La coyuntura motivó distintas líneas de acción por parte del Ministerio de las Mujeres Género y Diversidad como la iniciativa “Barbijo Rojo”, el refuerzo de las líneas de atención (línea 144) o la resolución para exceptuar a personas que en situación de violencia por motivos de género requieran pedir asistencia o realizar una denuncia. La gravedad del tema llevó a la ONU a denominarlo como una “pandemia” pero los medios de comunicación masivos -excepciones aparte- no lo dimensionan en su magnitud y terminan naturalizando esta violencia contando solo los números de mujeres asesinadas y presentándolo en la sección Policiales cuando en realidad la problemática es política, cultural e histórica.
En cambio, el “prime time” y los titulares de los diarios eligen, con o sin cuarentena, comunicar un tema propio de la masculinidad hegemónica: la economía. Así transitan diariamente en estudios de TV o aparecen firmas en papel de varones economistas, empresarios, ministros o multimillonarios que trabajan sobre una de las matrices más importantes del poder que generó el patriarcado capitalista.
El lenguaje bélico asociado a la valentía y el coraje “propio de los hombres” que se utiliza para comunicar los efectos de la covid-19 tanto en el sector político como periodístico también da cuenta del machismo que nos rodea. “Es una guerra contra un enemigo común” o “primera línea de batalla” son algunas de las frases que se reproducen.
Es un logro que las mujeres hayan conquistado espacios en algunos medios –editoras de género, columnas radiales o suplementos específicos- aunque es necesario que la perspectiva de género atraviese de manera transversal una programación entera o tirada de papel.
¿Impacta de la misma manera la crisis en varones, mujeres y otras identidades de género? ¿Por qué la pobreza, desocupación e informalidad oprime en mayor medida a las mujeres? ¿Por qué solo hablar de la “punta del iceberg” (femicidios) y nunca de su base? En tiempos de reseteo mundial se caen los argumentos periodísticos que expresan que los temas de género –pensada como una categoría relacional -no interesan o no venden cuando afectan de manera directa o indirecta a toda la ciudadanía.
A pesar que el 64% de las personas egresadas de las carreras de comunicación son mujeres solo el 30% son empleadas en los medios, y apenas el 23% tiene cargos de propiedad o gerenciales en empresas periodísticas, según un informe de 2017 de la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad, Fundeps y Heinrich Böll Stiftung. Así, la mayoría de varones en puestos de decisión, armado y difusión de noticias alimentan una mirada sesgada de la realidad ya que los efectos de la pandemia no van a repercutir de la misma manera en hombres que en mujeres.
Los medios de comunicación se permiten cuestionar algunos rasgos del capitalismo e incluso la pandemia contribuye a la reflexión ya que por su aparición bajó el consumo y puso en jaque a la economía; aunque no al patriarcado que se retroalimenta a través de un virus letal y una cuarentena que aceleró las inequidades de género y exacerbó los patrones de la masculinidad hegemónica con la mirada cómplice de los mass media, que en tiempos de cambios se niegan a repensarse para seguir reproduciendo y “narcotizando” con la misma fórmula de siempre: capitalista y patriarcal.
Javier Cantarini es periodista. Integrante de la RED PAR. Diplomado en Comunicación con Perspectiva de Género y Derechos Humanos.