Si el día de la multitudinaria reapertura del San Martín hace tres años, después de todo lo que costó ese proceso, alguien hubiera sugerido que el teatro festejaría sus sesenta años nuevamente cerrado, nadie lo hubiera creído. Pero el aniversario de la institución teatral más importante de la Ciudad de Buenos Aires también es víctima de la pandemia que azota al mundo y que ha cambiado entre otras cosas sus pautas culturales. Efectivamente cerrada desde finales de marzo, la “nave insignia” del Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA) festejará igual su cambio de década pero con actividades dignas de este tiempo: como acción destacada, pondrá a disposición en su plataforma el registro fílmico de algunas de sus más emblemáticas puestas en escena, esas que edifican su historia.

En diálogo con Página/12, el director general del teatro y del CTBA, Jorge Telerman, afirma que “el contexto desafía aún más a festejar este aniversario”. Para él, el rescate y puesta en circulación de piezas míticas del repertorio del San Martín “no solamente va a ser bien recibido sino que le agregará una capa patrimonial a las políticas públicas en general y a las teatrales en particular”. “La digitalización de nuestro patrimonio es algo que en su momento fue pensado más para estudiantes y especialistas en teatro y que hoy, a la luz de las herramientas digitales que han cambiado sus conceptos, sirven para poner en perspectiva la historia del teatro para el gran público, lo que convierte a esta acción en la mejor forma de homenajearlo”, asegura el ex jefe de gobierno porteño.

Con este espíritu, este lunes a las 19.30 el “reestreno” de la obra Copenhague, la pieza del británico Michael Frayn que en el San Martín dirigió en el 2002 Carlos Gandolfo con actuaciones de Alberto Segade, Alicia Berdaxagar y Juan Carlos Gené, inaugurará el Ciclo de obras históricas TSM 60. El video estará disponible hasta el 31 de mayo, un día después de que “suba a escena” Mein Kampf, la farsa de George Tabori que retrata al joven Hitler en su pensión, cuando soñaba con ser artista plástico, y que en el teatro porteño fue dirigida por Jorge Lavelli y protagonizada por Alejandro Urdapilleta, Jorge Suárez, Vilanueva Cosse y Cecilia Rossetto. Para cerrar, a partir del 6 de junio (y también por una semana) estará online Enrique IV, de Luigi Pirandello, dirigida por Rubén Szuchmacher, con los maravillosos Alfredo Alcón, Elena Tasisto y Osvaldo Bonet y actrices y actores de larga trayectoria fuera y dentro del San Martín.

Copenhague

“Es una actividad llena de significado. Será maravilloso tanto para quienes puedan encontrarse por primera vez con esas piezas espectaculares como para quienes vayamos a revisitar esos lugares inolvidables que nos dio el teatro público de la Ciudad y que representan gran parte de la historia cultural argentina”, desliza Telerman.

La historia

El San Martín fue inaugurado formalmente el 25 de mayo de 1960 durante el gobierno de Arturo Frondizi, para el sesquicentenario de la Revolución de Mayo. Pero como pasaría de nuevo a lo largo de su historia, su apertura sufrió dilaciones y postergaciones varias. Fue la propia comunidad teatral, de la mano de grandes artistas de esa década, la que impulsó y presionó para su apertura, hasta que las autoridades porteñas tuvieron que prender las luces, poner una placa y ofrecer un recorrido por el edificio de treinta mil metros cuadrados ubicados en la avenida Corrientes al 1530 que diseñaron los arquitectos Mario Roberto Álvarez y Macedonio Ruiz. Algo similar a lo que sucedió con la última reapertura del teatro luego de su “puesta en valor”, en 2017, que se dio tras varias postergaciones y después de varios reclamos. Aunque en esa oportunidad las funciones comenzaron en seguida, no como en aquel entonces, que debieron esperar un año para arrancar.

Según datos del CTBA a los que accedió este diario, en estos 60 años el San Martín fue la casa de 21.060.104 espectadores, 19.594 artistas, 4.050 espectáculos y 86.595 funciones, lo que lo convierten en un ícono indiscutido de la cultura porteña, nacional y latinoamericana. Si a esos número se les pone nombre, la lista de figuras de la escena local que pasaron por sus escenarios van desde los ya mencionados hasta Marilú Marini, Griselda Gambaro, Roberto Villanueva, María Elena Walsh, Oscar Araiz, Walter Santa Ana, Hugo Midón, Jaime Kogan, Alberto Ure, Mauricio Wainrot, Ernesto Bianco y Mauricio Kartun, pasando por Agustín Alezzo, Iris Scaccheri, Ariel Bufano, Jorge Lavelli, Ana Itelman, Mirta Busnelli, Augusto Fernandes y Copi, entre muchísimos otros que por una cuestión meramente arbitraria y de falta de espacio quedan afuera de este listado. Igual que los cientos de trabajadores que son quienes todos los días reafirman la calidad de la institución.

