Las cárceles de Brasil, que desde hace décadas arrastran graves condiciones de hacinamiento, encienden las alarmas debido al rápido avance intramuros de la covid-19. El Departamento Penitenciario Nacional, organismo estatal responsable de una población carcelaria de 758.676 detenidos, contabilizaba hasta la semana pasada 755 contagios y 29 víctimas fatales en las prisiones de todo el país. Sin embargo, el número puede dar un salto exponencial en el próximo recuento nacional, ya que hasta el lunes sólo el Complejo Penitenciario de Papuda, situado en el Distrito Federal de Brasilia, registraba 893 casos confirmados entre detenidos y personal penitenciario. En tanto, en los últimos dos meses las muertes en las cárceles de Río de Janeiro aumentaron 33 por ciento en comparación al año pasado.
Luego de la aplicación de 4 mil testeos para detectar la presencia de la covid-19 en el Complejo Penitenciario de Papuda en Brasilia, se registraron 671 casos confirmados entre los detenidos. La Secretaría de Salud del Distrito Federal reportó una muerte dentro del complejo, mientras que la Subsecretaría del Sistema Penitenciario indicó que hasta la fecha 222 agentes se contagiaron y uno falleció en la capital brasileña. De esta forma, el número de detenidos y guardias infectados en el penal de Papuda asciende a 893, con dos fallecidos.
Para contener el avance del nuevo virus, las autoridades de Brasilia extendieron hasta el próximo viernes, cuando se vuelva a evaluar la medida, la suspensión de visitas a los presos, que rige desde el 12 de marzo. A su vez, avanzan las obras en el hospital de campaña que está siendo construido en un espacio de mil metros cuadrados dentro del complejo y que después de la pandemia continuará funcionando.
Uno de los detenidos del régimen semiabierto del complejo carcelario de Papuda, que estuvo infectado y pidió no ser identificado, afirmó a la agencia Efe que el coronavirus entró al presidio a través de los guardias penitenciarios, y que el número oficial divulgado puede ser mayor porque no se hicieron los suficientes exámenes.
"Es un número absurdo, pero puedo decir que todos allí contrajimos el virus, porque muchos ni se manifestaron por miedo a ser aislados, porque no se tienen colchones ni el debido amparo con la atención médica", comentó el detenido, quien aseguró que cuando alguien pide socorro en la madrugada es tratado con "fuerza bruta".
"Somos tratados peor que animales", aseguró el reo, para quien "el índice de personas que van a morir en Papuda es cada vez mayor" y, por eso, pidió en nombre de los otros detenidos "un acompañamiento psicológico", porque la presión lleva a que se planeen algunas "tentativas de fuga". La falta de productos de higiene y desinfección de las celdas y, particularmente, las aglomeraciones cuando se toma sol en el patio, son igualmente denunciadas por los presidiarios de este penal de Brasilia.
Otro detenido, que también pidió mantener el anonimato, exigió mejores condiciones de vida en los penales y denunció la ocultación de muertes por causa del coronavirus. "Supimos que unos cinco o seis presos que murieron a causa del coronavirus fueron reportados como fallecimientos por otro tipo de cosas,como "insuficiencia respiratoria", puntualizó el detenido.
La situación dista de ser diferente en otras partes del país. Por ejemplo, en los últimos días se supo que las muertes en las cárceles de Río de Janeiro aumentaron un 33 por ciento en los dos últimos meses, en relación con el año pasado, donde al menos medio centenar de reos murieron en plena crisis de la pandemia. Según informó la Defensoría Pública regional, entre el 11 de marzo y el 15 de mayo, durante la cuarentena decretada en los penales del país debido a la pandemia, murieron 48 presos, el mayor número de víctimas registradas en las cárceles fluminenses en los últimos seis años.
"En situaciones normales, ya tenemos una alta tasa de muertes en el sistema penitenciario de Río de Janeiro como resultado del problema de salud que atañe a casi todas las unidades penitenciarias", aseguró Emanuel Queiroz, coordinador de Defensa Criminal de la Defensoría Pública del tercer estado más poblado del país. "La situación que ya era grave en tiempos normales, empeoró en tiempos extraordinarios como el que se vive hoy", agregó Queiroz a través de un comunicado.
El sistema penitenciario brasileño, considerado uno de los peores del mundo, tiene un déficit cercano a las 350 mil plazas. Pese a algunas tibias acciones para contener el avance del coronavirus en las cárceles del país, Human Rights Watch advirtió que solo un 0,4 por ciento de la población penitenciaria en Brasil pasó por pruebas para determinar la presencia de la covid-19, por lo que los casos podrían ser muchos más de los citados oficialmente.
El escenario se agrava al considerar que la determinación de la Justicia de pasar al régimen semiabierto a unos 30 mil detenidos por formar parte de los grupos de mayor riesgo fue desestimada por el gobierno del presidente Jair Bolsonaro. En cambio, Bolsonaro propuso que los presos contagiados sean aislados en "contenedores" adaptados.