¡Compatriotos, triotas y triotes! ¡Conciudavirus! ¡Insomnos e insomnas por las más diversas causas, últimamente renovadas! ¡Asustades por el virus, el asteroide, el neoliberalismo, Trump y Bolsonaro! ¡Metides en sus cases! ¡Sexabstinentes por decisión epidemiológica! ¡Especialistas en nada, pero con verso! ¡Obsesivos, ivas e ives que cuentan días, horas y minutos de cuarentena! ¡Abnegades seres que comparten hábitat con otres seres tan abnegades como elles! ¡Sueltos y sueltas que desearían no serlo por un ratito! ¡Neurótiques de toda calaña! ¡Invisibles a los ojos (o sea, esenciales, según don Antoine de Saint-Exupéry)!: ¡gracias por estar, o al menos, simular vuestra presencia y atención!

Quizás ya lo dijimos, pero el historiador británico Eric Hobsbawm decía que había una maldición china: “Ojalá te toquen tiempos interesantes para vivir”.

Sí, los chinos dicen esas cosas terribles, diría Hobsbawm, y hacen cosas mucho más terribles, diría Donald Trump, mientras el resto de los países del mundo agotan la producción de acero y se apresuran a edificar muros que los separen lo más rápido posible de los Estados Unidos, donde “los beneficios de la libertad para todos" atravesaron el límite del absurdo, y entonces, al menos por un tiempo, también los virus gozaron del derecho a la libre circulación, con mucha mejor suerte que más de un contingente de inmigrantes.

Don Eric se murió en el año del Apocalipsis-que-no-fue (2012) y, si existiese un más allá, seguramente andaría de charla (¿café, asado, mate, knishes de papa, empanadas?) con los queridos Fontova, Marcos Mundstock y Tom Lupo, comentándoles, no sin ironía: "Muchachos, nos salvamos de la maldición china”, y les daría ese abrazo que acá, en el terrenal mundo, nos está siendo vedado, al menos por ahora.

Nosotros aquí estamos, y está muy bien que estemos; queremos seguir estando, aunque sean tiempos interesantes. Por eso podemos gritar, cual setentistas aggiornados: “¡El pueblo, aislado, jamás será derrotado!”, extraña consigna, más paradójica aún que la del exministro Bullrich, que nos proponía amar la incertidumbre... mientras nos garcaban una y otra vez, con certeza infalible.

Nos hubiera venido bien un poco de incertidumbre, don Esteban. Pero claro, toda la producción "de la buena” la fugaban, y solo nos dejaban, para consumo nacional, “la mala”: la incertidumbre sobre el hambre, la salud, el trabajo, el país.

“Y en estos tiempos virusos, reina un clima tan confuso que hasta el aire se indispuso” , diría algún mal tango aún no escrito.

Pero ante la incertidumbre, los malos del mundo, los que creen que se pueden salvar solos, los incapaces de empatizar con el resto y reconocernos como sus semejantes, se dedican a su deporte favorito: no el esquí en Suiza, no la fuga en Panamá ni el fútbol acá, sino “la búsqueda de una causa falsa pero verosímil, al menos levemente verosímil”, cosa de entretener al resto y que no aproveche/mos el tiempo para crear un mundo algo mejor.

Como les encantan los fake-motivs, pueden decir que:

1. El virus vino de China, quizás en el puño de un gatito de acero inoxidable, esos que se mueven en todos los taxis.

2. El virus se originó en un murciélago, o sea que la culpa es de Batman.

3. Era un argumento para una serie de Netflix, que se les descontroló y saltó a la realidad no virtual, porque no sabía la diferencia con la virtual.

4. El virus no existe, son los padres.

5. Es todo un gran relato para terminar con los asaltos en la calle.

6. El virus lo diseñaron los acreedores para vengarse de los argentinos, por eso no podemos tomar mate con la misma bombilla, darnos besos, ir a la cancha, compartir asados con los amigos, levantar en la calle, ir a comer con la nona/abuela, bobe/mama los domingos.

Todas estas teorías son absolutamente ficticias y delirantes, pero hemos de decir que en la realidad cierta (no la que nos quiso vender don Bullrich) circulan, y que ideas mucho más absurdas que las aquí expuestas tienen buena prensa y, en más de un caso, son sostenidas hasta el desastre por gobiernos de países insoslayables en esta escala mundial.

La realidad es que sabemos poco y nada, entonces nos quedamos en casa, nos lavamos todo lo que haya que lavarse, y por la noche rezamos por la salud de nuestro Celu, nuestra Compu y nuestra Tele, “la cuarentenísima trinidad” que nos sostiene física, emocional e informáticamente en el día a día.

Y el humor y el arte y el amor y el cariño de otros seres (humanos o no) están ahí, para recordarnos que estamos acá.

Y mientras se acerca el 25 de mayo, que celebraremos con orgullo patrio y alegría matria (si siguiera el Virrey, no habría Ministerio de Salud), podemos preguntar, todos juntos, cada uno desde su casa: “¡El pueblo quiere saber cómo se cura!”.

Sugerimos acompañar (cual guarnición de papas fritas o panaché) la lectura de esta nota con el video “Nadie se salva solo”, de RS Positivo, basado en la canción homónima y de los mismos autores (Rudy-Sanz). Es un tema original, interpretado por el coro y orquesta de cosacos bonaerenses. Quien se sienta satisfeche con le video, y/o paradójicamente quiera más, puede suscribirse al canal de RS Positivo.

Hasta la que viene, siempre.