Pese a sus años, nunca en la historia del teatro una mujer estuvo al frente de la dirección general. Sí hubo una, Iris Marga, en la dirección artística, aunque duró unos escasos seis meses en el año ´71. Vale decir que desde que asumió Telerman se encargó de ampliar la diversidad en el CTBA (que él mismo creó cuando gobernaba la Ciudad) nombrando directoras en los otros cuatro teatros, aunque el San Martín siga teniendo esa deuda pendiente. Lo mismo intenta hacer con la programación, en la que históricamente predominaron directores y dramaturgos varones y que poco a poco se va equilibrando ante el pedido de la comunidad teatral por una mayor equidad. Aunque el nombre de sus tres salas, dedicadas a Martín Coronado, Juan José de los Santos Casacuberta y Antonio Cunill Cabanellas, hagan pensar que la paridad total es todavía algo lejano.

Si de directores generales se trata, y a la luz de cada nuevo aniversario, resulta imposible obviar a Kive Staiff, quien ocupó ese cargo entre 1971 y 1973, 1976 y 1989, y 1998 y 2010, o sea, a lo largo de dos gobiernos militares y tres gestiones democráticas. Fallecido hace dos años, es fundamental para pensar el primer medio siglo del teatro, así como la escena teatral en general. Mientras estuvo a cargo, por ejemplo, se crearon el Grupo de Titiriteros y el Ballet Contemporáneo (Ver aparte) con sus respectivos talleres de formación. Eso sólo sirve para pensar la influencia enorme que tuvo y tendrá el gran gestor cultural en la vida de la llamada “fábrica cultural”. Como no podía ser de otra manera, ambos grupos formarán parte de los festejos que comienzan hoy: lo harán mostrando videos con producciones artísticas realizadas en forma remota en este contexto.

También será de la partida la Leopoldo Lugones, una sala dentro del teatro destinada exclusivamente a la proyección de películas que fue inaugurada en 1967 y se ha convertido en una referencia regional a partir de retrospectivas de grandes maestros, proyecciones de autores desconocidos hasta entonces en el país y estrenos consagrados al mejor cine nacional e internacional, la mayor parte de las veces excluido del circuito comercial. Durante todo el año, junto con la Fundación Cinemateca Argentina, “la Lugones” presentará un ciclo de cine en línea con diez de sus films más destacados.

Perspectivas

Hoy en día la única actividad que se realiza puertas adentro del edificio de trece pisos y cuatro subsuelos es la confección de tapabocas que está a cargo del departamento de vestuario del teatro. Sin embargo, y aunque atento a las recomendaciones sanitarias dispuestas por los gobiernos de Nación y Ciudad, Telerman se define “optimista” a la hora de pensar en la vuelta del San Martín. Lejos de los pronósticos que sugieren que los teatros estarán cerrados todo el año, arriesga que “mucho más temprano que tarde nos vamos a ir ingeniando, con lo que fuere, para volver”. Piensa en otra disposición espacial, en una capacidad máxima de público distinta y hasta en la proliferación de actividades en barrios y espacios abiertos en desmedro de tanta actividad a sala cerrada. “Nos iremos habituando a nuevas formas porque la historia nuestra y también la universal muestran que absolutamente siempre, en cualquier crisis, la condición humana ha expresado la imperiosa necesidad que tiene de consumir y crear arte, sobre todo teatro”, señala.

Si bien no puede precisar fechas, lógicamente, sí tiene en mente un “cronograma” sobre cómo serán las cosas cuando el teatro pueda reabrir. “Yo tomo esto como una suspensión en el tiempo. Tengo en mente que el día que abramos sea el día siguiente al que cerramos, y que los estrenos continúen como se venían pensando. A tal punto creo eso que las escenografías están como el 18 de marzo, porque la idea es que el día que abramos sea tomado como el 19. Obviamente tendremos que adecuarnos a los compromisos que han asumido los actores y los elencos, pero ya hemos hablado con todos y estuvieron de acuerdo con eso”, cuenta.

Mientras tanto, desde el teatro apelarán a las plataformas y redes sociales, aliadas inesperadas de la actualidad teatral. Aunque Telerman no las toma como pasajeras sino que espera que aquello que se hizo de “emergencia” pueda perdurar en el tiempo y convertirse en algo “más profesional, más sofisticado, más artístico”, incluyendo a las obras grabadas como modalidad incluso post pandemia. Tal como confirmó el director general a este diario, las tecnologías no supondrán en principio la precarización: el teatro ya se comprometió con la Asociación Argentina de Actores a pagar a los actores y actrices que aparezcan en los materiales que se difundan los próximos meses.

