Nuestro verdadero equipaje son las emociones, las ideas, lo que sabemos, lo que hemos leído, soñado, deseado, nuestras pasiones, nuestros sentimientos, y también los placeres que nos hemos otorgado. Se trata de una recreación íntima y sensible para épocas de desamparo. No estamos en actitud de ira, sino de plegaria, con una lejanía interior orillada casi con la tristeza. Es la vida de hoy, que se desangra, que no podemos tocar, que no podemos abrazar, la vemos pasar, sin prisas, como un sueño ajeno, distante, fuera del ruido de la calle, llena de plegarias que nadie escucha, de miedos atávicos, infames, desnutrida de tanto misil indecente apuntando hacia la nada, de tanta deuda miserable enrollada como una serpiente tóxica en el cuello agónico de la gente. "En todas partes he visto océanos de tristeza", decía Machado. A medida que el tiempo fluye, y va quedando atrás, sobreviene un olvido inmenso, la carne pierde el alma, y esa verdad que podía remover el mundo deja también de existir. Hay algo de naufragio en esta deriva colectiva. Hay algo del mito de Sísifo condenado por los dioses griegos a empujar la roca hacia la cima, dejarla caer y volverla a subir, una y otra vez, en perpetuo desconsuelo. El hombre absurdo en la inutilidad de su existencia.
La pureza monolítica del dogma es inhumana y falsa; por eso desde la forma más ascética de limpiarse por dentro César Luis Menotti, actual Director de Selecciones Nacionales, se alejó del dogma uniformador, se alejó de quienes propugnan el despotismo sin ilustrar, y mientras veía pasar la vida a la sombra de una parra se construyó un refugio íntimo para escuchar solo sus silencios y no distraerse con los ruidos del mundo. Hoy se siente limpio por dentro, agradecido.
–Da la sensación que todos los muertos del mundo de esta pandemia han atracado en los muelles de nuestra vanidad, de nuestra extravagancia extrema como sociedad distópica y desigual. ¿Cambiará nuestra manera de habitar este planeta?
–No lo creo. No creo que este virus modifique las estructuras de poder. La memoria es débil. Los poderes están muy consolidados. Grandes zonas del mundo viven en un estado de pobreza lamentable; sin educación, sin sanidad, sin acceso a la cultura. En Argentina arrastramos 30 años, o más, de un proceso de desculturización tremendo, y esto es un estrago que cualquier país lo termina pagando. La cultura es pilar de la ética, del diálogo, del entendimiento, del razonamiento, del crecimiento individual y colectivo. Todos los cambios que han proporcionado una mejoría en la humanidad provienen de procesos culturales colectivos o individuales. Un ejemplo de este proceso de decadencia es la televisión. Un medio masivo tan atractivo para la formación social, construye mensajes y contenidos de una calidad muy pobre. Hace tiempo que no veo televisión, excepto algún noticiero que me coloque en el mundo, fútbol, y nada más.
–Las pandemias mortales de este planeta son el hambre, las guerras, la emigración masiva. ¿Se percibe que estos males endémicos no provocan tanta alarma, tanto miedo, tanto pánico?
–Lo curioso es que algunos sectores han descubierto la pobreza en el mundo y en nuestro país con este virus. El contagio por la cercanía, por el contacto, ha disparado el miedo y el pánico. Cualquiera se puede contagiar, pero el drama no es igual para todos. Una familia de diez personas confinadas en una habitación multiplica el drama. En las Villas, el escenario es tremendo. Yo vivo a cinco cuadras de la Villa 31, y la situación es desesperante. El hambre y la pobreza extrema son los “virus” de nuestra época. Estos problemas estructurales de la pobreza viene de lejos en nuestro país. Hace tiempo que la pobreza viene matando. Algunos han descubierto las Villas ahora, con toda su problemática. Tal vez algún día encontremos la forma de abordar el problema de la pobreza, que es un problema muy profundo en nuestro país.
–Decía Buñuel: "Yo adoro la soledad a cambio de que un amigo venga a hablarme de ella". ¿Se hace difícil este tiempo de soledad metafísica?
