A la zona geográfica denominada AMBA le corresponde el 3% del territorio argentino, reúne el 36% de la población y es el epicentro de la pandemia donde se producen alrededor del 60% de los casos de coronavirus. El último censo agropecuario (2018) determinó que desde el 2002 al 2018 desaparecieron 82.652 explotaciones agropecuarias. Si le sumamos las que quebraron durante la década del noventa, que fueron 103.000, nos va a dar que en los últimos 30 años se nos esfumaron casi 200.000 chacras mixtas. Esto significó la pérdida de más de 900.000 puestos de trabajo en el sector rural. En el censo de 1988 la media promedio del tamaño de la explotaciones-que ya era altísima-pasó de 421 hectáreas a las hoy 826 hectáres, un aumento del 96%.
Argentina figura entre los 10 países que más deforestaron en el mundo. Un triste y peligroso top ten de depredadores ambientales, a los que Greenpeace acaba de ponerle nombre y apellido. En las últimas décadas perdimos casi 3.000.000 de hectáreas de bosques nativos y expulsamos miles y miles de campesinos. Pregunto: ¿ dónde se imaginan ustedes que fueron a vivir todos esos compatriotas expulsados del “campo”?. A la luna, seguro que no. Terminaron en los grandes conurbanos como el AMBA, Rosario, Resistencia, tec. Proceso que continua con pandemia y todo.
¿Cuál es el hilo que conecta la gran concentración humana que se da en el AMBA con las pérdidas de explotaciones agropecuarias, la deforestación, la expulsión de campesinos, el hambre de nuestras comunidades originarias, la pérdida de empleos rurales, la fantasmización de los pueblos del interior, las migraciones rurales, el precio de los alimentos, el cáncer, y el latifundio ?. La conexión es el modelo de desarrollo productivo que instaló el neoliberalismo en nuestro país y que nosotros denominamos de: monocultivo inducido con concentración de tierra y rentas. Esa es la causa, todo lo descripto son consecuencias. Allí está la madre del borrego.
Nunca ponen en el “debe” del modelo agrario a los conurbanos donde crece la pandemia, engordada a partir del monocultivo, el cáncer por glifosato, las inundaciones, o el cambio climático. Nos impusieron una única unidad de mediada sobre como calibrar el éxito o el fracaso de la política agraria que es el volumen de lo cosechado, con destino a la exportación y como derivación benéfica de este, lo que nos deja en la cuenta de las retenciones. Nos vendieron un modelo que según la visión neoliberal carece de contraindicaciones. Pero los desastres están a la vista.
Esto nos sucede porque para analizar lo agrario utilizamos el mismo instrumental de medición que nos provee el neoliberalismo al que tanto criticamos. Es un caso típico de pereza teórica. Si nos guiamos por el GPS del enemigo nunca vamos a discutir seriamente un nuevo sentido común productivo con orientación social.
Por eso tomamos las consecuencias como causas y nos equivocamos. Desde hace décadas que ni nos acordamos del latifundio y la ocupación geopolítica del territorio nacional, el precio de los alimentos nos parece que lo pone el cielo. Parafraseando a Jauretche analizamos lo agrario con el libro escrito por latifundistas, monopolios y supermercadistas. Con esos consejos nunca vamos a cambiar nada.
El gran acierto comunicacional de la derecha es que todas esas consecuencias del modelo de desarrollo agrario se traten como si no tuvieran nada que ver una con la otra y todas con él. Así la deforestación parece que “sólo” es un asunto ambiental, desunida del latifundio, las urbanizaciones descontroladas, las inundaciones o la sojización, y de esa forma sucesivamente. Pero… son todas cuentas del mismo rosario.
Nos impusieron como sentido común productivo de que somos excelentes productores agrarios, de un modelo extractivista que no tiene contraindicaciones. Pero la pandemia nos mostró una de sus peores caras, las villas de emergencia.
La excelencia del modelo agrario es una gran mentira que se edificó sobre la pereza teórica del campo nacional y popular. Fuimos muy indolentes. Pero algo está cambiando. No es fácil, ni sencillo, tampoco es mágico. Lleva tiempo resolverlo. Pero alguna vez hay que empezar, y lo estamos haciendo. La segmentación de retenciones, el debate nacional por el impuesto a la riqueza, el proyecto de adicional inmobiliario rural provincial al latifundio, del diputado santafesino Leandro Busatto, el gravamen a las grandes explotaciones agrarias del Intendente Francisco Echarren, de Castelli. Sólo por nombrar algunas de las varias iniciativas que marcan que otros aires comienzan a soplar. Bienvenido el debate, nos asiste la razón. Pero: “razón sin fuerza es como un tractor sin motor”.
Salud y cosechas.
Máximo Paz, otoño del 2020.
(1) Movimiento Arraigo - Manifiesto Argentino