El 3 de junio de 2015, Mabel Gabarra se emocionó al ver la movilización más masiva que hubiera podido imaginar contra los femicidios. “Lo que pasa es que inmediatamente después se han sucedido femicidios de todo tipo, con gran crueldad. Y este año es terrible… El coronavirus lo agravó. Siento que esa movilización no alcanza, tampoco el Estado, que a veces amplía servicios pero no alcanza. Entonces, tenemos que pensar más allá, tenemos que pensar cómo seguimos adelante más efectivamente, y creo que este es un tema del feminismo en el mundo entero”, reflexiona a cinco años del Ni Una Menos. La movilización la emociona, sí, y cada femicidio la convoca a pensar nuevas estrategias. Mabel es abogada jubilada, vive en Rosario, integró la comisión organizadora de los tres Encuentros Nacionales de Mujeres que se hicieron en la ciudad (1989, 2003, 2016), es infaltable en las asambleas feministas. Su voz posibilita acuerdos, clarifica posiciones, siempre apostando a ampliar, escuchar nuevas voces, hacer más fecundo el espacio de los feminismos.
Desde los 80, cuando volvió del exilio, Mabel Gabarra comenzó a trabajar como abogada y también como activista feminista en violencia familiar, así le decían entonces. Militante política, había tenido que salir de urgencia del país en 1977, su compañero Victorio Paulón llevaba bastante tiempo preso en Coronda. En Francia integró el comité de solidaridad por la liberación de presos políticos y para denunciar las desapariciones forzadas.
De vuelta en Rosario, formó Indeso Mujer junto a otras compañeras, con la idea de brindar asistencia jurídica en temas laborales. Las consultas eran otras y pudieron entender que el principal problema que vivían las mujeres estaba dentro de su casa. Al mismo tiempo, la lucha por el derecho al aborto se hizo parte de su vida. En 1988, fue una de las coordinadoras del primer taller sobre aborto que se realizó en el Encuentro Nacional de Mujeres de Mendoza, junto a Dora Coledevksy y la pastora metodista Alieda Verhoeven. En 2003, fue una de las impulsoras del taller de estrategias por el derecho al aborto en el Encuentro de Rosario, una forma de desempantanar la lógica de la pelea permanente con las antiderechos que impedía avanzar en acciones nacionales conjuntas. En mayo de 2005 estuvo en la reunión fundacional de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, en Córdoba, y sigue siendo una de sus integrantes activas. “La maternidad forzada es una tortura”, dice sobre la situación de María, la nena de 12 años de La Banda (Santiago del Estero) a la que le negaron la Interrupción Legal del Embarazo.
Aunque considera que es muy pronto para definir cómo seguirán activando los feministas cuando pase (si pasa) la pandemia, Mabel confía en que este año la Interrupción Voluntaria del Embarazo será ley. “Creo que este año se va a cumplir lo del aborto, que vamos a tener aborto legal. Eso no quiere decir que la lucha se acaba aquí. Ni mucho menos, van a empezar a meter otras trabas, como hacen siempre. Si hasta la semana pasada Tucumán no tenía ley Micaela, los protocolos para el aborto no punible no fueron aprobados por todas las provincias. Esto es un cuento de nunca acabar, vamos a seguir. Voy a seguir hasta que pueda”, promete y hay que creerle porque hasta el último 9 de marzo articuló con sindicalistas, activó el paro internacional y fue una de las que llevaba la barredora que encabezó la marcha por el Día Internacional de las Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y No Binaries.
La masividad de los feminismos la vive con alegría. “Todavía ando, todavía camino y me encanta haber podido vivir desde el año 2015 hasta ahora, esta entrada en masa de las mujeres a la calle, la cuestión de la lucha por el derecho al aborto, las movilizaciones frente al Congreso, que hayamos podido presentarnos con una solvencia total en los debates en la comisión de la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores como Campaña, que nuestras intervenciones fueron superadoras a las de todos los antiderechos. Todas esas cuestiones las he podido vivir, yo creo que eso lo tengo que valorar muchísimo, porque no mucha gente puede llegar a ver hecha realidad el objetivo de la lucha que la comprometió durante mucho tiempo”, se entusiasma.
--¿Cómo evaluas el 3 de junio de 2015 cinco años después?