–Muy difícil. Siento que he perdido la libertad, y esto me molesta. Entiendo las razones, y las respeto, pero la única certeza es que el futuro es un espacio de incertidumbre. No sabemos si esto va para largo. Esta realidad me ha quitado el roce, el afecto de mis amigos. No tengo muchos amigos. No suelo tener contacto con muchísima gente. Tengo un grupo de amigos reducido del que disfruto enormemente, que forman parte de mi vida, y que en este momento están ausentes. Es una ausencia que me molesta, que entiendo, pero que me molesta. Me da la impresión que estoy perdiendo un tiempo de vida irrecuperable. La música ha disipado en parte este estado de aislamiento, la lectura también.
–¿Se puede parar este fútbol mundial tan pegado al mercado, de tanto multimillonario, jeques, fondos de inversión, clubes-Estados, acciones, bolsa, y tan alejado de la gente en el aspecto institucional?
–Los clubes pertenecen a la gente. El modelo que se intenta imponer en otros espacios del mundo no me gusta para mí país. El 90 % de los clubes en Argentina cumplen una labor social que es imprescindible, que es necesaria. Son miles de personas los que disfrutan de actividades relacionadas con otros deportes, además de la actividad social que comporta aspectos de formación esenciales en los chicos y en los adultos. No podemos cuantificar la esencia de los clubes solo por parámetros de rentabilidad. En definitiva, son planteamientos ideológicos diferentes que afectan a todos los aspectos de la vida de la gente, en lo deportivo también.
–En la lógica ultraliberal de mercado todo es susceptible de ser privatizado: la sanidad, la educación, los recursos. Parece que las emociones también.
–Es el objetivo. En el caso del fútbol lo que compran es un escenario, lo que compran es un teatro. Lo llenan y cuando se cierran las puertas se acabó la función. Un club no es un teatro, sigue abierto. Antes y después del partido de fútbol del domingo las actividades continúan funcionando, y el lunes se reanuda la vida social. Es un punto de encuentro de la gente, de pertenencia, de cariño. Cuando se privatiza un club, lo vemos en Europa, por lo general se abren y cierran las puertas los domingos y hasta el próximo domingo no se vuelven a abrir.
–¿Cederá el fútbol argentino a esa presión del mercado?
–Esperemos que no. Estoy absolutamente en contra de este modelo. Ha habido algunos intentos en nuestro país, y no pintaron bien. Me reafirmo en mí posición: los clubes pertenecen a la gente, y la gente esta defendiendo con firmeza el modelo actual de entidades sin fines de lucro.
–Expresabas en un medio español que no hay fútbol sin hinchas, y matizabas que la energía de 100.000 personas en un estadio no la puede dar la televisión.
–Lo del otro día en la Bundesliga fue grotesco. Parecía un partido de un barrio privado, de un Country, entre solteros y casados, y que al final del encuentro se iban todos juntos a comer un asado. Se saludaron los jugadores como si se conocieran de toda la vida. No pude terminar de verlo. Vi el partido del Borussia Dortmund hasta el gol de Haaland, luego apagué la televisión. Se escuchaban las voces, los ruidos. Era insoportable. Es preocupante que el fútbol le de la espalda a la gente. También es cierto que si el fútbol volvía debía volver en estas condiciones, es razonable. Pero la realidad demuestra que jugar en estos escenarios vacíos es una imagen triste. Hay otra realidad que contemplar, como las necesidades de los jugadores. Los futbolistas de élite se pueden permitir un parón prolongado, pero hay cientos de jugadores en condiciones más humildes que necesitan de esos ingresos para llegar a fin de mes, y esto hay que tenerlo presente. Todo eso lo entiendo, y comparto la preocupación, pero sigo manteniendo que no me imagino a Frank Sinatra cantando en un teatro vacío.
–¿Cuál es tu percepción sobre le fútbol argentino?
