"A los 8 años le dije a mi familia que quería jugar al fútbol", cuenta Florencia "China" Pereiro, ex jugadora, actual coordinadora de Sportivo Barracas y referente del futsal local. La China viene de una dinastía bien futbolera: es la nieta de José Antonio Pereiro, dos veces presidente de Almagro, y su papá, José Tito Pereiro, jugó en la primera de River a principios de los ’70. Se crio con fútbol, ella y sus cuatro hermanas y hermanos, con los que jugó y empezó a querer a la número 5 tanto que, con 8 años, pidió que la llevaran a jugar a un club. El desenlace es el menos predecible (o todo lo contrario para quienes ya sabemos de desigualdades).
Muy temprano descubrió la China que el fútbol era cosa de varones: "a principios de los ’90 no había espacios para las nenas, así que jugué en el equipo de mis hermanos haciéndome pasar por varón, hasta que mi abuela me llevó a Huracán para probarme en cancha de 11. Jugaba con chicas que tenían 20 años, yo tenía 12. Ahí mi papá me dijo: 'Vos no jugás acá. Imposible'", recuerda. La historia siguió gracias a la abuela, que la llevaba a escondidas a los entrenamientos. Era buena la China, pero a los 16 se cambió a futsal. ¿Por qué? Porque el fútbol 11 entrenaba a las dos de la tarde, mientras que el futsal era de noche y le permitía terminar el colegio, pensar en una carrera, en un trabajo.
Dicen que el diablo está en los detalles, pero la suma de todos los detalles hace una cultura. Así el futsal se convirtió en el refugio de un montón de pibas que querían jugar al fútbol; talento y garra mediantes, la disciplina dejó de ser solo una alternativa, empezó a crecer y hoy el futsal femenino vive un momento de esplendor.
En la Primera A compiten 16 equipos, mientras que en la Primera B son 14. En las dos categorías, todos los clubes son de Ciudad y Provincia de Buenos Aires, pero el año pasado se jugó por primera vez el Torneo Nacional Femenino, que reunió a equipos de ligas de diferentes provincias (San Lorenzo fue el campeón). La Copa Argentina, por su parte, convoca por invitación a clubes del Interior y a los campeones de las ligas de Buenos Aires. "Ganarla fue una locura y que haya ido tanta gente a alentarnos hizo que fuera aún más hermoso", recuerda Silvina "Peque" Nava, jugadora de la Selección y de Ferro, el club que se quedó con el título en el femenino y en el masculino.
"Es un proceso a largo plazo, pero hoy tenemos una Sub 20 que está más que preparada para competir. Creo que en muy pocos años vamos a estar a la altura de las mejores del mundo", se entusiasma Luciana Lera, arquera de la Selección nacional que en 2019 fue segunda en la Copa América, ex jugadora de Kimberley, el último campeón de la liga de AFA, y actualmente en Sportivo Barracas.
La disciplina cuenta con categorías como quinta y sexta división, con jugadoras que eligen el futsal desde chicas, que quieren jugarlo, que les apasiona, pero los condicionamientos siguen ahí. "Sería ideal que las chicas lo elijan por lo que puede ofrecer y no como puerta de entrada al fútbol 11; de esa manera se va a armar una buena camada de nenas que empiecen ahí, que aprendan técnica y táctica y lo quieran jugar", dice Lera, que coincide en que muchas se decantan por el futsal porque tiene horarios más flexibles de entrenamiento.
Y de ahí se desprende una de las mayores complicaciones para que este deporte termine de despegar: es una actividad amateur. "Mi sueño es que podamos lograr la profesionalización completa del fútbol 11 y del futsal, que las chicas puedan vivir de este deporte que tanto amamos", confiesa Pereiro, que también menciona la falta de mujeres en espacios de toma de decisión como otro punto a cambiar: "Hay muy pocas dirigentas en los clubes. Creo que se tiene que abrir ese cupo, es algo por lo que peleamos todo el tiempo, así como espacios para entrenadoras". Lera comparte: "Para que una disciplina pueda despegar, necesita difusión y generar ingresos que sean reinvertidos en jugadoras que se dediquen a esto por completo, cuerpos técnicos y toda la actividad. Ganas, compromiso e ideas hay".