--Para mí fue impresionante, emocionante, fue ver concretada en la calle una lucha que veníamos llevando adelante con mucho esfuerzo. Por un lado, la masividad, que las pibas, que las mujeres de los sectores populares que unieran a este reclamo, que nosotras éramos mujeres de clase media, o media baja, o lo que sea, pero no llegábamos mucho a los barrios con el tema. Sin embargo, sabíamos todo lo que pasaba y lo que pasa. El hecho de que estuvieran en esa manifestación inicial, que fue impresionante, a mí me produjo mucha emoción, bueno, pensé, logramos esto. Lo que pasa es que inmediatamente después se han sucedido y sucedido femicidios de todo tipo, con una crueldad muchas veces, y hasta ahora, este año es terrible, el coronavirus agravó eso. La sensación es de emoción, al principio, mucha emoción el año pasado, cuando veía movilizaciones muy grandes, pero también mucha angustia, mucha necesidad de encontrar otra forma. Tenemos la explicación de por qué sucede la violencia, pero no logramos encontrar la manera de contener y erradicar el femicidio, la muerte de mujeres, la violencia más cruel que se está dando en este momento en contexto de pandemia.
--Fuiste una de las firmantes de un documento que, en el contexto del aislamiento social, preventivo, obligatorio alertaba sobre la cantidad de femicidios y el peligro de quedarse en casa...
-- Claro, es lo que dijimos desde el primer momento en que empezamos a hablar de violencia, te estoy hablando de 1985, cuando hablábamos de que las violencias se daban entre las paredes del hogar, ese reducto, donde sucedían las mejores y las peores cosas. Me acuerdo de que cuando nos hacían algunas notas, especialmente en las radios, nos miraban como diciendo de qué están hablando y es esto de lo que estábamos hablando, los mayores casos de violencia se dan entre las cuatro paredes del hogar, del hogar feliz, entre comillas. Eso es lo que hay que tener en cuenta a la hora de formular políticas, de denunciar. Hasta ahora hemos imaginado un montón de cosas pero estamos como estamos.
--¿El avance de las mujeres que se rebelan ante los mandatos patriarcales influye en ese aumento de la violencia y de la crueldad?
--Me lo pregunto todo el tiempo, por qué se dan mayores hechos de crueldad terrible. Estos últimos femicidios fueron espantosos, yo creo que se da por eso… Las mujeres hemos logrado al cabo de tantos años de lucha un estatus diferente en la sociedad, en el trabajo, en la política, en todos los aspectos de la vida social, política, económica, incluso en los poderes. Entonces, frente a ese avance, los varones no saben qué hacer porque ellos no han avanzado, por el contrario, se retraen en su propio círculo y en sus propias cosas, y no hablan entre ellos, salvo algunos grupos como masculinidades o varones antipatriarcales, pero son muy minúsculos en relación al fenómeno social. Y la violencia surge cuando uno no puede hablar. Es evidente que es una respuesta impotente, ante la imposibilidad de poder plantear lo que se quiere decir. Y cuando se dan los hechos de violencia en la pareja, es la afirmación de un poder, de un poder machista, de un poder patriarcal. Lo que tenemos que imaginar es cómo lograr que los varones hagan otra cosa que lo que están haciendo. Ahí el tema es ¿nos vamos a dedicar a criar varones? Yo prefiero concientizar mujeres para que se rebelen frente a una situación de dominación y de violencia, las consecuencias pueden ser terribles, pero las otras pueden ser que nos veamos nuevamente sometidas a una esclavitud, que es la de servir a que los varones hagan mejor las cosas.
--¿Cuánto tiene que ver la historia del movimiento de mujeres y las disidencias en la Argentina en el 3 de junio? ¿Podría haber ocurrido sin los 29 años previos de Encuentros?
--Por supuesto que tiene que ver. El tema de las violencias contra las mujeres empezó a ser tratado por primera vez por ATEM, una organización en Buenos Aires, en 1982, todavía no había vuelto la democracia. Van a ser 40 años de trabajo permanente. Cuando surgen los Encuentros, en 1986, desde el primero hasta ahora, los temas de violencia fueron trabajados por innumerables talleres. Las mujeres que justamente tienen más dificultades para hablar de esos problemas públicamente, las de los sectores más pobres, de barrios populares, son las que más concurren a estos talleres, y llegan a ser hasta 10 comisiones en algunos casos. Los Encuentros fueron siempre semilleros de propuestas, que después eran llevadas adelante durante el año por distintas organizaciones, poderes, lo que sea. Todas las propuestas que hicimos sobre violencia, surgieron de los Encuentros. Cuando fue el primer Ni Una Menos, lo decía permanentemente, no se olviden que se pudo hacer esto porque hubo antes todo esto, si no, es imposible, de la noche a la mañana la gente no toma conciencia y sale a la calle.