–Me siento esperanzador. Desde hace un par de años se estabiliza una oleada de entrenadores con un sentido de pertenencia por la pelota, de respeto, que me confiere una cierta esperanza. Me molesta mucho cuando se maltrata el balón, y no se hace nada para corregirlo. Sabemos lo exitista que es este mundo del fútbol, con una presión mediática siempre al borde de la histeria. Pero desde hace un tiempo estoy viendo cosas que me gustan. Hay un grupo de entrenadores que están intentando jugar un buen fútbol, tal vez incentivados por algunos entrenadores como el caso de Guardiola.
-¿Y con respecto al fútbol femenino, en particular?
-Respecto a fútbol femenino me reconforta ver como, poco a poco, se va consolidando en vistas de conformar un presente sólido. Esos que dicen que el fútbol es cosa de hombres están equivocados. El fútbol es una emoción de seres humanos, sin distinción de sexos. Me hace feliz ver que la mujer se incorpora a espacios deportivos, y de la vida en general, en principio negados por su condición. Me alegra, me da placer. Además hay jugadoras de un nivel muy alto.
–Hace 50 años defendías un fútbol que hoy lo practican selecciones tan conservadoras en aquellos años como la española. ¿Cuándo nos robaron ese fútbol?
–Esto lo hablaba hace algunos años con Cruyff y con Rinus Michel. Más allá que uno pueda estructurar un equipo con tres defensas, con cuatro, etc, no dejan de ser detalles estratégicos de interés que no inciden sobre lo realmente importante para mí: que es el respeto por una identidad futbolística centrada en la protección de la pelota. Ese respeto por la pelota debe ser el medio para conseguir el objetivo. Hay gente que cree que sin la pelota se puede alcanzar el mismo objetivo. No lo comparto. Muchos países con mentalidad futbolística conservadora se han dado cuenta y le han dado la vuelta a su forma de jugar, adoptando un respeto y una identidad a través del buen trato del balón. Los ejemplos están ahí y los resultados también. Durante mucho tiempo en nuestro país se tuvo mucha prisa, mucha necesidad de éxito apresurado. Siempre he mantenido que el éxito no viene acompañado de las prisas, de la improvisación. Es un trabajo de fondo, con el respeto hacia una idea, con el respeto hacia una identidad, con el respeto hacia un trabajo a largo plazo.
–Hanna Arent, en La Vida del Espíritu, expresaba que todo pensamiento es elaborado en soledad y en un diálogo entre el "yo y yo mismo".
–Es el diálogo más enriquecedor. En ocasiones ese diálogo interior también es musical. La música la tengo muy incorporada en mí vida. Tengo una obsesión enfermiza por el tango. Lo llevo dentro. Y en este el aislamiento la música me acompaña.
–"El bandoneón, ese fuelle nostálgico amargamente humano que tiene tanto de animal triste y cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento", decía Gabriel García Márquez, en "Textos Costeños" (1949-pag.43)...
–Hermosa definición. Una vez Troilo me dijo que "usaba el bandoneón para la queja", y yo le pregunté: -"'¿Y para la alegría?'; "Algunas veces, pocas".
Para la queja, para la alegría, para los amigos, para la soledad, para la vida. Ahora que los balcones son una herida abierta donde el dolor se hace visible, donde nuestra identidad se disuelve en un consuelo colectivo, nace esta sonrisa honesta para estos tiempos oscuros, una esquina de felicidad que se funde con el brebaje sereno y razonado de la mesura, alejado de la estridencia ronca del fanatismo y de las disfunciones del alma.
César Luis Menotti se incrustó en la médula profunda de mí realidad adolescente, temprana. Todo lo que vino después sufrió el arte subjetivo de la comparación y del análisis, y no estoy hablando solo de fútbol. Fue como si la inmensidad eterna de Giotto te pintara el fresco de tu imaginación perpetua, fue como si la piel en llamas de Giordano Bruno te susurrara que no había que hacer nada para ir al cielo por qué el cielo ya esta en la tierra, y el dios sol solo es una bomba de hidrógeno. En el equipaje de mí mundo prematuro se coló este Quijote de la razón que vio en los molinos de viento un instrumento de diálogo: donde sugiere, despeja, teoriza, confirma, propone; un soplo de consenso, de memoria, de mañana, y de siempre.
(*) Ex jugador de Vélez y campeón Mundial Juvenil 1979.