“De la forma en que se pueda, la idea es que el San Martín no sólo sea el lugar donde sucede buen teatro sino uno que la comunidad habite, embarulle y atraviese. Que sea siempre ese lugar de mezcla de edades, de condiciones sociales, de ideologías y pensamientos políticos, y que en las horas en las que estemos en él sintamos lo que verdaderamente somos: una misma comunidad”, cierra el director.


La Lugones, cruces enriquecedores

Por Luciano Monteagudo*

Aunque nació algunos años después –la función inaugural fue el 4 de octubre de 1967, con La pasión de Juana de Arco (1928), de Carl Theodor Dreyer— la Sala Leopoldo Lugones siempre fue un espacio constitutivo, identitario del Teatro San Martín. ¿Cómo pensar el San Martín sin la Lugones, su faro en el 10° piso? El cine del mundo y el cine argentino siempre han convivido en la Lugones de la misma manera en que el cine clásico se codea con el cine contemporáneo, en una conversación cómplice, donde salen a la luz vasos comunicantes, insospechadas conexiones, cruces enriquecedores entre tradición y vanguardia.

Y aunque no siempre haya sido buscado deliberadamente como tal, el diálogo entre el cine de la Lugones y el repertorio de las salas teatrales que están a sus pies ha sido permanente. ¿Acaso se puede ver el cine de Fassbinder sin entender sus lazos de sangre con el teatro de Brecht? O a la inversa, ¿cómo ver hoy una puesta de Pirandello o de Goldoni sin haber pasado antes por la experiencia del 8½ de Fellini o de la commedia dell’arte según Monicelli? ¿Acaso la recordada versión de Laura Yusem del Rey Lear de Shakespeare, protagonizada por Walter Santa Ana, hubiera sido posible sin el cine de Kurosawa en general y sin su inmenso Ran en particular?

En todos estos años, la Lugones le abrió sus puertas a cinematografías y autores desconocidos hasta entonces en la Argentina. El finlandés Aki Kaurismäki, el japonés Takeshi Kitano, el ruso Aleksandr Sokurov, el taiwanés Tsai Ming-liang, el británico Derek Jarman o el chino Wang Bing, por citar apenas unos pocos nombres, se conocieron por primera vez en el país en la sala, de la misma manera que los locales Santiago Mitre, Lisandro Alonso, Laura Citarella, Nicolás Prividera o Santiago Loza encontraron en la Lugones el público al que se dirigían.

Visitantes ilustres no faltaron: los alemanes Werner Herzog, Hans-Jürgen Syberberg, Margarethe Von Trotta y Angela Schanelec, los mexicanos Arturo Ripstein y Paz Alicia García Diego, los polacos Krzysztof Kieslowski y Krzysztof Zanussi, la noruega Liv Ullmann, el húngaro István Szabó, los franceses Pierre Etaix, Sandrine Bonnaire y Jean-Louis Comolli, el cubano Humberto Solás, el chileno Patricio Guzmán, el israelí Amos Gitai, el canadiense Guy Maddin y el estadounidense Tim Robbins, presentaron personalmente sus films en la Lugones.

La pandemia ya pasará y cuando eso suceda volveremos a subir al 10° piso y, a la salida, abigarrados en los ascensores o corriendo cuesta abajo por las escaleras (como en una película de la nouvelle vague), el cine volverá a ser motivo de debate, de encuentro, de alegría.

*Editor de cine de Página/12 y programador de la sala Leopoldo Lugones entre 1979 y 2019.


Los títeres del San Martín: un nombre

Por Adelaida Mangani*

El Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín es una institución creada por Kive Staiff hace cuarenta y tres años. Su primer espectáculo fue David y Goliat de Ruth Schwarz y Ariel Bufano. Se estrenó en la Sala Lugones. La trayectoria que el Grupo inició a partir de ese momento es conocida: significó un enorme crecimiento en todos los aspectos del Arte de los Títeres.

Podemos decir entonces, que de los sesenta años de existencia del teatro que se festejan en esta fecha, mucho más de la mitad de ese tiempo sus salas estuvieron pobladas por esos personajes mágicos que las colmaron para entusiasmo y alegría de un público masivo que acompaña hasta hoy el trabajo del Grupo.

Gracias a la idea de un elenco estable se pudo investigar, capacitar, descubrir, crear, inventar. En fin, producir espectáculos que rompieron con lo tradicional y dieron lugar e inspiración a incontables profesionales que surgieron del Grupo y también de la Escuela de Titiriteros que se formó posteriormente.

En efecto, se producen espectáculos innovadores como La Bella y la Bestia, en 1981, que es sin duda una bisagra en la concepción del arte de los Títeres. En él aparecen el escenario despojado de retablo y los títeres monumentales; el titiritero a la vista del público fusionando su cuerpo con el objeto, produciendo una unidad expresiva que hasta entonces no se había experimentado en la Argentina.

