El lienzo en blanco no se parece a la página en blanco. Hay en él una sensualidad en potencia donde las figuras que vendrán ya proyectan su fantasma brumoso, como en las papeles que flotan en el líquido de revelar y que un fotógrafo mueve con una pinza. Además el pincel puede cargar más grueso que la mariconería de la pluma fuente o la negrita de una garamond en la pc baqueteada –el pintor siempre piensa en un escritor contemporáneo, un pithecanthropus informático deliberado como él –¡ah, en cambio, el pentimento y sus invenciones infinitas! El escritor, es cierto puede apretar “supr” cuanto quiera pero eso no lo libera de la angustia mallarmeana, la posibilidad infinita de borrar es también la de que su texto jamás exista, reduciéndolo a la procastinación – en este caso infinita–, que es el no ir de cuerpo de las ideas. ¡Pobre infeliz: una sola caparazón con su teclado! Él en cambio permanece de pie y el de pie le gusta porque es una metáfora política, mientras los pomos se amontonan sobre la mesa, ya algunos colores mezclados en sus hueveras, los trapos al alcance de la mano. Sus brazos se expanden para plantar la sección áurea, trazar los ejes clásicos y de paso, como es peronista, aprovecha para imitar los gestos del general cuando salía al balcón. No tanta jodita con los escritores que suelen ser también traductores y él intenta traducir, en este caso, un cuadro: Un episodio de fiebre amarilla de Blanes. Como le gusta el derecho viejo lo llamará Un episodio de coronavirus. No pintará a Ramona Medina en el hospital sino en cuarto de la manzana 35 de la 31. La pintará en la misma posición que la mujer de Un episodio de fiebre amarilla con un balde aún aferrado en la mano. El otro caído sobre el piso. No respetará la cuarentena: pintará a las hijas de Ramona, al cuñado y al suegro, todos juntos como familia. En primer plano: la canilla de la que no sale agua. No es realista, quiere respetar la genealogía simbólica del cuadro. También Blanes hizo trampa cuando desplazó la oscura pieza de conventillo de la noticia salida en el diario a una habitación con puerta a la calle en Balcarce 284. Y pintó a los doctores Manuel Argerich y José Roque Pérez , miembros de la Comisión Popular de salubridad que nunca estuvieron ahí. Los hizo entrar como a una “luz sanitaria” al cuarto oscuro. Blanes había expuesto el cuadro en el foyer del Viejo Teatro Colón donde el público, previo pago de 10 $, se agolpó silenciosamente en una suerte de lo que Roberto Amigo consideró “duelo colectivo”. Expondrá el cuadro en el lugar que llama aún “Jardín Zoológico”, por burlarse de la expresión “aluvión zoológico” y para que las jaulas vacías sean un símbolo de los animales libres en las calles como esos carpinchos en Nordelta. O mejor en Puerto Madero, en el Puente de la Mujer, que las feministas interpreten lo que quieran. Le pedirá al arquitecto Petrina que diseñe un laberinto borgeano transparente, un falso laberinto, en realidad, donde el pueblo haga cola deteniéndose en las marcas ubicadas a dos metros de distancia (las marcas serán de pies descalzos, mensaje subliminal de las patas en las fuentes) y se bese o haga gesto porno a través de los vidrios.

Berni pintó Ramona obrera en el 62. Ramona costurera en el 63. Pero ¿qué clase de villa era esa de paredes tan rococó? Cuantas veces ha gritado en las orejas de alguien.

–¿Cómo puede ser que Berni, el gran pintor argentino que estuvo buscando chapas por las villas no encontrara una con un Perón vuelve aunque sea escrito con tiza? ¡Qué chapas raras encontró sin ningún “Viva Perón” o “Viva Evita”! ¿Me vas a decir que Ramona no era aunque sea simpatizante de Evita y no tendría un retrato de ella en su pieza? ¿Qué Juanito no tenía padres peronistas? Sospecho que hay mucho de racismo en esto. Si por casualidad, cuando por Avenida de Mayo pasaban los que aplaudían a la Libertadora, un pequeño cascote rozaba a Victoria Ocampo hubiera habido un quilombo imparable y hoy existirían miles de cuadros en homenaje a esa lastimadura. ¡Dejame de joder!

Entonces moja el pincel en un negro intenso y pinta en un costado de la canilla “¡Viva Perón!” Ha terminado las dos siluetas con guardapolvos azules entrando por la puerta, los que han llegado tarde pero aún tiene a otros qué salvar: los familiares de Ramona. Le ha puesto los rasgos de Larreta a la figura que, en la puerta, se tapa la boca con un pañuelo (se lo reconoce por los ojos y la pelada, las cejas en forma de V invertida). Ha dejado un borrón en los rostros de los sanitaristas. Se la tiene que pensar bien ¿Y si mete al doctor Carrillo? ¿Y si entran Ginés y Alberto? Argerich y Pérez murieron en la epidemia. Hummmm: no querría ser fúlmine. Vacila ¿Cómo se interpretará el sentido en su elección de los personajes? Baja los brazos. Se ensombrece. Hasta que se le prende la lamparita de la picaresca peruca: poniéndose realista, casi documental moja en pincel en un celeste desvaído y les pinta los barbijos.