La convivencia prolongada es un tema que actualmente está en boca de todo el mundo porque la cuarentena puede tanto unir como separar familias. En el caso de la ópera prima de la realizadora mendocina Luciana Bilotti, Camping -que se estrena este jueves en Cine.ar-, la convivencia es uno de los ejes, pero en un lugar abierto, un campamento, aunque también puede resultar un tanto asfixiante. Sara (Ivana Catanese) y Marcos (Diego Velázquez ) son un matrimonio en crisis. Aun así, deciden ir a pasar unos días al camping con su hija Estefanía (Martina Pennacchio), de 12 años, para encontrar un poco de tranquilidad. Sin embargo, esa convivencia luego deja ver las diferencias de la pareja. Mientras tanto, Estefanía juega con su amiga Sofía (Zoe Gatica). Las dos están en tránsito hacia la adolescencia. El aspecto lúdico de la infancia se empieza a transformar en conductas más propias de la pubertad, como empezar hablar de los chicos que les gustan. Como dice su directora, Camping "es un retrato que mezcla momentos de ternura y dolor, ficción y recuerdos".

Luciana Bilotti nació el 1 de febrero de 1992 en Mendoza. En 2010 egresó de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video (ERCCV). Camping es su ópera prima no sólo como directora sino también como guionista. La idea del film surgió de un recuerdo de su niñez. "Yo solía ir al camping con mis papás, que queda en El Carrizal, a 50 kilómetros de Mendoza capital", cuenta Bilotti en diálogo telefónico con Página/12. A la realizadora le entusiasmaba poder contar una historia familiar dentro de una misma locación. "Y ésta particularmente, más allá de que sucede en un mismo lugar, tiene sus microclimas. Es esta idea de que están juntos, pero al mismo tiempo no: cada uno puede encontrar su espacio dentro del camping", cuenta Bilotti.

-Las imágenes del principio son videos de cuando vos eras chica. ¿Fue una manera de marcar que la historia tiene algo de autorreferencialidad?

-Sí, fue como para hacerlo un poco más evidente. Esa idea surgió más en el momento de la edición. Fue también una posibilidad que nos dimos de poder soltar más lo que había en el guión y empezar a jugar nuevamente con lo que ya teníamos filmado, encontrar nuevas variables, nuevas formas de ordenar la historia. Tenía una idea de poder incorporar en algún momento material de archivo porque me gusta mucho visualmente la textura. Me gusta lo vintage. Estéticamente me atraía la idea y después me puse a revisar todo ese material de archivo a ver qué de eso realmente servía y encontramos que se podían realizar muchas relaciones entre el material y la historia. Nos gustó como para subirla a otro nivel. Es una historia costumbrista, donde todos nos podemos ver reflejados, pero con esto sentíamos que le dábamos un plus y se marcaba un poco la diferencia entre ésta y cualquier otra historia de una familia en un camping. Fue justo ese matiz que le dio. Poder jugar en mezclar la ficción con el documental y lo autobiográfico me genera un atractivo mayor.

-¿La idea fue narrar el tránsito de una chica a la adolescencia en un contexto de crisis de sus padres?

-Cuando arrancamos el casting teníamos en claro la edad que queríamos encontrar porque justo es un momento bisagra: los 12 años. Eran dos condimentos perfectos para combinar y se terminó dando así: el intento por contar la transformación de ella, enmarcada en el contexto de crisis entre los padres. Y desde el punto de vista de ella, desde la mirada de Estefanía. Eso también me resulta más interesante porque termina siendo como un rompecabezas: ella no termina de entender bien qué está pasando pero se da cuenta de que hay algo que sucede. Eso termina generando otra trama paralela a lo que le pasa a ella, es decir, lo que les pasa a los padres. Y era un ingrediente interesante para agregar.

-¿Creés que, a veces, los chicos son rehenes de las crisis de sus padres?

-Sí, es una edad donde uno de por sí no termina de entender qué le pasa a uno, sumado a que uno no entiende qué es lo que está pasando a su alrededor. Yo terminé de verlo con claridad muchos años después por qué pasó lo que pasó. También traté de entender y sanar ciertas cosas. A esa edad, a los 12, uno difícilmente pueda entender con claridad qué está pasando o por qué las decisiones son tomadas de esa manera.

-¿Cómo elegiste a las chicas protagonistas?

-Hicimos un casting abierto y tuvimos una gran convocatoria. Vimos muchos chicos durante varios días, pero fue súper claro cuando las vimos a ellas porque tenían algo muy fresco y magnético. No podíamos dejar de hablar con ellas. El casting no fue recrear una escena sino que queríamos entablar una charla con los chicos y ver qué tanto se soltaban para verlos más en su contexto habitual que es lo que después tratamos de llevar a la película. La idea era que los chicos no actuaran sino que justamente fueran ellos mismos lo más posible. Así que arrancamos desde cero con la búsqueda de los chicos.

-¿El rodaje tuvo su aspecto lúdico como se ve en la película?

-Sí, pero fue el resultado de habernos enfocado mucho en los ensayos, en todo lo que fue la previa con ellos, porque queríamos llegar al rodaje con esto lúdico y esta confianza ya generada. Fue consecuencia de todo ese trabajo, de ir a jugar al paddle con los chicos, ir a una pileta con ellos. La idea era que en esos ensayos no se aprendieran de memoria la letra sino que entendieran más o menos qué es lo que tenía que suceder en esa escena y, a partir de ahí, que ellos también propusieran. Generamos un espacio de confianza, donde los chicos también podían aportar ideas o, incluso, diálogos. Hay muchas veces que les decíamos: "Acá contate una anécdota que te haya pasado". Eso también era una manera de generar mayor compromiso con lo que estaban haciendo y que estuvieran más concentrados. Por suerte, ellos, súper responsables, siempre estaban con la letra aprendida, con propuestas y muy involucrados en el proceso.

-¿Qué significó hacer tu primera película en tu provincia y qué influencia tuvo en eso ganar el concurso Raymundo Gleyzer Región Cuyo del Incaa en 2015?

-Fue algo totalmente inesperado. No hacía tanto que había empezado a trabajar en el audiovisual. Soy egresada de la Escuela Regional de Cine y había compartido una experiencia laboral con Bárbara Herrera, una de las productoras de Camping. Y ella fue quien me presentó a Mariana Luconi. Las tres teníamos muchas ganas de hacer algo en Mendoza porque somos de acá, sabiendo lo que cuesta filmar en el interior. El Raymundo Gleyzer se presentó como un concurso súper accesible para personas que no teníamos antecedentes. Nos animamos, se fue dando todo muy natural. Al principio, fue inesperado pero después empezamos a ganar confianza en el proyecto y entender que había que seguir haciéndolo crecer. Así que gracias al grupo que formamos las tres, fuimos avanzando en el camino que, por lo general, se hace bastante largo. Pero no es fácil el panorama cuando uno recién empieza. 

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