Desde el comienzo de la compañía se sucedieron temporadas en las que el teatro San Martín ofreció ininterrumpidamente funciones desde marzo a diciembre, dedicadas a los niños y a todo público. Podríamos decir que se hizo una valiosa costumbre para la cultura teatral de niñas, niños y adultos. Así se gesta un nombre en el imaginario social. Para los vecinos de Buenos Aires, el Grupo pasa a llamarse “los Títeres del San Martín”. Es un momento en el que el significado simbólico de pertenencia va más allá de las personas que forman parte de la acción. Esto es muy importante ya que el Arte del Teatro de Títeres ingresa así al universo de las políticas culturales de una manera definitiva.

Con el paso de los años la Compañía creció en número, en profesionales, en directores, en realizadores. Ariel Bufano fallece en el año 1992. Había dirigido el Grupo por quince años. El Elenco queda a mi cargo, tarea que ya venía desempeñando desde los comienzos junto al célebre maestro. Se inicia una etapa en la que son convocados a dirigir diversos miembros del grupo que habían crecido como autores y directores tanto dentro como fuera del grupo. Asimismo el elenco, con las sucesivas promociones de egresados de la Escuela de Titiriteros, incrementa su número de miembros, lo que le permite ante la creación del Complejo Teatral, en 2000, cubrir simultáneamente espectáculos para todo público en todos los Teatros dependientes.

Hasta el presente el Elenco Estable lleva estrenadas, con éxito indiscutible, sesenta y seis obras.

*Directora del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín.


Los nuevos caminos de la danza

Por Andrea Chinetti*

En lo personal y profesional conocí el Teatro San Martin de muy pequeña. La primera obra que mis padres me llevaron a ver a los cuatro años fue Doña Disparate y Bambuco de María Elena Walsh. Desde ese momento fue parte de nuestra vida familiar frecuentando la confitería, obras de teatro y exposiciones.

Años más tarde festejé mis 15 años bailando en la Sala Martin Coronado con la Compañía de Danza Folclórica y Latinoamericana de Joaquín Pérez Fernández, recuerdo inolvidable ya que al finalizar la función todo el personal técnico y artístico me canto el feliz cumpleaños y ese fue mi mejor regalo.

En el año 1977 se crea el Ballet y el Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martin al cual ingresé como alumna al terminar mi carrera en la Escuela Nacional de Danza. El destino me puso nuevamente en el Teatro San Martin y fui convocada como bailarina para participar en aquella obra que había visto a los cuatro años, que dirigió en esta nueva versión Alejandra Boero con la ejecución en vivo de María Elena Walsh en la sala Casacuberta con coreografía de Mauricio Wainrot.

En el año 1980 ingresé como bailarina al Ballet Contemporáneo que este año cumple 43 años de labor ininterrumpida. Pasaron los años y fui asistente coreográfica, de dirección, profesora, codirectora y en la actualidad directora. Durante estos años tuve el placer de enriquecerme artísticamente dentro de esta gran Institución. Me siento agradecida y afortunada de participar como espectadora de cada producción teatral desde los ´80 hasta ahora y de disfrutar la maravillosa cinemateca que lo caracteriza. El pertenecer a esta familia es un privilegio.

El Ballet Contemporáneo se llena de orgullo en la actualidad por haber contado siempre con grandes referentes de la danza contemporánea, directores que nos dejaron su sello y que nos marcaron un camino de excelencia, como Oscar Araiz, Ana Maria Stekelman, Mauricio Wainrot, Alejandro Cervera, Norma Binaghi y también corógrafos y maestros como Ana Itelman yRenate Schotelius, entre otros. También me enorgullece haber podido trabajar con numerosos coreógrafos nacionales y extranjeros como Roxana Grinstein, Margarita Bali, Diana Theocaridis, Carlos Casella, Gustavo Lesgar, Pablo Rotemberg, Carlos Trunsky, Jose Limon, Mark Baldwin, Mark Goden, Robert North, Nils Christe, John Wiseman, Ginette Laurin, Vasco Wellenkamp, Jean Gallota, Marc Rimbaud y Yoshua Cienfuegos, entre muchos otros.

En estos años el Ballet se nutrió también de maravillosos bailarines muchos de ellos egresados del Taller de Danza del TGSM e invitó a figuras destacadas de la danza como Julio Bocca, Maximiliano Guerra y Silvia Bazilis.

Agradecemos al maestro Oscar Araiz por ser el primer creador de una compañía en el teatro que funcionó entre los años 1968 y 1971 y sentó precedente para ser refundada el 1977.

El Ballet festeja estos 60 años y sigue transformándose y ofreciendo nuevos caminos en el arte para acercar y sumar audiencia compartiendo la danza con nuestra comunidad.

*Directora del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín.