peronismo. Él conocía mucho la interna política, era como esos ajedrecistas que leen las jugadas mucho antes de que sucedan”.
-Además hay material familiar.
Christian Rémoli: -Sí, su familia nos dio una mano muy grande mostrándonos esos archivos. Nunca nos pidieron ver el guión ni nada, nos abrieron la puerta sin conocernos. Ver fotos de sus padres, del almacén que tenían, de su adolescencia e incluso de su mujer y su crecimiento, fue una puerta de entrada para abordar un personaje que no conocía a fondo.
Juan Baldana: -Hay que aclarar que no dio muchas entrevistas durante su mandato. Por eso tratamos de dibujar su personalidad con discursos y testimonios. No es lo mismo leer que ver y sentir a Alfonsín en un escenario. Tenía una verba única, e incluso en alguna sala han llegado a aplaudir los discursos.
-¿Por qué un documental sobre Alfonsín?
C.R.: -Porque es una figura que, a pesar de haber sido Presidente, era desconocida por la mayoría hasta 1983. También me parecía –y me sigue pareciendo– que hay una reivindicación de cosas que son ciertas pero quizás no las más relevantes. Se escucha hablar de su honestidad y transparencia, que es importante, pero no tanto de su formación como cuadro político, que es lo más importante porque militó desde los 14 años hasta que se murió. Fue el hombre más importante de su partido hasta sus últimos momentos de lucidez, pero quedó la imagen de un señor bueno que no se llevó nada a la casa, y nada más.
-En ese sentido, su hijo Ricardo dice que quedarse solo con la cuestión de la honestidad termina vaciándolo de ideología.
C.R.: .Sí, habla de “descafeinarlo”. Es exactamente así, sobre todo en este último tiempo. Más de una vez dijimos con Juan que suele tomarse la arista que más conviene. Tenés, por un lado, a los que lo destacan como un tipo honesto y, por otro, a los que se quedan con la faceta si se quiere más “populista”, la del Presidente que se peleó con Clarín, la Iglesia y la Sociedad Rural. Son dos reivindicaciones ciertas pero incompletas.
-El concepto visual de la película es el arte urbano, con pintadas y murales que aluden a frases o a la figura de Alfonsín. ¿Cómo surgió esa idea?
J.B.: -Pasamos por varias cosas hasta que surgió lo del arte urbano, algo que tenía que ver con las campañas políticas. Se nos ocurrió hacer pintadas que narraran una suerte de historia total, un gran cuadro donde cada situación fuerte estuviera registrada y formando una obra. Primero fuimos con un muralista que no pudo, y después nos llegó el nombre de “Carpita”, que si bien era peronista se copó muy rápido cuando le contamos en profundidad quién era Alfonsín. La idea era pintar en Buenos Aires, pero como no teníamos permiso nos pareció mejor Chascomús. En ese momento a cargo del área de Cultura había un funcionario del partido de Sergio Massa que era muralista y nos dio todas las posibilidades. La ciudad terminó siendo como un museo callejero, una visita guiada con 15 pintadas y murales en la zona del casco histórico.
-¿Cómo pensaron la estructura narrativa teniendo en cuenta que Alfonsín atraviesa más de medio siglo de la política argentina?
C.R.: -Quisimos abordar las cuestiones urgentes. En ese sentido, reconozco que el documental es un poco injusto porque hubo políticas de su gobierno que no abordamos o no nos metemos de lleno. Por ejemplo, se habla del Juicio a las Juntas pero no indagamos a fondo, como sí hicimos con la campaña de 1983, el Plan Austral o la Semana Santa de 1987. Quedaron afuera cosas muy importantes como la Ley de Divorcio, la pelea con la Iglesia, el Tratado con Chile, el Mercosur o la torta de plata que puso en Educación. Quisimos centrarnos en las cuestiones urgentes explicándolas como un recorrido. Estaba bueno el ida y vuelta entre, por ejemplo, empezar a odiar a los militares durante sus estudios en el Liceo y terminar siendo el tipo que anula la autoamnistía de la dictadura.
-Llama la atención que todos los entrevistados, incluso los que lo enfrentaron durante su mandato, lo recuerden de manera positiva.
J.B.: -Es que más allá de un carácter fuerte y de haber sido muy terco, él sabía cómo hablar. Era confrontador en el buen sentido y respetaba mucho a sus oponentes, lo que hacía que se generara un diálogo constante.
C.R.: -Creo que tuvo un carisma que le dio un capital político que usó muy bien tanto en sus discursos como en las charlas mano a mano. Tenía un poder de convencimiento enorme. Alguien nos dijo que una vez tuvo una discusión muy fuerte pero terminó cediendo, y que mientras se iba se preguntó cómo era posible que lo hubiera convencido cuando al principio pensaba lo contrario. Al rato volvió, le tocó la puerta y le dijo: “Raúl, le pido por favor que sea la última vez que abusa de esa manera de su calidez”.