--En aquella movilización con consignas tan amplias, algunas feministas se sintieron poco representadas.
--Bueno, pero eso es así, siempre pasa lo mismo. El feminismo es un movimiento muy crítico y variado. Los feminismos son muchísimos y cada vez hay más, y bueno, no siempre estamos de acuerdo con las cosas que dicen todas las feministas. Hay cosas que yo no comparto con otro sector del feminismo. No se puede decir todo en un llamamiento a una movilización, es lo que nos pasa en las discusiones eternas que a veces tenemos para armar un documento para un acto. Todo el mundo quiere poner todo, y no es posible. Entonces, yo creo que hay que priorizar siempre la posibilidad de consenso. Que se pueda acordar, mejor seguir con consignas un poco más bajas pero con todas, que terminar siendo unas pocas con las mejores consignas. Yo tengo ese lema, siempre lo tuve. Nosotras estamos llevando adelante una lucha contra las instituciones más poderosas del mundo. En el tema del aborto, nos enfrentamos al poder, con mayúscula, y tenemos que ser muchas. Si no somos todas, todos, todes en esta lucha, es imposible, porque esos poderes son muy poderosos, son muy grandes. Nosotras la fuerza que tenemos es ser millones las que nos opongamos a toda esta situación que nos mata, nos humilla, nos culpabiliza.
--Desde 2015 proliferan las colectivas feministas. ¿Cómo se articula ahí, con muchas existencias que necesitan gritar porque no han sido nombradas?
--Es trabajoso. Están los feminismos afro, los indígenas, los del Abya yala, que no son lo mismo, es decir, han florecido millones de cosas nuevas. A veces, las más viejas nos sentimos medio sorprendidas. Lo difícil es que cuando aparecen, vienen de mucho tiempo de invisibilización, y de repente quieren exigir toda la visibilización, lo que es normal. A mí me pasó cuando me hice feminista. Una pasa por diferentes etapas, en un primer momento, cuando empezás a tomar conciencia, te rebelás ante todo, te peleas con todo el mundo y le echas la culpa de lo que pasó. Entonces, parece que la invisibilización tiene que ver con las militantes, no con el sistema, con lo que hay que combatir, sino que tiene que ver con la que tenés al lado. Eso pasa, nos ha pasado, y eso genera muchas rispideces. El feminismo afro en Rosario apareció hace muy poco tiempo, y sin embargo tiene una larga historia de crítica al feminismo blanco. A veces yo siento que nos cae sobre la cabeza la responsabilidad de asumir la invisibilidad de siglos. Esas son las cosas que a veces, si no se entienden, pueden producirnos problemas, pero yo creo que eso se va subsanando en la medida en que sigamos juntándonos. Lamentablemente, con la cuarentena eso es imposible, pero hay que seguir procesando las diferencias. Además, todas las que no lo entendimos en principio, podemos entender la justicia de la reivindicación y la necesidad de visibilización, esas son las dos cuestiones que hay que tener en cuenta a la hora de analizar cuando aparecen nuevas corrientes de todo tipo y color.
--Fuiste militante política en los años 70 y el feminismo no estaba en tu horizonte…
--No, no. Yo en la época de mi militancia política en organizaciones, siempre fui muy molesta para algunos militantes porque me quejaba, criticaba que las mujeres siempre estábamos preparando los sandwichitos para las reuniones y limpiando cuando había que limpiar, y que en la organización había muy pocas compañeras que llegaban a niveles de dirección. No creía que eso se debiera a falta de capacidad política, sino a que en realidad las mujeres seguían cumpliendo cierto rol dentro de las organizaciones, que era el mismo que tenían afuera. Pero no tenía conciencia del feminismo. Tal es así que estuve Francia en el exilio, podría haber militado con las feministas y milité en un comité de solidaridad con la Argentina, por la liberación de los presos políticos, por la denuncia de los desaparecidos. Y cuando Dora Coledevsky, que militaba en el feminismo, me invitó, en ese momento dije que no. Cuando volví recién empecé a ver la cuestión del feminismo. Eso es lo que les cuento siempre a las chicas muy jóvenes, porque ellas se hacen feministas a los 15, a los 16, desde allí en adelante, a cualquier edad. Y yo me hice feminista mucho después, pero bueno, todavía ando, todavía camino y me encanta haber podido vivir desde el año 2015 hasta ahora.