Las plataformas de streaming nacionales continúan ampliando su oferta con ciclos de películas con distintas temáticas. Así como en OctubreTV se realizó el Festival Internacional de Cine sobre el Trabajo Construir Cine y por estos días se desarrolla el Foco Documental ADN
, el sitio Contar
, dependiente de la Secretaría de Medios y Comunicación Pública de la Nación, ofrece una selección de los mejores producciones proyectadas a lo largo de la historia del Festival Internacional de Cine Político (FICiP), que por estos días celebra los diez años de su primera edición. Estos títulos podrán verse de manera gratuita desde el miércoles 27 y hasta el próximo 4 de junio.
La fecha elegida para el arranque está lejos de ser casual. Este miércoles se cumplen 44 años de la desaparición a manos de la dictadura cívico-militar del cineasta Raymundo Gleyzer, uno de los baluartes del cine social de denuncia de los ’60 y los ’70. Por esta razón es que el 27 de mayo es el Día del Documentalista en la Argentina. “Desde la plataforma queremos mantener viva la memoria de una figura trascendental como la de Gleyzer. La mejor manera de mantener presente su cine es acercar esta selección de película del FICiP para, a través de ellas, brindar nuestro pequeño homenaje a él y a las y los documentalistas en su día”, explica Juan Pablo Gugliotta, director de Contar.
La oferta incluye películas de todo tipo y color, además de diversas procedencias. Habrá, por ejemplo, un par de documentales nacionales centrados en personajes históricos fundamentales en el proceso de Independencia de la Argentina. Como por ejemplo Moreno (2013), en el que la dupla integrada por Virna Molina y Ernesto Ardito (Raymundo, Corazón de fábrica, Sinfonía para Ana) indaga en la vida y la misteriosa muerte del periodista y político Mariano Moreno, uno de los ideólogos de la Revolución de Mayo de 1810 en el Virreinato del Río de la Plata y fundador de La Gaceta de Buenos Ayres, impreso entre 1810 y 1821 y considerado el primer periódico del país.
Una línea similar propone La revolución es un sueño eterno, adaptación de la novela del escritor y periodista Andrés Rivera centrada en la figura de Juan José Castelli. Dirigida por Nemesio Juárez y con los protagónicos de Luis Machín, Juan Palomino, Adrián Navarro y Lito Cruz, esta ficción histórica reconstruye, siempre a través de la mirada de Castelli, el Cabildo Abierto del 22 de Mayo, la jura del 25, el fusilamiento de Liniers y el de los jefes realistas en la campaña del Ejército del Norte, así como su paso por Bolivia. Y hablando de Bolivia, vale destacar a Jorge Sanjinés, uno de los referentes del cine de aquel país, de quien se verá Insurgentes, una docuficción filmada en 2012 que recrea momentos históricos de la lucha de los pueblos originarios de la región en búsqueda de recuperar la soberanía.
Las dictaduras latinoamericanas de los ’70 y ’80 enmarcan la argentina La guardería (2016) y la ecuatoriana La muerte de Jaime Roldós (2013). Dirigida por Virginia Croatto, la primera es un documental centrado en las vivencias de varios hijos de militantes exiliados durante la dictadura que decidieron volver a la Argentina para intentar una contraofensiva. Dado que viajar con esos chicos implicaba un riesgo innecesario, crearon en la guardería del título, una casa en La Habana donde estarían seguros y al cuidado de compañeros de la misma organización. Allí pasaron varios años conviviendo y comunicados con sus padres a través de cartas o grabaciones. Croatto, vale aclarar, fue una de esas chicas.
El disparador de La muerte de Jaime Roldós ocurre un par de años después de la inauguración de aquella guardería, más precisamente en mayo de 1981, cuando el accidente –que todo indica que no fue tal– del avión en el que viajaba el mandatario ecuatoriano del título causó su muerte, la de su esposa y la de varios funcionarios. Con una cantidad de documentos oficiales dignos de una de Michael Moore, aunque exhibidos aquí con más humildad y menos efectismo, el documental de Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera es, entre otras cosas, una masterclass de periodismo de dos horas, una investigación rigurosa, atrapante y profunda, y un thriller político digno de la paranoia de los ’70.
También en los ’70, pero bien lejos del hervidero político que era Latinoamérica, transcurre Balibo (2009), una ficción protagonizada por Anthony LaPaglia y Oscar Isaac y dirigida por el australiano Robert Collony. La acción se sitúa en 1975, cuando el Frente Revolucionario de Timor Oriental Independiente corta con cuatro siglos de colonialismo portugués proclamando al país como República Democrática de Timor Oriental. Pero la independencia del país del sudeste asiático, ubicado a unos quinientos quilómetros al norte de Australia, dura hasta que las fuerzas armadas indonesias llevan adelante una invasión apoyada por Estados Unidos y los oceánicos. Hasta allí viajan cinco reporteros cuyos rastros se pierden apenas llegan a la pequeña localidad del título.
Es muy probable que la mejor actuación de Joaquín Furriel haya sido la de Patrón, radiografía de un crimen (2014), de Sebastián Schindel, que también podrá verse en este ciclo. Secundado por Luis Ziembrowski, Mónica Lairana, Germán De Silva y Guillermo Pfening, el actor es aquí un humilde peón de campo que encuentra trabajo en una carnicería de Buenos Aires regenteada por un ominoso empresario que lo obliga a vender carne en mal estado mientras lo somete a un régimen laboral que tranquilamente podría considerarse esclavitud. A partir de esa premisa, el director de El hijo, visiblemente influenciado por Pablo Trapero y los hermanos Dardenne, propone un retrato social que presta particular atención a los detalles y los gestos mínimos, síntoma inequívoco de los orígenes en el cine documental de Schindel.
El último film destacado es Pabellón 4 (2017), de Diego Gachassin, cuya cámara sigue a un abogado y escritor que lleva adelante una utopía: enseñarles filosofía, literatura y boxeo a 52 presos de una cárcel de máxima seguridad de Florencio Varela. Su ayudante no es otro que Carlos Mena, un preso que acaba de salir a libertad y ahora vuelve aunque en rol radicalmente distinto. Se trata, entonces, de un documental tan duro como urgente, una muestra cabal de un cine político que no necesita levantar el dedo para asumirse como tal.