A la par de las discusiones con el gobierno bonaerense, que viene exigiendo una cuarentena más estricta en la Ciudad, y del ala dura del PRO, que reclama mayor reapertura económica, el gabinete de Horacio Rodríguez Larreta vive sus propias discusiones internas. Mientras desde el Ministerio de Salud, que conduce Fernán Quirós, la tendencia es sostener el aislamiento e incluso dar marcha atrás con algunas actividades que se abrieron, desde un sector del gabinete en torno al Ministerio de Hacienda se observa con preocupación la caída de la recaudación por vía de no poder cobrar Ingresos Brutos ante el parate económico en la Ciudad. Horacio Rodríguez Larreta sigue haciendo equilibrio, mientras se acumulan críticas al manejo en la Villa 31.
La discusión interna dentro del Gabinete porteño viene desde el comienzo de la cuarentena. Cuando el presidente Alberto Fernández anunció hace algunas semanas las salidas recreativas para niñas y niños y la Ciudad --junto con los principales distritos-- lo contradijo, internamente en el gobierno porteño se abrió un debate sobre qué hacer con la población. Sobre todo, preocupaba que creciera la desobediencia a las medidas que se vienen dictando desde el Estado. Finalmente, Larreta optó por habilitar esas salidas, con la idea de que son "un respiro". No obstante, la discusión interna continuó luego del anuncio.
Grosso modo, hay un sector del gabinete más propenso a las restricciones mayores y otro que mira más el efecto económico de continuar en este nivel de aislamiento. El primer grupo tiene su epicentro en el Ministerio de Salud. Quiroz se mostró siempre más restrictivo a la hora de pensar en cómo seguir con la cuarentena y sus funcionarios no vieron con buenos ojos las salidas recreativas y la mayor circulación de personas con la reapertura de áreas no esenciales como joyerías o relojerías. No llegan a plantear la presión pública que sí están haciendo funcionarios bonaerenses, pero sí comparten ciertas preocupaciones sanitarias.
La jugada de reabrir actividades fue una victoria del sector del gabinete que considera que no se puede seguir en cuarentena y que hay que empezar a atender a la economía. De nuevo: los planteos del ala dura liberal del PRO, con el ex presidente Mauricio Macri a la cabeza, que parecen buscar una reapertura mucho mayor de las actividades econoóicas, deja a este sector de funcionarios porteños casi como neokeynesianos. Aún así, además de las presiones externas al gobierno porteño, existen las discusiones internas sobre cuánto tiempo más aguanta una cuarentena estricta.
Y esto es así no solo por el golpe que implica para la población, sino por las consecuencias directas que tiene para la recaudación del gobierno porteño. Así se lo informó el ministro de Hacienda a Larreta: le indicó que en la comparación interanual hay una caída del 50 por ciento, que se compone de sumar el 5 por ciento de caída nominal con un 45 por ciento de inflación. El dato debe haber pesado en la decisión del jefe de gobierno de sostener la apertura de actividades no esenciales. Aún así, el mandatario se negó a considerar el impuesto al sector financiero que le propusieron desde el Frente de Todos porteño en la Legislatura.
Se sabe: el fuerte de Larreta en las campañas siempre fue mostrar gestión e inaugurar obras. Es difícil que se pueda pensar en un 2021 con el estilo de elecciones que ensayó en otros momentos el jefe de gobierno en la salida de la doble debacle económica que implican la situación post administración de Mauricio Macri y la cuarentena con sus efectos sobre todas las áreas de la producción. No obstante, Larreta también observa que las encuestas le sonríen por su manejo de la crisis: por caso, un sondeo que se difundió recientemente lo da 32 puntos por encima de la imagen positiva de Macri.
Pases de factura por las villas
Además de esos grupos de funcionarios porteños (los que plantean mayores restricciones y los que piden reaperturas), hay otra interna, que es preexistente, pero se incrementó con la pandemia. Es la que separa a la ministra de Desarrollo Humano, María Migliore, del responsable de la urbanización de la Villa 31, Diego Fernández. Sus orígenes y abordajes sociales son muy diferentes. Migliore viene de trabajar en el Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC) con Juan Maquieyra y su aproximación implica un mayor diálogo y contacto con las organizaciones sociales. No es idéntico a lo que hacía Carolina Stanley, pero se le parece. En cambio, Fernández --que está a cargo de la Villa 31 desde 2015-- es un dirigente que está en el gobierno porteño hace más de una década. Llegó de la mano de Guillermo Dietrich y Esteban Bullrich y el G25 (una ONG destinada a traer CEOs a la actividad pública), y su mirada hacia las organizaciones sociales es mucho más refractaria.
Muchos señalan que pasó de ser CEO de una cadena de heladerías y de crear restaurantes de sushi a ocuparse de los problemas de uno de los principales barrios populares. Incluso dentro del gabinete viene recibiendo críticas de este tipo, que no empezaron con el corte de agua por más de doce días, ni con la explosión de casos en la Villa 31, ni con la muerte de Ramona Medina. No. Arrancaron cuando Larreta, en las últimas elecciones, perdió por paliza en esa villa luego de haber destinado muchos recursos a la urbanización.
Un habitante de la sede del gobierno porteño en Parque Patricios lo resume de esta manera: "A un pibe que vende sushi no lo podés poner al frente de una villa. Se necesita tacto social ahí". Migliore nunca lo tragó y ahora viene sumando razones para su salida. Que, pese a todo, no parece estar cerca de ocurrir. Después de la salida de dos funcionarios por el escándalo de la compra de barbijos, no hay mucha intención de volver a agitar las aguas con nuevas renuncias.
No obstante, en el gobierno porteño hubo un reconocimiento interno de que faltaron reflejos para actuar en la Villa 31
con el operativo Detectar, así como en otros barrios. "Ahora se está organizando mejor con los testeos. Igual, hay que trabajar mucho ese tema", dijo a este diario un funcionario que camina los pasillos cercanos al jefe de gobierno. A la explosión de casos se sumaron denuncias de vecinos
de la Villa 21-24 que fueron llevados en micros escolares al Hospital Ramos Mejía, donde estuvieron horas compartiendo el mismo espacio y un baño con otras familias que resultaron estar contagiadas de coronavirus. Son "goles en contra" (como los llamó un integrante del gobierno porteño) que se le siguen acumulando a Rodríguez Larreta.